Europa

Clínica en Alemania ayuda a enfermos de COVID-19 persistente

“Los síntomas fueron casi tan malos como al principio”, señaló Ravera.

Simone Ravera, paciente en la clínica MEDIAN Clinic Heiligendamm, hace ejercicio tras una entrevista con The Associated Press en Heiligendamm, en el norte de Alemania, el 14 de abril de 2021.

Simone Ravera se sube los pantalones, se saca las zapatillas y los calcetines y se adentra con cautela en las frías aguas del Mar Báltico.

Esta enfermera de reumatología de 50 años está recuperando lentamente su vida tras haber contraído el COVID-19 el pasado otoño, recuperarse aparentemente y volver a recaer con fatiga severa y “confusión” cuatro meses después.

“Los síntomas fueron casi tan malos como al principio”, señaló Ravera.

Cerca de la desesperación, encontró una clínica especializada en pacientes con lo que se ha llamado COVID persistente o síntomas posteriores al COVID-19.

Ubicada en Heiligendamm, un balneario en la costa norte de Alemania popular desde finales del siglo XVIII, la clínica está especializa en ayudar a la gente con enfermedades pulmonares como asma, bronquitis crónica y cáncer.

En el último año se ha convertido en un importante centro de rehabilitación para pacientes de coronavirus y ha atendido a 600 personas de todo el país, explicó su directora médica, Joerdis Frommhold.

Algunos de sus pacientes estuvieron al borde de la muerte y tienen que volver a aprender a respirar correctamente, a recuperar la resistencia y a superar una serie de problemas neurológicos asociados con las enfermedades graves.

Pero Frommhold también trata a un segundo grupo de pacientes que sufrieron síntomas leves o medios de COVID-19 y que, en el peor de los casos, pasaron una corta estancia en el hospital.

“Estos pacientes presentan síntomas de rebote después de entre uno y cuatro meses”, afirmó la doctora.

La mayoría tienen entre 18 y 50 años y no tenían problemas de salud previos, agregó. “Son los que normalmente nunca enferman”.

Tras recuperarse de un brote de COVID-19, estos pacientes se encontraron de pronto con que les faltaba el aire, estaban deprimidos o tenían problemas para concentrarse, señaló Frommhold. Algunos sufren síntomas similares a los de la demencia.

Una antigua enfermera de diálisis se encontró la cocina inundada porque se había olvidado de cerrar el grifo. “Otros no son capaces de hacer las tareas de la escuela con sus hijos porque no entienden las preguntas”, dijo Frommhold.

Los médicos no siempre se toman en serio sus síntomas.

A pesar de sufrir pérdida de cabello, dolor muscular y articular, presión arterial irregular y mareos, los resultados de las pruebas rutinarias de estos pacientes suelen ser normales.

“Parecen jóvenes, dinámicos, con un alto rendimiento, pero no pueden hacer nada de lo que solían hacer”, señaló Frommhold.

En la clínica, los terapeutas se centran inicialmente en estabilizar la respiración de los pacientes. Después trabajaban para recuperar la resistencia y la coordinación motora con la ayuda de la terapia ocupacional y entrenamiento de la postura. La terapia cognitiva y el apoyo psicológico también forman parte del programa.

En el último año, han surgido clínicas similares para “enfermos de larga duración” en todo el mundo, incluyendo en Estados Unidos. En Alemania, estos tratamientos se ofrecen cada vez más a través de la red nacional de más de 1.000 centros de rehabilitación médica, de los cuales 50 están especializados en enfermedades pulmonares.

“Esto no existe aún en muchos otros países”, añadió Frommhold.

Por el momento se desconoce cuánta gente padece COVID-19 persistente, en parte porque la afección aún no está claramente definida. Los científicos siguen tratando de entender qué hay detrás del amplio abanico de síntomas que reportan los pacientes.

“No hay dos pacientes que tengan la misma experiencia, y ésta varía según los pacientes”, dijo Elizabeth Murray, profesora de e-salud y atención primaria en la University College de Londres.

“Los síntomas que están experimentando esta semana no son necesariamente una guía para los síntomas que experimentarán la próxima”, afirmó Murray, que trabajó como médico de familia. “Esto lo complica para todo el mundo; hace que sea muy muy dificil para los pacientes”.

La Oficina Nacional de Estadística de Gran Bretaña señaló que una encuesta realizada entre 9.063 personas que dieron positivo al COVID-19 halló que más del 20% reportaron algunos síntomas persistentes después de cinco semanas. Alrededor del 10% de los participantes sufrieron fatiga, mientras que una cantidad similar dijo que padeció dolores de cabeza o pérdida del olfato y el gusto.

Hasta la fecha, se han confirmado más de 140 millones de contagios de coronavirus en todo el mundo, según el conteo de la Universidad Johns Hopkins, lo que supone que aunque un pequeño porcentaje de ellos sufra COVID-19 persistente, esto afectaría a millones de personas.

“Esto es mucha gente extra a tratar y ningún sistema de salud tiene mucha capacidad de sobra”, dijo Murray, que agregó que el impacto económico de que tanta gente deje de trabajar podría ser devastador, especialmente porque muchas de las afectadas son mujeres que también soportan una carga desproporcionada en sus casas.

Murray está desarrollando un programa digital, financiado por el Instituto Nacional para la Investigación en Salud británico, para tratar los síntomas del COVID-19 a largo plazo y llegar a más pacientes y más rápido que a través de las instalaciones de rehabilitación tradicionales, asegurando que no se sienten abandonados por el sistema.

Frommhold apuntó que un programa similar podría ayudar a Alemania a hacer frente al probable aumento de pacientes con coronavirus persistente, pero apuntó que se necesitará también una mayor aceptación de la condición para quienes no se recuperan totalmente.

“En mi opinión, primero necesitamos una campaña como la que hubo para la concienciación sobre el VIH, que explique que hay diferentes vías incluso después de recuperarse del COVID”, afirmó.

Hacer que los pacientes, sus familias y sus empleadores entiendan que ahora padecen una enfermedad crónica podría evitar que los afectados caigan en una espiral de depresión y ansiedad, aseguró Frommhold.

Heike Risch, una profesora de jardín de infantes de 51 años, natural de la ciudad oriental de Cottbus, apenas podía caminar sin ayuda después de recibir el alta hospitalaria luego de pasar el COVID-19.

“Sentí como si hubiera envejecido 30 años en un corto periodo de tiempo”, dijo.

En la clínica, Risch no podía mantener una pelota de tenis de mesa sobre una paleta ni caminar hacia atrás. Sigue sin poder leer un reloj correctamente.

“Ya no confías en tu propio cuerpo. Ya no confías en tu propia cabeza”, contó Risch.

Sin embargo, espera volver a trabajar algún día: “Me gusta trabajar con niños pero necesito poder concentrarme. Necesito poder llegar a hacer dos cosas a la vez”.

Ravera, la enfermera, dijo que ha avanzado mucho gracias a la terapia en Heiligendamm y se siente afortunada de tener el respaldo de su familia y amigos.

Pero duda de que pueda volver a hacer tres turnos en un mismo fin de semana en el hospital de Baviera en el que trabajaba.

“No sabes cuándo volverás a estar bien. La enfermedad viene por oleadas”, dijo.

Pero está considerando utilizar lo que ha aprendido en rehabilitación para ayudar a otros con problemas para volver a respirar tras el COVID-19.

“Es un viaje hacia lo desconocido”, aseguró.