Misterios que persiguen arqueólogos y científicos
Profesor de Enseñanza Media durante décadas, Carlos Javier Taranilla (León, España, 1956) es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, en España.
Además es un escritor prolífico dedicado a narrar aquellas historias de misterio y enigmas que siguen interesando a los arqueólogos y científicos, como los referidos al ‘Santo Grial’ o los lenguajes secretos a lo largo de la historia.
Taranilla, autor de ‘Grandes mitos y leyendas de la historia’, ‘Grandes enigmas y misterios de la historia’ y ‘El Santo Grial’ entre otros libros, explica a Efe algunas claves para entender por qué son mitos y leyendas algunas ciudades y lugares de la Tierra.
“Las ciudades legendarias lo son porque, aparte de su tradición histórica, tienen un halo de misterio por los sucesos que han acaecido en ellas en el pasado, además de por su magnificencia, que las ha hecho célebres a través de los milenios”, argumenta el historiador.
Palenque y Tikal, legendarias ciudades Maya
Este investigador destaca algunos enclaves legendarios como Palenque,(México) ciudad maya que floreció entre los siglos VII y VIII en las estribaciones de la sierra de Chiapas y que fue abandonada por los choles, sus antiguos habitantes”.
“Sucesivas expediciones arqueológicas han encontrado importantes edificios que formaban parte de este conjunto arquitectónico, entre los cuales se encuentra la pirámide que en su interior acoge la tumba de Pakal el Grande, quien reinó Palenque durante parte del siglo VII”, añade el experto.
Taranilla indica que en las profundidades del lago Titicaca, situado entre Perú y Bolivia, se sigue buscando una antigua ciudad que se cree desapareció sumergida bajo sus aguas, y “donde se dice que sus habitantes vivían felices y en armonía”.
Tikal (Guatemala) es uno de los mayores centros urbanos de la civilización maya, fue declarado Patrimonio de la Humanidad, y tuvo su máximo esplendor entre los años 550 y 900.
“Sin embargo, -añade el historiador- después, en un corto periodo de tiempo, sus gentes abandonaron el lugar y la ciudad quedó despoblada. Todavía hoy se siguen haciendo investigaciones para tratar de desentrañar este rápido despoblamiento”.
Paititi, la ciudad perdida de los Incas
“El legendario reino de Paititi es la ciudad perdida de los incas”, que según dicen las crónicas “era rica en metales y piedras preciosas”, explica Taranilla.
“Se cree que (este enclave) se encuentra en la intricada selva de la Amazonía subandina, sin que por ahora se haya encontrado a pesar de los esfuerzos arqueológicos”, subraya el historiador.
Paititi, según cuentan los expedicionarios de la época, es donde se cree que se escondieron los últimos tesoros del pueblo inca para que los españoles no los robaran a su llegada.
Petra, excavada en piedra
Petra es otra de las ciudades legendarias. Antigua capital de los nabateos y abandonada en la Edad Media es un importante enclave arqueológico situado en Jordania.
Según la leyenda, Petra es el sitio donde Moisés golpeó una piedra con su cayado para hacer brotar una fuente durante el éxodo del pueblo hebreo.
El escritor la describe como “una ciudad que impresiona porque te la encuentras al salir de un estrecho desfiladero. Toda la ciudad está excavada en piedra con una técnica que exige un esfuerzo tremendo, porque las obras están talladas sobre roca viva, y en aquellos tiempos no había dinamita como existe hoy en día para abrir túneles”.
En Europa encontramos Camelot (Reino Unido)que es la mítica cuna del rey Arturo, o Alesia (Francia), ciudad de la Galia, núcleos rodeados de misterios y leyendas que todavía no se han podido descifrar.
“Se ha hablado mucho dentro de la pseudociencia y el esoterismo que estas construcciones se atribuyen a seres de otros mundos, extraterrestres, pero hay una explicación racional como lo hubo para las pirámides de Egipto”, indica el experto.
Afirma Taranilla que “un arqueólogo peruano que trabajó en América estableció que 80 hombres tirando de una cuerda son capaces de arrastrar una tonelada, con lo que se puede decir que no es difícil construir estas edificaciones con fuerza humana e ingenio”.
Según el escritor, “esos arquitectos, como lo fueron los maestros de obra del gótico en Europa, trabajaban con medios rudimentarios.
Sin embargo, “hicieron obras no solo grandiosas y monumentales, sino sutiles como las catedrales góticas que alcanzaban una gran altura para emular la idea del Cielo donde se encontraba el Altísimo, o sus vidrieras de colores con las que trataban de identificar al Universo”, apunta.
Misterios de la ciencia
En su libro Taranilla también aborda misterios “inexplicables en el terreno de la ciencia, como son, por ejemplo, el misterio del calentamiento de la corona solar (la parte exterior de la atmósfera del Sol)”.
“Todavía se desconoce por qué es más alta la temperatura del sol en su corona que en la propia superficie. La corona solar tiene millones de grados, mientras que en la superficie hay varias decenas de miles”, señala.
Según Taranilla existe también un misterio sobre la capacidad de los animales para conseguir detectar el magnetismo de la Tierra, por ejemplo, en sus migraciones,
Esta capacidad la poseen “no solo las aves, sino también otros animales como las ballenas, delfines o tortugas, en los que ese magnetismo terrestre actúa a modo de una brújula para encontrar rutas en sus desplazamientos migratorios”, indica.
Un barco en aguas del misterio
Otro de los hechos enigmáticos que todavía no se han resuelto, según relata este experto, es el del ‘Mary Celeste’, un barco cargado de alcohol que procedía, en 1872, de Estados Unidos con dirección a Londres.
“Otro barco lo encontró a la deriva y, en su interior, no estaban ni los ocho tripulantes ni las pasajeras, que eran la mujer del capitán y su hija pequeña. No hallaron señales de violencia o de alguna desgracia en el interior de la nave. La carga estaba intacta, pero todavía no se sabe que fue de aquellas personas, aunque el bote salvavidas había desaparecido”, cuenta Taranilla.
El escritor añade el misterio de una constelación en el cielo de la que “no se habla y que sería la constelación número 13, en lugar de las 12 tradicionales. Esta constelación, llamada Ofiuco, de origen mitológico, se la atribuye a un hijo del dios Apolo del mismo nombre, y en el calendario astronómico ocuparía muy pocos días”.
Para Carlos Taranilla, “a Ofiuco no se la incluyó entre las clásicas 12 constelaciones porque, si dividimos los 360 grados de la esfera celeste, con ella, no saldría un número exacto, por lo que se han distribuido de una forma estándar para que todas duren lo mismo, pero es un convencionalismo con el fin de cuadrar las doce constelaciones del zodiaco”.