Ser mentiroso es ser leal a Donald Trump
Aferrarse a una mentira se ha convertido en una prueba de lealtad a Donald Trump y un medio de preservación para los republicanos. Las desacreditadas acusaciones de Trump sobre unas elecciones robadas no hicieron nada para salvar su presidencia cuando cortes, gobiernos estatales y hasta el Congreso -que sufrió una insurrección avivada por las declaraciones del exmandatario- afirmaron la legitimidad de su derrota y la honestidad del proceso que condujo a ello.
Ahora esas denuncias de Trump, igual de falsas que antes, están teniendo un segundo aire.
Ahora los republicanos parecen creer en esas falsedades, o están fingiendo que las creen o, como mínimo, no las están negando. Republicanos que se atreven a rechazar las mentiras -desde Georgia hasta Arizona- enfrentan la furia de los leales al exmandatario.
Solo unos pocos republicanos en Washington están desafiando a Trump pues saben que hacerlo tiene un costo.
Liz Cheney, conservadora de toda la vida e hija de un vicepresidente que alguna vez fue amado por la derecha republicana y se ganó el apodo de Darth Vader, estuvo dispuesta a pagarlo.
“La historia está observando”, escribió la congresista de Wyoming mientras los republicanos de la Cámara de Representantes se preparan para despojarla de su puesto como número 3 de la cámara baja la semana que viene por enfrentarse a Trump.
“Los republicanos deben defender principios genuinamente conservadores y alejarse del peligroso y antidemocrático culto a la personalidad de Trump”.
Todas las víctimas de los ataques de Trump coinciden en que los republicanos están empeñados en propagar una “gran mentira”.