Los puertorriqueños confrontan su identidad racial
La cantidad de personas que se identificaron como “blancas” en el último censo bajó un 80%, lo que desató un inédito debate en torno a la identidad racial de la isla, donde en el pasado casi no se tocaba el tema ni se analizaba la composición racial de la población.
La drástica caída sorprendió a muchos y abundan las teorías acerca de por qué este territorio estadounidense de 3,3 millones de habitantes de repente confronta su identidad racial.
“Los mismos puertorriqueños se están dando cuentas de que su condición de blancos lleva un asterisco”, expresó Yarimar Bonilla, antropóloga política y directora del Centro de Estudios Puertorriqueños del Hunter College de Nueva York. “Saben que para los estadounidenses no son blancos, pero tampoco son negros en la visión de los puertorriqueños”.
Casi el 50% de las personas representadas en el censo del 2020 —1,6 millones de 3,29 millones— se identificaron como “de dos o más razas”, un aumento impactante respecto al 3% --122.200 personas de entre 3,72 millones-- que eligieron esa opción en el censo del 2010. La mayoría se identificaron como “blanca con alguna otra raza”.
Por otro lado, más de 838.000 personas se identificaron como “sólo de otra raza”, un aumento de casi el 190% respecto a las 289.900 de hace una década, aunque Bonilla dijo que la Oficina del Censo todavía no ha dicho cuáles son esas razas que eligieron. Los expertos estiman que la gente seleccionó “puertorriqueño”, “hispano” o “latino”, a pesar de que las políticas del censo definen esas categorías como étnicas, no raciales.
Entre los que cambiaron su respuesta respecto a la raza figura Tamara Texidor, de 45 años, que seleccionó “otra” en el 2010 y esta vez se definió como “afrodescendiente”. Dijo que tomó esa decisión luego de hablar con su hermano, un trabajador del censo que le contó los problemas que tenía la gente que visitaba de casa en casa ante la pregunta sobre la raza.
Texidor empezó a pensar sobre sus antepasados y decidió homenajearlos, ya que es descendiente de esclavos por el lado de su padre.
“No me voy a poner ‘otra’”, se dijo a sí misma cuando llenó el formulario del censo. “Siento que soy algo”.
Los expertos debaten qué motivó el abrupto cambio en el censo del 2020. Algunos creen que hay una combinación de factores, incluidos ajustes en el lenguaje y en la forma en que la Oficina del Censo procesa y codifica las respuestas.
Bonilla estima que otro elemento que incide es una creciente concientización de la identidad racial. Cree que una “fuerte racialización” ocurrida en la última década puede haber contribuido. Ella y otros antropólogos dicen que el cambio derivó del malestar con lo que muchos consideran una fallida respuesta del gobierno federal a las penurias asociadas con el paso del huracán María y una feroz crisis económica.
“Han entendido finalmente que son tratados como ciudadanos de segunda clase”, sostuvo Bárbara Abadía-Rexach, antropóloga sociocultural, refiriéndose a los puertorriqueños.
Otro cambio importante en el censo del 2020 fue que solo poco más de 228.700 personas se identificaron como exclusivamente negras o afroamericanas, casi un 50% menos que las 461.000 que lo hicieron hace una década. La caída tuvo lugar a pesar de que organizaciones de base de Puerto Rico lanzaron campañas para alentar a la gente a aceptar su herencia africana y concientizarla acerca de las desigualdades raciales. Esos sectores, no obstante, se mostraron complacidos por el aumento que hubo en la categoría de “dos o más razas”.
Bonilla destacó que Puerto Rico no tiene información confiable como para determinar si estas disparidades se dieron durante la pandemia del COVID-19. Dijo que no hay estadísticas raciales en torno a las pruebas del virus, hospitalizaciones y muertes.
El gobierno de la isla, por otro lado, no recaba información racial sobre la población, ni acerca de los indigentes y los encarcelados, manifestó Abadía-Rexach.
“La negación de la existencia del racismo invisibiliza, criminaliza y deshumaniza a muchas personas negras en Puerto Rico”, expresó.
La ausencia de esa información puede deberse a la historia de Puerto Rico. De 1960 al 2000, la isla realizó su propio censo y nunca hizo preguntas sobre la raza.
“Se suponía que todos teníamos una mezcla y éramos iguales, eso de la raza era algo de los estadounidenses”, dijo Bonilla.
Algunos estimaron en su momento que Puerto Rico debería recabar datos raciales, mientras que otros lo vieron como una iniciativa divisiva, que generaría o agravaría las diferencias raciales, postura predominante en Francia, que tampoco recaba información oficial sobre la raza y la etnicidad.
Para Isar Godreau, antropóloga y profesora de la Universidad de Puerto Rico, ese tipo de información es crucial.
“El color de la piel es un importante indicador que hace que las personas resulten más o menos vulnerables a la discriminación racial”, comentó.
Esa información ayuda a pelear por la justicia social y determina la asignación de recursos, manifestó Godreau.
El gran cambio en el censo del 2020 —especialmente el hecho de que solo 560.592 personas se identificaron como blancas, comparado con los 2,8 millones del 2010— se da en medio de un creciente interés en la identidad racial de Puerto Rico, donde incluso estudios recientes sobre la raza generaron respuestas que iban desde “miembros de la raza humana” hasta “normal” y “me llevo bien con todos”. Informalmente, la gente de la isla usa una cantidad de palabras y expresiones para describir el color de la piel, incluido “café con leche”.
El interés es alimentado en buena medida por una joven generación: Toman clases de “bomba y plena” (tradiciones musicales centenarias) y van a talleres en los que aprenden a producir o usar turbantes.
Cada vez más peluquerías se especializan en cabellos rizados, haciendo a un lado el alisado de cabellos que predominaba en la isla. Algunos legisladores presentaron un proyecto de ley que, de ser aprobado, prohibiría la discriminación a partir del estilo de cabello de la persona. En varios estados de Estados Unidos hay leyes similares.
Mientras continúa el debate en torno a qué motivó los cambios percibidos en el censo del 2020, Bonilla dice que resta por verse lo que sucederá con el censo del 2030. “¿Se acentuará esta tendencia o lo del 2020 habrá sido algo pasajero?”.