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Aprovechando al máximo el futuro auge de Biden

Además, también podemos apostar a que cuando lo hagamos, la economía regresará con toda su fuerza.

El presidente estadounidense, Donald Trump, participa en un informe sobre incendios forestales en el Aeropuerto Sacramento McClellan en McClellan Park, California, el 14 de septiembre de 2020. (Doug Mills/The New York Times).

El presidente estadounidense, Donald Trump, participa en un informe sobre incendios forestales en el Aeropuerto Sacramento McClellan en McClellan Park, California, el 14 de septiembre de 2020. (Doug Mills/The New York Times).

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The New York TimesWashington, Estados Unidos

Los próximos meses serán increíblemente sombríos. La pandemia se está disparando, pero Donald Trump tuitea mientras Estados Unidos arde. Sus funcionarios, reacios a aceptar que perdió la elección, se rehúsan siquiera a compartir datos sobre el coronavirus con el equipo de Joe Biden.

Como resultado, muchas muertes prevenibles ocurrirán antes de que se logre una distribución masiva de una vacuna. Y la economía también sufrirá; el sector de los viajes está en declive, un indicador temprano de una desaceleración en el crecimiento de empleos y quizá incluso un retorno a la pérdida de empleos, a medida que los temores por el virus hacen que los consumidores dejen de comprar.

No obstante, una vacuna está en camino. Nadie está seguro de cuál de las prometedoras candidatas prevalecerá o cuándo estarán disponibles para todo público. Sin embargo, podemos estimar que la pandemia estará bajo control en algún momento del próximo año.

Además, también podemos apostar a que cuando lo hagamos, la economía regresará con toda su fuerza.

De acuerdo, este no es el punto de vista de la mayoría. Casi todos los pronosticos económicos parecen ser bastante pesimistas; se espera una prolongada y lenta recuperación que tardará años en regresarnos a algo parecido al empleo pleno. Se preocupan mucho por las “cicatrices” a largo plazo debido al desempleo y los negocios que han cerrado. Y podrían tener razón.

No obstante, tengo la sensación de que muchos analistas han sobreaprendido las lecciones de la crisis financiera de 2008 que, en efecto, fue seguida de años de empleo escaso, lo que desafió las predicciones de los economistas que esperaban el tipo de recuperación en “forma de V” que la economía experimentó después de recesiones pronunciadas previas. Si de algo sirve, yo fui uno de los que no estuvieron de acuerdo en ese entonces, al argumentar que este era un tipo diferente de recesión y que la recuperación tardaría un largo tiempo.

Y aquí está lo importante: la misma lógica que predijo una recuperación lenta de la pasada gran recesión señala una recuperación mucho más rápida esta vez; reitero, cuando la pandemia esté bajo control.

¿Qué retrasó la recuperación después de 2008? Lo más obvio, la ruptura de la burbuja inmobiliaria dejó a las familias con altos niveles de deuda y balances generales muy debilitados que tardaron años en recuperarse.

Sin embargo, en esta ocasión, las familias comenzaron la recesión pandémica con una deuda mucho más baja. El valor neto se vio afectado por un breve momento, pero se recuperó enseguida. Y probablemente haya mucha demanda reprimida: los estadounidenses que conservaron su empleo ahorraron grandes cantidades durante la cuarentena, al acumular muchos activos líquidos.

Me parece que todo esto indica que el gasto se incrementará cuando la pandemia ceda y la gente se sienta segura de salir y hacer cosas, tal como el gasto se elevó en 1982 cuando la Reserva Federal bajó las tasas de interés. Y todo esto indica que, a la larga, Joe Biden presidirá un tipo de recuperación ascendente y renovadora.

Lo que me remite a la política. ¿Cómo debería Biden manejar las buenas noticias económicas cuando lleguen?

Primero que nada, debería celebrarlas. No espero que Biden se enfrasque en alardes parecidos a los de Trump; no es ese tipo de hombre, y su equipo económico estará compuesto por personas a las que les importa su reputación profesional, no por los chiflados e improvisados que conforman la administración actual. Sin embargo, él puede subrayar las buenas noticias y señalar cómo eso refuta las afirmaciones de que las políticas progresistas de alguna manera evitan la prosperidad.

Además, Biden y sus representantes no deberían dudar en señalar a los republicanos, tanto en Washington como en los gobiernos estatales, cuando intenten sabotear la economía (lo que, por supuesto, harán). Ni siquiera me sorprendería si vemos esfuerzos de parte de los republicanos para impedir la distribución masiva de una vacuna.

¿Qué pasa? ¿Creen que habrá límites para un partido que se rehúsa a cooperar con el gobierno entrante (y que, de hecho, todavía intenta robarse la elección)?

Finalmente, aunque Biden debería aprovechar al máximo las buenas noticias económicas, también debería intentar amplificar ese éxito y no dormirse en sus laureles. Los auges a corto plazo no son garantía de prosperidad a largo plazo. A pesar de la rápida recuperación de 1982-1984, el trabajador estadounidense promedio ganó menos, ajustado a la inflación, al final de la presidencia de Reagan en 1989 que en 1979.

Además, aunque soy optimista sobre la situación inmediata de una economía posterior a la distribución de una vacuna, todavía necesitaremos invertir a gran escala para reconstruir nuestra infraestructura que se cae a pedazos, mejorar las condiciones de las familias estadounidenses (especialmente de los niños) y, por sobre todas las cosas, evitar el catastrófico cambio climático.

Así que incluso si estoy en lo cierto sobre las posibilidades de un auge de Biden, los beneficios políticos de ese auge no deberían ser un motivo de complacencia; deberían ser utilizados para mejorar Estados Unidos a largo plazo.

Y el hecho de que Biden quizá logre hacer eso es un motivo de esperanza.

Quienes estábamos preocupados por el futuro sentimos alivio de ver a Trump derrotado (a pesar de que es posible que tenga que ser retirado de la Casa Blanca por la fuerza), pero también experimentamos una amarga decepción por el fracaso de la esperada ola azul que originaría una mayor cantidad de victorias demócratas.

Aunque, si estoy en lo correcto, la peculiar naturaleza de la recesión por el coronavirus podría darles a los demócratas otra gran oportunidad política. Es muy probable que puedan contender en las elecciones intermedias de 2022 como el partido que rescató a la nación y a la economía de las profundidades del desánimo por la COVID-19. Y deberían aprovechar esa oportunidad, no solo por su propio bien, sino por el bien de la nación y del mundo.