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Pasado nazi de padre acosa a candidato presidencial chileno

El padre alemán del candidato presidencial favorito para ganar las elecciones chilenas José Antonio Kast era miembro del partido nazi de Adolfo Hitler, de acuerdo con un documento descubierto recientemente y obtenido por The Associated Press. Las revelaciones parecen contradecir las declaraciones del candidato de ultraderecha acerca del servicio militar de su padre durante la Segunda Guerra Mundial.

Funcionarios alemanes confirmaron esta semana que una cédula de identidad en el Archivo Federal de Alemania revela que Michael Kast, de 18 años, se afilió al Partido Nacionalsocialista de los Obreros Alemanes (NSDAP por sus siglas en alemán) el 1 de septiembre de 1942, en el apogeo de la guerra de Hitler contra la Unión Soviética.

Si bien el Archivo Federal no pudo confirmar si Michael Kast era el padre del candidato presidencial, la fecha y lugar de nacimiento en la cédula coinciden con las de Kast padre, muerto en 2014. Una copia de la cédula, con el número de afiliado 9271831, fue publicada anteriormente en redes sociales por el periodista chileno Mauricio Weibel.

La aparición de la cédula de identidad es una nueva vuelta de tuerca en una elección presidencial que ambas partes han calificado de batalla de extremismos —entre el comunismo y el autoritarismo — caracterizada por un flujo constante de desinformación que han distorsionado la trayectoria y las promesas de campaña del oponente de Kast.

Kast, de 55 años, candidato del flamante Partido Republicano, encabezó la primera ronda de la elección presidencial el mes pasado con dos puntos de ventaja sobre el legislador de izquierda Gabriel Boric, a quien enfrentará en la segunda vuelta el 19 de diciembre.

Católico ferviente, padre de nueve hijos, Kast tiene profundos lazos familiares con la dictadura militar del general Augusto Pinochet, que llegó al poder con un golpe de Estado en 1973. Su hermano, Miguel Kast, fue presidente del banco central durante la dictadura.

“Si (Pinochet) estuviera vivo votaría por mí”, se jactó Kast durante la campaña de 2018, en la que obtuvo el 8% de los votos. “Ahora, si me hubiese juntado con él, nos habríamos tomado un tecito en La Moneda”, el palacio presidencial.

Durante la campaña este año, destacó sus valores familiares conservadores, atacó a los migrantes haitianos y venezolanos a los que atribuyó el aumento de la criminalidad y dijo que Boric era un títere de los comunistas chilenos.

Ha atraído a grandes sectores de la clase media, temerosos de que Boric —un exdirigente de las protestas estudiantiles— trastornaría las tres décadas de estabilidad económica y política que muchos latinoamericanos le envidian a Chile. Para destacar esas preocupaciones, la semana pasada Kast viajó Washington donde se reunió con inversionistas estadounidenses y con el senador Marco Rubio, el republicano de mayor jerarquía en la subcomisión que supervisa las relaciones estadounidenses con Latinoamérica.

Algunos de sus partidarios más radicales han lanzado una campaña online con un tuit falso del presidente venezolano Nicolás Maduro, falsas denuncias de que hay migrantes manejando los sitios de votación y un informe médico falsificado después que Kast en un debate exhortó a Boric a someterse a un análisis de drogas.

Las encuestas más recientes dan una ligera ventaja a Boric, quien ha virado hacia el centro para ganar los votos de quienes temen el retorno al pasado turbulento del país.

“Esto respalda la presentación de Boric de la campaña como una dicotomía entre el fascismo y la democracia”, dijo Jennifer Pribble, experta en Chile en la Universidad de Richmond, acerca de la trayectoria de Kast padre en la guerra. “En la medida que Kast parece ocultar un elemento de su pasado familiar, apoya esa narrativa”.

No está claro si Kast conocía la existencia de la cédula de miembro del NSDAP de su padre. Carolina Araya, vocera de la campaña de Kast, se negó a responder a las preguntas reiteradas de AP sobre el particular.

Pero en el pasado Kast ha rechazado con ira las acusaciones de que su padre apoyó el movimiento nazi, y ha dicho que fue un conscripto en el ejército alemán.

“¿Por qué usa el adjetivo nazi?”, preguntó Kast en una entrevista por TV en 2018 en la que dijo estar orgulloso de su familia.

“Cuando hay una guerra y hay un enrolamiento obligatorio, un joven de 17 años o 18 años no tiene opción de decir ‘yo no voy’ porque le hacen un juicio militar y lo fusilan al día siguiente”, acotó.

No hay pruebas de que Kast participara de las atrocidades nazis como la campaña de exterminio de los judíos de Europa. Pero si bien el servicio militar era obligatorio, la afiliación al partido nazi era voluntaria.

