Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Reclusas peruanas hablan con familiares por videoconferencia por motivo de pandemia

Joselyn Lavado de 28 años, saluda mientras se comunica en línea con sus familiares en la prisión de mujeres de Santa Mónica en Lima, Perú.

Joselyn Lavado de 28 años, saluda mientras se comunica en línea con sus familiares en la prisión de mujeres de Santa Mónica en Lima, Perú.

Después de siete largos meses sin contacto con sus familias por la pandemia del coronavirus, casi medio centenar de reclusas peruanas pudieron hablar con sus seres queridos por videoconferencia.

"Ha sido el día más feliz, parece que me dieron la libertad", dice a la AFP la afroperuana Cinthya Caldas Salazar, quien cumple una sentencia de seis años en la cárcel para mujeres de Santa Mónica, situada en el sur de Lima, cerca del mar.

A Cinthya, de 37 años, se le cayeron las lágrimas mientras hablaba durante 40 minutos con su hijo adolescente, al que no veía desde hacía cuatro años, pues ahora vive en España con una tía.

El Instituto Nacional Penitenciario (INPE) puso en marcha este viernes el "sistema de videollamadas itinerante en penales" para permitir que los reclusos vuelvan a tener contacto con sus familias.

La primera sesión de videollamadas fue muy emotiva para las internas de Santa Mónica, pero también para quienes las custodian.

"Ha sido muy difícil"

Este sistema de visitas digitales debutó en dos cárceles, en la ciudad andina del Cusco y en el penal de Santa Mónica, situado en el distrito limeño de Chorrillos.

En el patio de la prisión fueron instaladas mesas con una docena de computadores portátiles y audífonos con micrófono.

"Me he comunicado con mis padres, con mis abuelitos, me siento muy feliz", dice aliviada a la AFP Ketherine Huamán, de 23 años.

"No puedo explicar todos los sentimientos que puede albergar mi corazón por esta oportunidad que nos han dado, desde el mes de marzo no recibo una visita”, agrega con lágrimas.

Las visitas a las prisiones fueron prohibidas a partir del 16 de marzo en Perú, cuando el gobierno decretó la emergencia sanitaria por la pandemia.

Además, las autoridades han restringido el ingreso de encomiendas con alimentos para los presos y suspendieron los talleres de trabajo que permitían que los reclusos ganaran algún dinero.

"La convivencia durante la pandemia en este penal y en todos los penales ha sido muy difícil", admite la jefa del INPE, Susana Silva, quien asistió a la primera sesión de videollamadas.

Las prisiones de Perú albergan a 97.000 internos, casi 2,5 veces su capacidad (39.000).

Presos y guardias

Doce reclusas mantenían videollamadas con sus parientes. A veces la conexión se cortaba, pero poco después se restablecía. Otras esperaban su turno en unas bancas de madera en el patio del principal cárcel de mujeres de Lima, que tiene un anexo donde estuvo recluida durante más de un año la líder política Keiko Fujimori.

En los primeros meses, la pandemia causó estragos en los penales peruanos, lo que provocó motines y protestas en prisiones de hombres por temor a contagios.

Al menos 30 presos han muerto por covid-19, de unos 645 que contrajeron el virus en las hacinadas cárceles del país andino, según las autoridades.

El temido virus también ha contagiado a 224 guardias penitenciarios, de los cuales han muerto 44, de acuerdo a cifras oficiales.

"Fue emocionante"

Por ahora no todos los presos de las cárceles peruanas tienen acceso a las videoconferencias, sino únicamente los de buena conducta.

"Hacía siete meses que no veía a mi familia. Me siento contenta de volver a ver a mi hija de cuatro años y a mi mamá. Fue emocionante verlos", dice llorando Joselyn Lavado, de 28 años, sentenciada a 15 años por tráfico de drogas.

Le emoción era muy fuerte. Prácticamente todas las reclusas lloraban delante de sus seres queridos.

Algunas no veían a un hijo o a su madre desde mucho tiempo antes de que irrumpiera la pandemia en marzo en Perú, donde ha contagiado a 883.000 personas y matado a 34.000.

Con capacidad para 450 internas, Santa Mónica alberga a 767. Entre ellas hay 68 extranjeras, varias de ellas por tráfico de drogas, principalmente México, Colombia y Venezuela, pero también de Estados Unidos y Lituania.

"La vida de las extranjeras es difícil porque no tienen a nadie quien las visite", dice a la AFP la mexicana Fanny Ledesma, que llevaba una cadena al cuello con la imagen de la virgen de Guadalupe mientras hablaba con sus familias, a la que no veía desde hacía 16 meses.