EE.UU.: Estados se resisten a restricciones por pandemia

“SIMPLEMENTE NO PODEMOS PERMANECER CERRADOS HASTA QUE LA VACUNA LLEGUE A MASA CRÍTICA. EL COSTO ES DEMASIADO ELEVADO. NO NOS QUEDARÁ NADA POR ABRIR”

Foto: Damian Dovarganes/AP

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Julie Watson/Terry Tang/APPhoenix, Estados Unidos

Mientras Estados Unidos pasa por la fase más mortífera hasta el momento de la pandemia de coronavirus, gobernadores y funcionarios locales en partes muy afectadas del país muestran poca disposición para imponer nuevas restricciones a los negocios para contener la propagación.

Y, a diferencia del 2020, cuando el debate sobre las cuarentenas con frecuencia dividía a los partidos, ahora tanto demócratas como republicanos señalan su oposición a los cierres forzados y otras medidas.

Algunos han expresado temor de que empeore el fuerte daño económico causado por la crisis. Otros notan poca paciencia entre el electorado para que les impongan más restricciones a 10 meses de haber iniciado la crisis.

Y unos más parecen estar más enfocados en la distribución de las vacunas, algo que eventualmente pondría fin a la amenaza.

El cambio de tono más notable fue el del gobernador de Nueva York Andrew Cuomo, un demócrata, quien impuso una severa cuarentena la primavera pasada, cuando el estado se convirtió en el epicentro del brote en Estados Unidos.

“Simplemente no podemos permanecer cerrados hasta que la vacuna llegue a masa crítica. El costo es demasiado elevado. No nos quedará nada por abrir”, dijo Cuomo esta semana cuando se confirmó que las infecciones en el estado subieron a un promedio de 16.000 por día y las muertes alcanzaron aproximadamente 170 diarias.

Los teatros siguen cerrados y no se puede comer al interior de restaurantes en la ciudad de Nueva York, pero Cuomo dijo el martes que si se pudiera desarrollar un sistema de pruebas rápidas del virus, permitiría que esos sectores regresaran de forma más segura.

En Arizona, en donde la pandemia está causando estragos, el gobernador republicano Doug Ducey ha sido firme en su oposición al uso obligatorio de mascarilla a nivel estatal o al cierre de bares, gimnasios y restaurantes, a pesar de las reiteradas peticiones de los directivos de hospitales de tomar dichas medidas.

“Si ya estamos todos juntos en esto, entonces tenemos que entender que, para muchas familias, cuarentena no significa inconveniente; significa catástrofe”, manifestó Ducey.

Gobernadores de otros lugares críticos, como Texas, han expresado opiniones similares, mientras que otros estados relajan las restricciones incluso cuando el número de muertes en Estados Unidos está cerca de las 380.000 y los casos superan los 22,7 millones. El promedio diario de muertes a nivel nacional está por arriba de las 3.200.

Minnesota volvió a permitir que la gente comiera en los restaurantes desde esta semana, y Michigan hará lo mismo el viernes. Las normas de Nevada expiran el viernes.

Incluso en los estados con medidas más estrictas en vigor, como California, las personas desobedecen las reglas.

El lunes, cuando las unidades de cuidado intensivo en el sur de California estaban atiborradas de pacientes, las personas llenaron las playas de San Diego para ver el alto oleaje de esta semana, muchos a menos de 1,8 metros (6 pies) de distancia entre ellos y sin mascarillas.

Otros estadounidenses también han ignorado las reglas. Turistas de Estados Unidos pasaron Navidad y Año Nuevo en la costa caribeña de México, mientras que miles de aficionados de fútbol americano de la Universidad de Alabama llenaron bares la noche del lunes para celebrar el campeonato nacional.

Más de 9,3 millones de estadounidenses han recibido la primera dosis de la vacuna, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, una lenta distribución para una campaña que tendrá que inocular probablemente al 85% de la población, o cerca de 300 millones de personas, para vencer al virus.

El martes, el gobierno del presidente Donald Trump anunció planes para acelerar la vacunación al distribuir prácticamente el doble de vacunas, en lugar de mantener en reserva grandes cantidades para asegurar que la gente reciba la segunda dosis a tiempo.

La práctica de almacenar dosis se debió al temor de que hubiera demoras en la producción, pero funcionarios afirman que ahora confían en que habrá suministros.