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Autoridades europeas utilizan el virus para acosar a gitanos

Expertos y activistas de derechos humanos denunciaron que las autoridades de varios países con importantes poblaciones gitanas han aprovechado la pandemia para atacar

El sobrino más joven de Azime Ali Topchu, una mujer gitana búlgara de 48 años, se asoma tras una cortina en un poblado a las afueras de Burgas, Bulgaria, el lunes 28 de septiembre de 2020. Expertos y activistas de derechos humanos denuncian que las autoridades de varios países con importantes poblaciones gitanas han aprovechado la pandemia para atacar de forma ilegítima a esta minoría, la más grande de Europa y que ha sufrido grave discriminación durante siglos. (AP Foto/Vadim Ghirda)

El sobrino más joven de Azime Ali Topchu, una mujer gitana búlgara de 48 años, se asoma tras una cortina en un poblado a las afueras de Burgas, Bulgaria, el lunes 28 de septiembre de 2020. Expertos y activistas de derechos humanos denuncian que las autoridades de varios países con importantes poblaciones gitanas han aprovechado la pandemia para atacar de forma ilegítima a esta minoría, la más grande de Europa y que ha sufrido grave discriminación durante siglos. (AP Foto/Vadim Ghirda)

En Bulgaria se rociaron poblaciones gitanas con desinfectante desde aviones de fumigación cuando los casos de coronavirus crecían en el país esta primavera. En Eslovaquia, sus poblados fueron los únicos donde el Ejército hizo pruebas diagnósticas. Y en toda Europa central y del este, los reportes de fuerza excesiva de la policía contra gitanos se dispararon con el despliegue de agentes para vigilar el cumplimiento de las cuarentenas en sus comunidades.

Expertos y activistas de derechos humanos denunciaron que las autoridades de varios países con importantes poblaciones gitanas han aprovechado la pandemia para atacar de forma ilegítima a esta minoría, la más grande de Europa y que ha sufrido grave discriminación durante siglos. Ahora que los casos de COVID-19 repuntan en todo el continente, algunos expertos temen que también regrese la represión.

Para empeorar las cosas, los activistas señalan que esa discriminación suele encontrar poca oposición de otros europeos, y los gitanos son reacios a denunciarla por miedo a represalias.

Azume Ali Topchu, de 48 años, dijo en una tarde reciente que la cuarentena vigilada por la policía en su poblado de Burgas, en la costa búlgara del Mar Negro, había dejado a su familia “muy triste”.

“Fue muy duro. Duro. Para ir a trabajar, toda mi familia -mi esposo y mi hijo tenían que ir- (debían) rellenar papeles, para poder pasar los controles de policía”, dijo mientras sus tres nietos jugaban junto a una pila de leña cuidadosamente colocada.

Pero Topchu, que vive en una casa de ladrillo de una planta al lado de su hijo y su nuera, no quiso hablar mucho más. Las calles de su poblado fueron rociadas con desinfectante, aunque no desde el cielo, varios meses antes.

Ella dijo que el proceso de desinfección era “algo que había que hacer”.

Pero otros poblados gitantos -en Yambol, Kyustendil y otros lugares de Bulgaria- fueron rociados en marzo y abril con miles de litros de desinfectantes desde helicópteros o aviones utilizados normalmente para fertilizar cosechas, según autoridades locales y activistas gitanos búlgaros.

“Eso fue claramente racista, porque sólo se hizo en vecindarios gitanos”, dijo Radoslov Stoyanov, del Comité Búlgaro de Helsinki, un grupo de derechos humanos. “El mensaje general que se envió a la población no gitana era que los gitanos eran peligrosos”.

Los pueblos romaníes, o gitanos, descienden de tribus del norte de India, y siglos de persecución y marginación los han convertido en una de las poblaciones más pobres y con menos educación de Europa. Muchos viven en barrios segregados, a menudo con acceso limitado a electricidad, agua corriente y atención sanitaria. Muchos afrontan discriminación a la hora de buscar trabajo o acceder a atención sanitaria, y su esperanza de vida es menor que la del resto de la población.

Las estrictas medidas utilizadas contra las poblaciones gitanas se aplicaron a pesar de que no se detectó ningún brote importante entre ellos, y emulaban la forma en la que algunos gobiernos aprovecharon la pandemia para cubrir tácticas represivas.

