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Iraquíes votan con la esperanza de que haya nuevos cambios

La corriente sadrista, que lleva el nombre del sulfuroso clérigo chiita Moqtada alSadr, es la favorita.

Una mujer iraquí muestra su dedo tintado tras votar en un centro electoral en las elecciones parlamentarias, ayer domingo. AP

Apoyado en su bastón, Issam Shukr, de 70 años, está “orgulloso” de haber votado en las elecciones legislativas del domingo en Irak. Pero la votación no entusiasma a los más jóvenes, exasperados de que sigan en el poder “los mismos” de siempre.

Bajo el sol de octubre, las calles de Bagdad, casi desiertas, están decoradas con pancartas electorales. Soldados y policías están desplegados por docenas en este país donde está activo el grupo yihadista Estado Islámico.

Dos aviones de combate dan vueltas en el cielo “para la seguridad de los centros de votación”, explica el ministerio de Defensa.

Issam Shukr votó en la escuela Al Amal, que quiere decir esperanza en árabe. Se jacta de haber sido el primer elector en depositar su voto en la urna, “como en todos los comicios”.

Para estas elecciones legislativas anticipadas, la quinta desde la caída del dictador Sadam Husein en 2003, el anciano espera que la situación del país petrolero, hundido en una crisis política, social y económica, “mejore”.

Fue la crisis y el hartazgo por la corrupción lo que desencadenó el movimiento de protesta sin precedentes que lanzaron los jóvenes iraquíes hace dos años, en octubre de 2019. El domingo, en un jardín de la ciudad, se puede ver carteles electorales de varios candidatos arrancados.

“El más apto”

Aunque el movimiento de protesta ha perdido fuerza y las manifestaciones son ahora esporádicas, la rabia sigue creciendo y la crisis económica sigue golpeando a los iraquíes. Dos de cada cinco jóvenes están desempleados y los servicios públicos dejan mucho que desear.

Los cortes de electricidad se multiplican y los menos pudientes, los que no pueden permitirse comprar generador, lo pasan mal.

En Erbil, la capital de la región autónoma del Kurdistán, en el norte de Irak, Karzan Abdel Khaleq, de 39 años, dice que al ir a votar espera un “cambio”.

“Lo más importante es mejorar la situación política y económica”.

Para Jasem Mohamed Sultan, un jornalero de 53 años de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak que el EI ocupó entre 2014 y 2017, “to tenemos que participar para elegir al más adecuado” para gobernar.

“¡Voten, voten, voten!”, urgió el primer ministro Mustafá al-Kazimi al depositar su voto el domingo por la mañana.

Tras la votación, cuyos resultados preliminares deberían publicarse el lunes, los distintos partidos y bloques parlamentarios deberán ponerse de acuerdo en el nombre de su sucesor. Oficialmente, Kazimi no es candidato a la reelección.

La corriente sadrista, que lleva el nombre del sulfuroso clérigo chiita Moqtada al-Sadr, es la favorita. Pero Hashd al-Shaabi, una coalición predominantemente proiraní, le pisa los talones.