Ola de contagios presiona a cementerios de Uruguay

Uruguay es uno de los países con mayor mortalidad por coronavirus del mundo desde mediados de abril. En mayo de 2019, Montevideo había enterrado o cremado a 765 personas, pero en mayo fueron 1079, o que se traduce en un aumento de 41%.

Santiago Rodríguez lo sabe de primera mano. El viernes, poco antes de recibir a The Associated Press, enterró a su suegro, que no logró recuperarse del coronavirus. Rodríguez es médico y funcionario de carrera de la Intendencia de la capital uruguaya y director de la necrópolis más grande del país: el Cementerio del Norte, construido en 1929.

Cuando falleció su suegro, uno de sus primeros pensamientos fue sobre la imposibilidad de despedirlo como antes. Fue enterrado en otra localidad donde los familiares no pueden entrar al sepelio por disposiciones de la autoridad sanitaria local.

El Cementerio del Norte es un gran parque a 25 minutos del centro de Montevideo dividido por sus calles, cientos de árboles, algunas cañadas, pájaros revoloteando, millones de huesos y cenizas en fosas, tubulares, panteones y nichos.

“Creo que hay más gente acá que en la ciudad”, dice Rodríguez.

Por disposición del gobierno capitalino y el Ministerio de Salud Pública, no pueden ingresar más de diez personas a los sepelios incluso en campos como éste, donde lo que sobra es aire libre.

“Quiero flexibilizar la entrada pero con condiciones para que los familiares no se aglomeren, que cuando se les diga que se retiren del féretro se retiren, que los sepultureros puedan trabajar para higienizarse, ponerse guantes y trabajar tranquilos con distanciamiento físico. Pero el pacto social cambió”, dice.

Los deudos no se aglomeran en el sepulcro, el tubular o el crematorio. Quedan achaparrados en la puerta de la necrópolis y eso genera tensión. Incluso han tenido que enfrentar a personas que enseñan armas de fuego amenazando para hacerse un lugar.

“Debemos legislar y regular de acuerdo al comportamiento y no de acuerdo a todo eso que pensamos”, dice en referencia a los protocolos.

La situación parece ameritarlo. Hay una presión extra en los cementerios de Uruguay que no había hace un año, cuando se aprobaron.

Antes de la pandemia morían unas 90 personas por día, pero desde el 15 de abril se registran entre 50 y 70 fallecidos sólo por coronavirus en Uruguay. Las escuelas primarias están reabriendo y los centros comerciales prácticamente nunca cerraron como los restaurantes. Cada vez quedan menos medidas de contención de la movilidad en Uruguay, pero los cementerios siguen parcialmente cerrados a los pequeños grupos al aire libre.

Los números de los cementerios no mienten. En marzo los servicios fúnebres aumentaron un 31% en Montevideo comparando con el mismo mes de 2019. En abril crecieron lo mismo, pero en mayo, después del pico que aún estresa a los servicios médicos, aumentaron 41%.

Muertes

Desde el inicio de la pandemia han muerto casi 5.000 uruguayos por coronavirus y actualmente más de 35.000 personas, una centésima parte de la población, cursa la enfermedad. Casi uno de once la han padecido.

Los cementerios privados tampoco tuvieron descanso. La mayoría se ubican en la zona metropolitana de Montevideo. Entre marzo, abril y mayo del año pasado cremaron 767 cuerpos; durante los mismos meses de este año, fueron 1.509, según datos del gobierno de Canelones.

“El coronavirus está empatando las enfermedades cardiovasculares, la epidemia de accidentes de tránsito o de las muertes violentas. Recién ahora el coronavirus está llegando a las primeras líneas”, afirma Rodríguez.

Sólo en mayo, el Cementerio del Norte inhumó 780 cuerpos de las 1.079 personas enterradas en otros cementerios de la ciudad. En el mismo mes del año pasado habían sido 427. En abril de 2019, fueron 627 y un año después 1.084.

“Las cremaciones e inhumaciones aumentaron por dos factores: pandemia y zafra. Estamos en el periodo del año cuando se acerca el frío, durante julio y agosto y hay mayor mortandad. ¿Hay más que el año pasado? Sí”, se responde Rodríguez. “No tenemos una crisis donde no haya lugar. (…) Pero tenemos que estar prontos para el peor escenario”, explica.

