EEUU: Madres esperan reunirse con hijos que cruzan frontera
Catalina Avilés cruzó hace nueve meses la frontera de México con Estados Unidos en busca de una vida mejor. Con la llegada de Joe Biden a la presidencia pensó que era el momento para que lo intentaran sus tres hijas y poder así volver a vivir juntas, pero la mayor fue deportada y las dos pequeñas permanecen desde hace más de un mes en un centro de menores bajo custodia del gobierno estadounidense sin saber cuándo será el reencuentro.
A su compatriota mexicana Grisel Hernández le sucedió algo parecido. Su madre, Mirna, cruzó la frontera con sus dos hijas menores de edad con la esperanza de pedir asilo, pero la mujer fue deportada y las dos pequeñas colocadas bajo custodia estadounidense, alejadas de su abuela y de su mamá, que vive en Estados Unidos desde hace dos años.
“Es un infierno vivir todo esto y no saber cuándo voy a volver a ver a mis hijas”, expresó Avilés en una reciente entrevista telefónica desde su casa en Austin, Texas. “Como madre esto es horrible, es difícil, es una impotencia terrible”, dijo tras explicar que cada vez que Alexa, de tres años, y Kimberly, de cinco, la llaman desde el centro de menores de Nueva York, lloran y le preguntan cuándo estarán juntas otra vez.
Al igual que los casos de Catalina y Grisel, miles de niños que han cruzado en la frontera sin sus padres en las últimas semanas han sido separados de los adultos con los que viajaban y puestos bajo custodia en centros de menores, donde permanecen hasta que las autoridades los entregan a sus familiares o a familias sustitutas.
Los trámites, que empiezan con una cuarentena obligatoria debido a la pandemia de coronavirus, pueden extenderse semanas durante las cuales el único contacto de los chicos con sus mamás suele ser una o dos llamadas telefónicas a la semana.
La situación es similar a la que viene sucediendo desde hace años con los niños que cruzan sin sus padres o custodios legales. Biden prometió en su campaña terminar con la política de separación familiar y en un intento por desalentar la llegada de inmigrantes ha advertido que la frontera sigue cerrada, pero tanto las familias como los menores no acompañados siguen viniendo con la esperanza de ver políticas más amigables que las de su predecesor Donald Trump.
“Estas separaciones no son nuevas,” manifestó a The Associated Press Aaron Reichlin-Melnick, consejero de políticas del American Immigration Council. “Seguirán hasta que un gobierno opte por tomar en serio este tema y encuentre la forma de evitar que esto siga sucediendo”, dijo refiriéndose a la llegada de menores a la frontera.
Desde que asumió en enero, la administración ha dicho que está comprometida con un sistema de inmigración con un enfoque más humano, y con entregar a los menores no acompañados a sus familiares “lo antes posible y de la manera más segura posible”.
Tras cruzar la frontera, los niños quedan bajo custodia del servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por su nombre en inglés) para ser transferidos al Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS). Más del 80% de esos chicos tiene familiares aquí y en más del 40% de los casos es un padre o un guardián legal, según información del gobierno.
El gobierno de Biden reportó encuentros con más de 100.000 migrantes en la frontera en febrero, la mayor cantidad desde que en 2019 se registró un período de cuatro meses de gran flujo de migrantes. En marzo esos encuentros han sido de un promedio diario de 5.000 personas, un incremento del 50% con respecto a febrero si esas cifras se mantienen todo el mes.
Esto incluye la mayor cantidad de niños no acompañados desde que se llevan registros y las instalaciones de detención superpobladas han obligado a las autoridades estadounidenses a habilitar más espacios. Su objetivo es alcanzar una capacidad de 13.500 camas en sus albergues para menores.
La situación actual trae recuerdos de lo sucedido en la administración de Trump hasta que optó por devolver a los niños, sobre todo después que promulgó una declaración de salud pública por el coronavirus.
Aunque Biden se resguarda aún en esa medida para expulsar a los adultos, ha optado por no deportar a los menores por los riesgos que enfrentan en sus países.
El presidente ha pedido a los migrantes que no viajen, pero Grisel, por ejemplo, desoyó esos consejos creyendo que las fronteras sí estaban abiertas. Así, le pidió a su mamá que viajara a la frontera a pedir asilo con sus niñas Zuleimy, de nueve años, y Airana, de cuatro. La mujer de 53 años solicitó asilo, pero le dijeron que no podía entrar. Por miedo a la violencia fronteriza, cruzó el río que separa a los dos países el 7 de marzo y se entregó a las autoridades. Ella y su hijo de 15 años fueron repatriados a México, mientras que sus dos nietas quedaron bajo custodia y aún esperan reunirse con su mamá, que vive en Nebraska.
La abuela, Mirna, llamó en la madrugada a su hija, Grisel, que estaba en sus últimas semanas de embarazo, para avisarle.
“Sentí una angustia muy fea”, relató Grisel y contó que se le adelantó el parto por los nervios que pasó. “Tuve miedo de que separaran a las dos hermanas (las dos niñas), que estuvieran llorando, espantadas, a no saber nada de ellas, a que estuvieran perdidas en el sistema”, dijo la mujer de 33 años.
Hasta el 29 de marzo, más de 17.000 menores no acompañados estaban bajo custodia de Estados Unidos, unos 12.000 con HHS y el resto con CBP, de acuerdo con estadísticas diarias proporcionadas por esas instituciones. En promedio, en los últimos 30 días han sido detenidos o se han entregado en la frontera casi 490 niños cada día, la mayoría huyendo de la violencia y la pobreza.
Entre estos casos está también el de Catalina Avilés.
La madre soltera de 41 años llegó a Estados Unidos en junio 2020 busca de un porvenir para su familia y pensó que ahora era un buen momento para que su hija Yeraldy de 18 años, que ha sido agredida por grupos de crimen organizado, pidiera asilo junto a sus dos hermanas más pequeñas.
Sin embargo, Yeraldy dice que después de tres intentos infructuosos de pedir asilo en puestos fronterizos diferentes, decidió cruzar ilegalmente el río en balsa con sus hermanitas el 18 de febrero y se entregó a las autoridades fronterizas.
Estuvieron seis días juntas detenidas y luego Yeraldy fue trasladada en autobús a uno de los puentes fronterizos, donde las autoridades estadonidenses la dejaron en la madrugada, según relató la joven. Desde allí, tomó un taxi hasta a un hotel de Ciudad Juárez y llamó a su madre para avisarle lo que había sucedido.
Ahora se siente culpable de haber entregado a sus hermanas menores creyendo que serían reunificadas con su madre en una semana. “Me siento muy mal”, dijo la joven llorando en una entrevista telefónica desde su casa en el estado de Michoacán, en el suroeste de México, acosado por carteles de la droga y crimen organizado y uno de los que más homicidios tiene en todo el país. “Mi miedo es que no se las entreguen”.
Su mamá, Catalina, dice que ha presentado cada uno de los documentos que le piden, pero aún así no ha podido reunirse aún con sus pequeñas. La mexicana relató que fue victima de violencia doméstica cuando vivió anteriormente en Los Ángeles, entre 2005 y 2009, y que su caso fue cerrado cuando decidió regresar a su país. Al parecer las autoridades están ahora investigando ese caso cerrado, dijo.