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América

Sombrío balance por derrame de petróleo

Vista aérea de los equipos de limpieza que trabajan para retirar el petróleo. / AFP

El derrame de miles de barriles de crudo en la costa central de Perú dejó un sombrío balance: aves muertas flotando en el mar o cubiertas de petróleo sobre roquedales sin poder volar, mientras en los muelles los pescadores no pueden trabajar

Unos 6.000 barriles de crudo se vertieron al mar el sábado pasado mientras un petrolero descargaba en la refinería La Pampilla, propiedad de la petrolera española Repsol y situada en Ventanilla, 30 km al norte de Lima.

Según la empresa el accidente ocurrió por el oleaje causado por la erupción volcánica en Tonga.

“En pleno apogeo nos han cortado el brazo”, dice con desazón a la AFP el pescador Bernardo Espinoza, al destacar que él y sus colegas se quedaron sin poder trabajar en medio del verano austral, la época en que tradicionalmente venden más pescado.

“No podemos trabajar [...], venimos ya sacando los últimos recursos [ahorros], los últimos, estamos ya haciendo lo que se puede”, agrega Espinoza, pescador desde hace 50 años en la bahía de Ancón, 45 km al norte de Lima.

Una semana después del vertido, el gobierno declaró este sábado una “emergencia ambiental” por 90 días en la “zona marina costera dañada” por el derrame, que se dirige hacia el norte.

Las corrientes marinas expandieron el crudo a lo largo de la costa a más de 40 kilómetros de la refinería, afectando a 21 playas, según el Ministerio de Salud, que recomendó a la gente no acudir a ellas pues tienen calificación “no saludable”.

Las brigadas de limpieza reemplazaron a los bañistas en Ancón y en otros populares balnearios peruanos.

La AFP constató las enormes manchas de petróleo sobre la superficie del mar y aves muertas flotando en el agua, en un recorrido por la bahía de Ancón a bordo de la embarcación “Rey de Petita”, que antes del derrame paseaba a turistas. “Han atentado contra la vida silvestre y la vida, [y] el trabajo, de lo que es el pescador”, dice Rodney Vásquez, de 30 años, capitán de la pequeña embarcación, quien ha vivido toda su vida cerca del mar y es hijo de un pescador.

Por su lado, el pescador Alfredo Roque indica que las dificultades para la pesca en esta zona durarán mucho tiempo.