África

Manifestantes cortan calles tras el golpe militar en Sudán

El gobierno del presidente de Estados Unidos anunció la suspensión de la asistencia de emergencia a Sudán, de 700 millones de dólares

Foto AP

SAMY MAGDY / APEl Cairo, Egipto

Manifestantes prodemocracia cortaron el martes algunas calles en la capital de Sudán con barricadas improvisadas y neumáticos en llamas, al día siguiente de que los militares tomaran el control del país en un rápido golpe de Estado condenado por la comunidad internacional.

El golpe se produjo tras semanas de crecientes tensiones entre líderes civiles y militare sobre el rumbo y el ritmo de la transición de Sudán hacia la democracia. Amenazaba con descarrilar el proceso, que ha avanzado a ritmo irregular desde que el veterano autócrata Omar al_bashir fue despuesto en un alzamiento popular hace dos años.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tenía previsto abordar la situación el martes en una reunión a puerta cerrada.

Los gobiernos occidentales condenaron el golpe y pidieron la liberación del primer ministro, Abdalla Hamdok, y otros funcionarios destacados. El gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció la suspensión de la asistencia de emergencia a Sudán, de 700 millones de dólares.

Mariam al-Mahdi, ministra de Exteriores en el gobierno disuelto por los militares, se mostró desafiante el martes y declaró que ella y otros miembros del gobierno de Hamdok seguían siendo la autoridad legítima en Sudán.

“Seguimos en nuestros puestos. Rechazamos el golpe y estas medidas inconstitucionales”, dijo a The Associated Press por teléfono desde su casa en Jartum. “Continuaremos nuestra resistencia y desobediencia pacífica”.

El primer ministro y otros miembros del gobierno de transición, detenidos el lunes por el Ejército, seguían retenidos en un campamento militar a las afueras de Jartum, la capital.

Horas después de la detención de Hamdok, los sudaneses inundaron las calles de Jartum y otros lugares como protesta. Al menos cuatro personas murieron y más de 80 resultaron heridas cuando las fuerzas de seguridad dispararon a los manifestantes en Jartum, según el Comité de Médicos de Sudán.

El país y el mundo miraban ahora con recelo si se producía más violencia en el país, que en 2019 asistió a una violenta represión de las protestas a favor de la democracia. Algunos manifestantes seguían el martes por la mañana en las calles de Jartum y su ciudad gemela, Omdurman, donde había muchas calles cortadas. La respuesta del Ejército enfrentaría una prueba mayor el sábado, cuando los manifestantes planeaban una marcha multitudinaria para reclamar un regreso al gobierno civil.

Paramilitares y las temidas Fuerzas de Apoyo Rápido patrullaron durante la noche los vecindarios de Jartum, persiguiendo a manifestantes. Las fuerzas emplearon munición real contra los manifestantes, según el grupo internacional Human Rights Watch.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, pidió el final inmediato de la violencia contra los manifestantes y la restauración de la conexión a internet. Estados Unidos se coordinaba con sus socios para “trazar una estrategia diplomática común para abordar estas acciones e impedir que lleven a más inestabilidad en Sudán y en la región”, añadió.

El general Abdel-Fattah Burhan, el militar de mayor rango en Sudán, disolvió el gobierno de Hamdok y el Consejo Soberano, un organismo conjunto civil y militar creado poco después de la deposición de Al-Bashir para dirigir el país. Ahora dirige un consejo militar que dice gobernará el país hasta unas elecciones en julio de 2023.

Burhan justificó el golpe militar por las divisiones y rencillas entre facciones políticas, y afirmó que esas diferencias amenazaban la integridad del país. Sin embargo, el golpe se produjo menos de un mes antes de que Burhan tuviera que entregar el mando del Consejo Soberano a un civil, un paso que habría reducido el poder del Ejército.

El general dijo que se tomaba en serio la celebración de elecciones como estaba previsto. Pero 19 meses antes de la fecha, no estaba claro que los militares estuvieran dispuestos a renunciar al control que habían ostentado durante décadas.