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Scholz, el socialdemócrata que buscó la identificación con Merkel

El socialdemócrata Olaf Scholz, ministro de Finanzas en funciones, será el próximo canciller alemán de acuerdo al contrato de coalición negociado por su formación con el Partido Liberal (FDP) y los Verdes y presentado este jueves en Berlín.

Scholz, de perfil pragmático y perteneciente a la corriente más centrista del Partido Socialdemócrata (SPD), sucederá en el cargo a Angela Merkel tras una exitosa campaña para las elecciones generales del 26 de septiembre, que ganó y en las que que destacó un cierto continuismo con respecto a la canciller conservadora.

En un guiño a las comparaciones con Merkel, Scholz se dejó fotografiar en campaña haciendo el típico gesto con las manos en forma de rombo característico de la canciller, lo que causó indignación entre los conservadores.

Su gestión como ministro de Finanzas le permitió crear confianza en muchos sectores, que recompensaron una campaña centrada en las inversiones, tanto en el contexto de la reconstrucción económica como en el de la lucha contra la crisis climática.

Su imagen sufrió con los graves disturbios registrados en Hamburgo durante la cumbre del G20 en 2017, cuando era alcalde-gobernador de la ciudad estado, y en 2020 se vio salpicada por el escándalo Wirecard, que su ministerio detectó cuando ya era tarde.

Sus detractores le achacan falta de empatía y le han comparado incluso con un robot, pero Scholz ha sabido explotar su figura de gris funcionario a su favor, transmitiendo la idea de que es un garante de estabilidad, alguien de fiar que hace su trabajo.

La carrera política de Scholz (nacido en 1959 en Osnabrück, en el norte de Alemania), que saltó al primer plano durante la era del último canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, ha sido una de constante ascenso.

Entre 2002 y 2004, cuando Schröder no sólo era canciller sino también presidente del SPD, Scholz fue secretario general de la formación política y, como tal, un defensor radical del paquete de reformas conocidas como la Agenda 2010.

La iniciativa de Schröder implicaba recortes sociales y llevó a una escisión dentro del SPD y al surgimiento del partido La Izquierda, en el que los disidentes socialdemócratas se unieron a los postcomunistas.

Siendo secretario general, Scholz declaró que las diferencias que tenía el SPD con La Izquierda eran más grandes que las que tenía con cualquier otro partido. En esos momentos todavía no existía la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).

En todo caso, su apoyo a la Agenda 2010 y su rechazo a posibles coaliciones con La Izquierda han hecho que a Scholz se le sitúe habitualmente dentro del ala más conservadora del SPD, e incluso se le suele aplicar el adjetivo de "schröderiano".

Las bases del partido, cansadas de la gran coalición, no lo quisieron como líder de la agrupación y prefirieron al dúo izquierdista formado por Saskia Esken y Norbert Walter-Borjans.

Sin embargo, cuando Esken y Walter-Borjans tuvieron que escoger a un candidato a la Cancillería recurrieron a Scholz sabiendo que era el más indicado para captar votos de centro y disipar los temores de un giro a la izquierda en la política alemana.

Su carácter pragmático volvió a ponerse de relieve durante su gestión como ministro de Trabajo de la primera gran coalición de Merkel, cuando fue responsable de la ley que establecía un aumento paulatino de la edad de jubilación hasta los 67 años.

FLEXIBILIDAD EN EL GASTO

Su pasado y su gestión en la cartera de Trabajo hicieron durante un tiempo que su nombre fuera casi una provocación para el ala izquierda del SPD.

Sin embargo, también hay otra cara del pragmatismo de Scholz que se hizo evidente tanto en su gestión como alcalde de Hamburgo como en su etapa como titular de Trabajo, y es su disposición a recurrir al gasto en momentos en que lo considera necesario, sin pensar demasiado en la financiación.

Eso continuó en su gestión en los últimos años como ministro de Finanzas cuando tuvo que hacer frente a las repercusiones económicas de la pandemia.

Como ministro impulsó la ley que reglamentaba la jornada reducida subvencionada, uno de los instrumentos claves con los que la primera gran coalición evitó que el paro se disparara en Alemania durante la crisis económica y financiera internacional.

"Scholz estaba dispuesto a gastar dinero cuando lo consideraba políticamente necesario", explicaba un analista del periódico económico "Handelsblatt", Chistoph Kapalschinski, en un artículo titulado "La financiación se arregla después".

El mismo lema pareció orientar las decisiones que se tomaron frente a la pandemia que llevó a que Alemania relajará el estricto curso de consolidación fiscal que había seguido con el anterior ministro de Finanzas, el conservador Wolfgang Schäuble.

Al frente de la Cancillería, Scholz puede llegar a tener conflictos con el ala izquierda de su partido, con lo que se repetiría lo que ocurrió durante la era Schröder cuando muchos militantes dejaron el partido como protesta por la agenda 2010.

Ahora, sin embargo, las circunstancias que invitan a una fuerte acción del Estado en la reconstrucción económica pueden permitirle a Scholz a contentar al ala más purista de su partido, así como al centro político.