Expertos británicos lideran la caza genética del virus
El 4 de marzo de 2020, cuando había apenas 84 casos confirmados de COVID-19 en Gran Bretaña, la profesora Sharon Peacock se dio cuenta de que el país necesitaba ampliar su capacidad de analizar la composición genética del virus.
La microbióloga de la Universidad de Cambridge comprendía que la secuenciación genética sería crucial para combatir la enfermedad, controlar brotes y desarrollar vacunas. De modo que empezó a trabajar con colegas de todo el país para trazar un plan. En un mes, el gobierno había proporcionado 20 millones de libras (28 millones de dólares) para financiar su trabajo.
La iniciativa ayudó a convertir a Gran Bretaña en líder mundial en el análisis rápido de material genético de una gran cantidad de pacientes de COVID-19, responsable de más del 40% de las secuencias genéticas identificadas hasta la fecha. Su prioridad ahora es encontrar nuevas variantes más peligrosas o resistentes a las vacunas, una información crucial para ayudar a los investigadores a modificar las vacunas o desarrollar otras nuevas para combatir un virus que sigue mutando.
“Han enseñado al mundo cómo se hace esto”, dijo el doctor Eric Topol, presidente de medicina innovadora en Scripss Research, en San Diego, California.
La secuenciación del ADN es básicamente el proceso de identificar la composición genética única de un organismo, en este caso el virus que provoca el COVID-19. Aunque la técnica ya se emplea para estudiar desde el cáncer a brotes de intoxicaciones alimentarias o el virus de la gripe, esta es la primera vez que las autoridades la utilizan para seguir la pista de una pandemia global en tiempo real.
Peacock, de 62 años, lidera los esfuerzos británicos de secuenciación como directora ejecutiva y presidenta del Consorcio Británico de Genética de COVID-19, (conocido como COG-UK por sus siglas en inglés), el grupo que ayudó a crear hace un año.
La primera semana de este mes, COG-UK secuenció 13.171 virus, en comparación con los 260 de sus 12 primeros días de actividad en marzo del año pasado, según los reportes semanales en el sitio web del grupo.
Detrás de ese aumento hay un sistema que conecta la ciencia de la secuenciación genética con los recursos del sistema nacional de salud británico.
Las muestras positivas en COVID-19 procedentes de hospitales y programas de pruebas diagnósticas se envían a una red de 17 laboratorios donde los científicos pasan días extrayendo material genético de cada hisopo y analizándolo para identificar el código genético único de ese virus. Después se cruza esa información con datos de salud pública para comprender mejor cómo, dónde y por qué se expande la enfermedad.
Cuando las mutaciones del virus se corresponden con un aumento de casos sin otra explicación, es una pista de que en esa zona está circulando una nueva variante a vigilar.
La importancia de la secuenciación genética se hizo evidente el año pasado, cuando empezaron a dispararse los contagios en el sureste de Inglaterra. Las nuevas infecciones seguían subiendo pese a las duras restricciones locales, y las autoridades de salud pública investigaron por qué.
Al analizar los datos genéticos, los científicos identificaron una nueva variante con mutaciones que facilitaban el contagio.
Armado con esa información, el primer ministro, Boris Johnson, impuso una cuarentena nacional que sustituyó a una estrategia de restricciones locales que no había logrado contener a la nueva variante.
Esa labor detectivesca es crucial, pero similar a buscar una aguja en un pajar porque los investigadores deben revisar secuencias genéticas de miles de variantes inofensivas para encontrar las poco comunes pero peligrosas, dijo Peacock.
“Es vital para que podamos comprender qué variantes circulan, tanto en Gran Bretaña como en todo el mundo, y por tanto las implicaciones de eso sobre el desarrollo de vacunas, y la forma en la que podríamos tener que adaptar las vacunas”, explicó.
La labor es una colaboración global en la que más de 120 países envían secuencias a GISAID, un núcleo para compartir datos creado en principio para rastrear virus de la gripe.
Islandia, Australia, Nueva Zelanda y Dinamarca secuencian un porcentaje mayor de sus casos de COVID-19 que Gran Bretaña, y Dinamarca lo hace más rápido. Pero la labor de COG-UK, combinada con el tamaño y el mayor número de casos en Gran Bretaña, la ha convertido en líder mundial en la secuenciación genética del COVID-19. Gran Bretaña ha enviado 379.294 de las casi 898.000 entradas en la base de datos de GISAID.
Ese trabajo está ofreciendo beneficios incluso en países avanzados como Dinamarca, donde los científicos utilizan herramientas desarrolladas en Gran Bretaña para analizar sus propios datos, indicó Mads Albertsen, profesor de la Universidad danesa de Aalborg y que forma parte de los esfuerzos de secuenciación genética en el país.
“Lo que mejor ha hecho Gran Bretaña de lejos es todo el mecanismo”, dijo Albertsen. “De modo que tienen muchos más investigadores y una estructura mucho más profesional en torno a como utilizar los datos”.
Estados Unidos también intenta aprender de Gran Bretaña conforme el gobierno de Biden a la vuelta a las políticas anticientíficas de su predecesor, que frenaron los esfuerzos de secuenciación en el país, dijo Topol, de Scripss Research. Representantes de COG-UK participaron hace poco en una llamada con investigadores estadounidenses y la Fundación Rockefeller dirigida a ampliar la capacidad de Estados Unidos.
“Hay que reconocer a Peacock y al equipo que no se limitaron sólo a la secuenciación”, dijo Topol. “Organizaron laboratorios para hacer este otro trabajo, que es en realidad una investigación de laboratorio muy intensiva. Y también está el análisis epidemiológico. De modo que todo tiene que marchar en todos los pasos”.
El proceso de secuenciación británica se construyó sobre los cimientos de la investigación genética de vanguardia en Gran Bretaña, que se remonta a la labor de James Watson, Francis Crick y Rosaling Franklin, a los que se atribuye el descubrimiento de la estructura química del ADN. Otros científicos británicos desarrollaron técnicas iniciales de secuenciación, y más tarde se desarrolló tecnología que redujo el tiempo y el coste que requerían.
Ese éxito atrajo inversiones, como la decisión del Wellcome Trust's en 1992 de crear el Centro Sanger para ayudar a mapear el genoma humano, que amplió el campo de conocimiento en Gran Bretaña. Y el Servicio Nacional de Salud británico ofreció datos para que estudiaran los expertos.
Sus colegas dicen que Peacock merece buena parte del mérito por el éxito de COG-UK, aunque ella prefiere destacar el trabajo de otros.
En una gran labor organizadora, formó el equipo de detectives de ADN del país a base de buena voluntad y grupos de chat. Eso requirió convencer a científicos destacados para que dejaran su ego y sus rivalidades académicas a un lado y trabajaran juntos para ayudar a combatir la pandemia, dijo Andrew Page, un experto en análisis informático de genética de patógenos y que trabaja con COG-UK.
La labor de Peacock en el proyecto le ha dado notoriedad y el título extraoficial de comandante de cazadores de variantes. Pero ella prefiere un término más sencillo.
“Me considero, antes que nada, una científica que hace todo lo que puede para intentar ayudar a la población, tanto en Gran Bretaña como en otros lugares, a controlar la pandemia”, dijo. “Quizá allá una frase mejor para eso, pero científica sirve”.