Los austriacos, hartos de las restricciones anticovid, vuelven a manifestarse
Hasta 2.000 personas, según la policía, se manifestaron este sábado en Viena, pese a que las concentraciones estén prohibidas, contra las medidas del gobierno austríaco para frenar la pandemia de coronavirus.
"¡He perdido mi trabajo, soy enfermera y ya no quería llevar más esta mascarilla de mierda!", declaró Sigrid frente a la iglesia de San Carlos, en el centro de la capital austriaca.
"No cedo ni un ápice sobre mis derechos fundamentales, tengo derecho a respirar libremente", agregó en medio del frío, frente a una multitud que enarbolaba banderas austríacas y reclamaba la dimisión del canciller, el conservador Sebastian Kurz.
La policía multó a varios centenares de personas por no respetar las medidas de distanciamiento o por negarse a cubrirse las vías respiratorias.
Las seis concentraciones convocadas fueron prohibidas por las autoridades, pues en las anteriores no se habían respetado las medidas de seguridad, como la distancia social.
El 16 de enero, 10.000 personas salieron a las calles y otras tantas lo hicieron dos semanas después, aunque las marchas estuvieran prohibidas.
"Mi padre se suicidó en noviembre porque no quería revivir lo que ya tuvo que pasar durante la guerra", declaró a la AFP Beatrix Hasner, que lucía una máscara veneciana.
"Dijo: 'no quiero volver a la dictadura' y se pegó un tiro, a sus 92 años", explicó, muy emocionada, junto a su esposo.
El gobierno decretó un confinamiento, el tercero, después de Navidad, lo que causó un gran descontento entre la población.
Aún así, el virus continúa propagándose en el país, de 8,9 millones de habitantes, donde el sábado se registraron 1.400 nuevos casos. La región del Tirol, en el oeste, es un foco de la variante del covid-19 detectada inicialmente en Sudáfrica.
El lunes, el gobierno suavizó las restricciones al permitir la apertura de los museos y de las tiendas. Las escuelas, de momento, permanecen abiertas dos días por semana.
"El gobierno adolece de una total falta de empatía", denunció Manfred, que caminó a pie desde un pueblo de las afueras hasta el centro de Viena, pese a las bajas temperaturas, de -2 ºC.