Sólo negocios en cumbre Biden-Putin; sin abrazos ni críticas
El mandatario estadounidense Joe Biden y su homólogo ruso Vladimir Putin intercambiaron palabras cordiales y concertaron modestos avances en el control armamentista y la diplomacia bilateral, pero concluyeron el miércoles su reunión en Suiza en gran medida donde la empezaron: con profundas diferencias sobre derechos humanos, ciberataques, intromisión electoral y otras cuestiones.
Ambos gobernantes alcanzaron un acuerdo importante, pero que difícilmente cambiará su relación, para reinstalar a sus embajadores en Moscú y Washington después de que fueron retirados tras deteriorarse la relación bilateral en los últimos meses. Y acordaron comenzar a trabajar sobre un plan para afianzar el último tratado vigente que limita las armas nucleares de las dos naciones.
Sin embargo, en sus tres horas de conversaciones a orillas del lago Ginebra, los dos se mantuvieron firmes en las mismas posiciones en las que habían comenzado.
“No creo que él modificará su comportamiento”, declaró Biden en una conferencia de prensa posterior a la reunión, cuando le preguntaron qué evidencia vio de que el exagente de la KGB pudiera modificar sus maneras y acciones. “Lo que hará cambiar su comportamiento es que el resto del mundo reaccione ante ellos, y que su posición ante el mundo disminuya. No estoy seguro de nada”.
Tanto la Casa Blanca como el Kremlin habían anticipado pocos resultados antes de la cumbre. Al término de ésta emitieron una declaración conjunta en la que dijeron que su reunión mostró el “trabajo práctico que nuestros dos países pueden hacer para impulsar nuestros intereses mutuos y también beneficiar al mundo”.
Pero una y otra vez, Biden sólo respondió “ya veremos” cuando evaluó si redituarán resultados las discusiones sobre el poderío nuclear, la ciberseguridad y otras cuestiones espinosas.
En sus respectivas conferencias de prensa consecutivas al término de la cumbre, Biden y Putin dejaron ver claramente que llegar a la raíz de las tensiones entre Estados Unidos y Rusia seguirá siendo una tarea enormemente difícil. Un ejemplo fue el momento en que ambas partes, al menos en declaraciones públicas, esbozaron realidades drásticamente distintas sobre asuntos cibernéticos.
Biden llegó a la cumbre exigiendo a Putin poner fin a la ola de ataques de ransomware y a la ciberseguridad originados en Rusia que han estado dirigidos a empresas y agencias gubernamentales en Estados Unidos y el mundo. Pero cuando la reunión llegó a su fin, no hubo evidencias de que se haya logrado algún progreso más allá del nivel superficial.
Biden manifestó que le dejó claro a Putin que si Rusia cruzaba ciertas líneas rojas —incluyendo ir tras infraestructura importante en Estados Unidos—, su gobierno respondería y “las consecuencias de eso serían devastadoras”.
Por su parte, Putin continuó insistiendo en que Rusia no tenía nada que ver con esas intrusiones cibernéticas a pesar de que los servicios de inteligencia estadounidenses indican lo contrario
“La mayoría de los ataques cibernéticos en el mundo se efectúan desde el territorio cibernético de Estados Unidos”, declaró Putin, quien también mencionó en su lista a Canadá, dos países latinoamericanos a los que no identificó y Gran Bretaña.
Si bien Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña efectúan ciberespionaje, los ataques más perjudiciales registrados los han realizado hackers rusos apoyados por el Estado o delincuentes de habla rusa que solicitan rescates y actúan con impunidad en Rusia y naciones aliadas.
De hecho, el peor de los ciberataques fue atribuido por Estados Unidos y la Unión Europea a la agencia militar de inteligencia GRU de Rusia, incluido el virus NotPetya que causó daños económicos por más de 10.000 millones de dólares en 2017, afectando a compañías que incluyen a la gigante naviera Maersk, la farmacéutica Merck y la empresa de alimentos Mondolez.