La presión para Rodríguez está en la reconfiguración del trabajo de los funcionarios. “La parte buena de la pandemia es que nos ayudó a generar protocolos de trabajo que si bien responden a lo sanitario, nos ayudó a visualizar el trabajo desde otro punto de vista”, agrega.

“Estamos a full”, dice, porque desarrollaron un programa para el cuidado de los funcionarios. Antes de la pandemia había dos turnos que se cruzaban. Eso ya no ocurre. Los trabajadores cumplen sus tareas en burbujas. Los limpiadores trabajan solos para higienizar los espacios compartidos antes del cambio de turno y no se comparten vestuarios. “Son dos horas que se pierden de la jornada y no se puede descuidar”, asegura.

Otra presión que sufren las necrópolis montevideanas es que los familiares no van a reducir a sus muertos —sacarlos de los ataúdes para cremar los restos o meter sus huesos en urnas más pequeñas— justamente por el miedo a salir a la calle y las recomendaciones de quedarse en el hogar.

“Si no tengo lugar, convoco a los responsables de quienes están sepultados para realizar la reducción y trasladar a las urnas para dejar lugar disponible. Hay gente que ha hecho los trámites o nosotros los convocamos, pero al tener miedo a la pandemia nos preguntan si lo pueden dejar para más adelante”, explica.

Esa presión es la que está haciendo que los arquitectos de la Intendencia hayan ido el jueves a iniciar trabajos de caminería y estudiar qué tipo de sepulcro se construirá. El gobierno montevideano ha decidido recuperar 850 nichos en desuso que habían sido vandalizados.

En el resto del país la situación es disímil. Las localidades fronterizas con Brasil y Argentina muestran tasas elevadas de contagio y fallecimientos. Uno de esos departamentos —la división territorial en Uruguay— es Salto, que modificó una vieja normativa del siglo XIX que obliga a enterrar en tierra a los fallecidos por enfermedades infecto contagiosas. La cantidad de muertos de los últimos meses hizo cambiar la normativa.

En Paysandú, a 300 kilómetros de Montevideo, la situación es de espera. También estudian modificar una vieja normativa muy similar para dar la oportunidad a los familiares.

“Estamos mirando con cautela porque debemos habilitar otra zona y vamos a empezar a tener problemas. Por eso ya estamos haciendo las consultas con el ministerio para que se nos permita tener un sistema de entierro distinto en nicho y otras modalidades. Apelamos a que esto termine pronto porque vamos a tener complejidades”, explicó Nicolás Olivera, intendente de Paysandú, a la AP.

Rivera es uno de los departamentos que ha sido más golpeado por el coronavirus por su estrecha cercanía social y comercial con Brasil. El pico de estrés en los cementerios municipales ocurrió dos meses atrás, explicó Giovani Conti, director de Promoción Social de Rivera, a la AP.

“Fue uno de los temas que se planteó al inicio de la pandemia, cuando todo era desconocido. Entonces fuimos generando espacio, construimos nichos y tubularios. Después fluyó”, señaló Conti.

Uno de los motivos por los que la presión cesó fue porque Rivera cerró sus comercios y sus autoridades insistieron en que la población permaneciera en casa. Además, inició una de las campañas de vacunación más rápidas del país. Casi el 45% de su población está vacunada con dos dosis.

La ola multiplicó las 70 a 80 muertes habituales a más del doble. “Fuimos los primeros en infectarse y ahora estamos siendo los primeros en recuperarnos. Está jugando mucho la vacunación”, opinó Conti.

En Uruguay, una tercera parte de su población tiene las dos dosis. La herramienta farmacológica es la principal apuesta del gobierno uruguayo. Otra prueba de fuego que tiene por delante el país es el invierno que comienza en unos días.

“Tenemos dos picos históricamente altos de inhumaciones: diciembre, enero y julio y agosto por el calor y las emociones de los adultos mayores y los virus con las enfermedades respiratorias virales tradicionales de invierno”, dice Rodríguez poco antes de ir a otro cementerio que no es el suyo para enterrar a su suegro en medio de una pandemia con una sobre muerte a la que Uruguay no estaba acostumbrado.