Algunos alemanes se afiliaron con entusiasmo, mientras otros lo hicieron para obtener ventajas en una sociedad en la que enormes sectores de la vida pública debían congeniar con la ideología nazi a partir de 1933.

“No tenemos un solo ejemplo de que obligaran a alguien a afiliarse al partido”, dijo Armin Nolzen, un historiador alemán que ha investigado exhaustivamente las afiliaciones al NSDAP.

Kast ingresó al partido en 1942, cinco meses antes de cumplir 18 años, la edad mínima para afiliarse. Probablemente fue miembro de la Juventud Hitleriana durante cuatro años y habría sido recomendado por su líder distrital para afiliarse al partido, dijo Nolzen. Ese año el partido tenía 7,1 millones de afiliados, aproximadamente el 10% de la población.

Michael Buddrus, del Instituto Leibniz de Historia Contemporánea en Berlín, dijo que no se debe sobreestimar la importancia de que personas tan jóvenes se afiliaran al NSDAP, pero coincidió en que Kast lo haría por propia voluntad.

Dado que lo enrolaron en el ejército poco después, posiblemente el adolescente nunca participó en un acto partidario ni pagó su cuota.

“El que es miembro el partido es miembro del partido”, dijo Richard F. Wetzell, investigador en el Instituto Histórico Alemán en Washington. “Ser miembro del partido te ata al partido y su ideología aunque muchos posiblemente se afiliaron por razones puramente oportunistas”.

Un libro de 2015 sobre los colaboradores civiles de Pinochet escrito por el periodista chileno Javier Rebolledo sostiene que Kast padre al principio no quería afiliarse al partido nazi, pero un sargento lo convenció de hacerlo cuando lo movilizaban a la península de Crimea. Rebolledo en su libro cita las memorias de la esposa de Kast.

En esa época se libró la Batalla de Stalingrado, el punto de inflexión en la invasión de la Unión Soviética por la Alemania nazi, que provocó la muerte de unas 2 millones de personas y la capitulación local de las fuerzas del Eje meses después.

Hacia el final de la guerra, Kast, movilizado en Italia, obtuvo un documento de identidad falso del Comité Internacional de la Cruz Roja, narra Rebolledo.

Después de evadir dos veces el arresto por las fuerzas aliadas, regresó a Alemania y lo descubrieron durante el período de desnazificación en la posguerra. Pero cuando confesó su engaño, un fiscal solidario tuvo piedad de él y en reconocimiento de su honestidad quemó sus papeles militares, según el libro de Rebolledo.

Kast hijo ha acusado al periodista chileno de sacar de contexto los recuerdos de su madre y distorsionar los hechos para atribuir motivos siniestros a las actividades de su padre durante la guerra.

En todo caso, Kast emigró a Chile en 1950, seguido un año después por su esposa y sus dos hijos mayores, y se instaló en Paine, una zona rural al sur de Santiago. A partir de un pequeño puesto de venta de fiambres, la pareja creó una cadena nacional de restaurantes y una fábrica de comidas envasadas.

Una ley aprobada por el Congreso en 1995 que otorgó la ciudadanía a Kast padre destaca sus raíces católicas y su “gran espíritu de justicia social” que lo llevó a construir cinco capillas, hospitales y un centro juvenil además de dar a los empleados de su empresa, Cecinas Bavaria, los medios para comprar sus viviendas.

Pero el éxito del clan tenía su costado oscuro.

Según Rebolledo, agitadores de izquierda y campesinos amenazaron con expropiar el negocio familiar durante el gobierno socialista de Salvador Allende. Al día siguiente del golpe de Pinochet contra Allende, la policía de Paine, actuando a plena luz del día, secuestró al joven activista Pedro Vargas, que había organizado a los trabajadores de Bavaria, cuando hacía fila para comprar pan.

En medio del frenesí, el hermano del candidato, Christian Kast, que entonces tenía 16 años distribuyó comida a la policía de la ciudad, según su declaración en 2003 a los investigadores de la desaparición de Vargas. Al día siguiente dijo que fue a un asado en la comisaría donde dijo haber visto a una docena de detenidos —Vargas no estaba entre ellos— con las cabezas rapadas a los que se llevaban, y nunca volvieron a aparecer.

Un familiar de Vargas, angustiado, corrió a verlo a Michael Kast.

“Pensé que nos iba a ayudar”, dijo esta persona a la AP bajo la condición de anonimato por miedo a las represalias cinco décadas después. “Pero me dijo, váyase a la casa que esto es una guerra de vida o muerte. No lo podía creer”.

Hoy, a pocos kilómetros de la casa del candidato presidencial, los símbolos de las pasiones que impregnaron la breve vida de Vargas —un libro, la balanza de la justicia, su perro— decoran uno de los 70 mosaicos en homenaje a cada una de las víctimas de esa población bucólica que se destaca por tener el mayor número de desapariciones per cápita de todo Chile.