Muchos países europeos no monitorean los casos de coronavirus en la población romaní, aunque autoridades eslovacas reportaron al final del verano que se habían registrado 179 casos en distritos romaníes, en una población de más de 500.000 personas.

Dos activistas de derechos humanos de Naciones Unidas publicaron en mayo una carta abierta pidiendo al gobierno búlgaro que suspendiera sus operaciones policiales asociadas a la pandemia en barrios gitanos y “detenga el discurso de odio” contra la minoría, después de que el líder de un partido nacionalista describiera sus comunidades como “nidos de infección”.

También las autoridades de otros países europeos han puesto la mira en los gitanos: un alcalde en el norte de Moldavia culpó a la comunidad de expandir el virus, mientras que un funcionario municipal ucraniano en Ivano-Frankivst ordenó a la policía que expulsara a todos los gitanos de la localidad. Esto no se limita a Europa del este: el alcalde de una ciudad a las afueras de París pidió a los vecinos que contactaran con el gobierno francés “en cuanto vean una caravana circulando”, en alusión a los gitanos.

En un reporte reciente, el Centro Europeo de Derechos de los Gitanos documentó 20 casos de lo que describió como un uso de la fuerza desproporcionado de la policía contra los los gitanos en cinco países, señalando que se trataba de una cifra inusualmente alta. En un video sobre medios sociales, un oficial rumano parecía presionar varias veces la rodilla contra un hombre esposado mientras era arrastrado, después de la detención de varias personas por incumplir las restricciones contra el virus.

Las autoridades eslovacas investigaban las acusaciones de que un agente golpeó a cinco niños gitanos con una porra y amenazó con dispararles después de que los encontraran jugando fuera de su poblado, incumpliendo la cuarentena nacional.

“Es inaceptable que la policía utilice la fuerza contra niños”, dijo Maria Patakyova, la defensora del pueblo eslovaca, que dirige un organismo independiente que defiende los derechos humanos. “Ni siquiera la pandemia puede ser un motivo para emplear métodos policiales desproporcionados”.

La oficina de Patakyova concluyó el mes pasado que la cuarentena en tres poblaciones gitanas infringió de forma injusta su derecho a la libertad de movimiento, aunque los líderes regionales que impusieron las medidas han restado importancia a sus conclusiones.

Numerosos activistas gitanos y otras personas expresaron también su preocupación cuando se enviaron soldados eslovacos para hacer pruebas diagnósticas de COVID-19 en algunos poblados gitanos y patrullar barrios, armados con rifles automáticos.

Juraj Jando, que también trabaja para la oficina de la Defensora del Pueblo, dijo que pese a esta demostración de fuerza, el gobierno no ayudó de forma significativa a las comunidades a combatir el virus. Por ejemplo, las personas que habían tenido contacto con un positivo y querían alojarse en un centro de aislamiento gestionado por el gobierno debían pagar 13 euros (15 dólares) al día por cubrir sus gastos de comida, una suma inasumible para muchos miembros de la comunidad gitana.

Las autoridades también se apresuraron a menudo a aislar barrios gitanos enteros incluso cuando el número de casos estaba por debajo del umbral que habían marcado para ese tipo de medidas.

Petar Lazarov, portavoz del Ministerio eslovaco del Interior, dijo que todas las medidas se habían tomado de acuerdo a las leyes de salud pública del país.

En Bulgaria, las autoridades utilizaron drones con cámara térmica para medir la temperatura de la gente en barrios gitanos, lo que ha provocado preocupaciones de privacidad.

“Esto no habría pasado en un barrio blanco de clase media y tampoco debería haberles pasado a los gitanos”, dijo Jonathan Lee, del Centro Europeo de Derechos de los Gitanos.

Krassimir Brumbarov, trabajador sanitario gitano en Burgas, donde se utilizaron los drones, señaló que a la gente también le molestaba la presencia casi constante de la policía en el poblado.

La oficina del alcalde en Burgas declinó responder a sucesivas preguntas de AP sobre por qué se tomaron esas medidas.

Como en Eslovaquia, Lee señaló que las autoridades búlgaras no hicieron gran cosa por ayudar a los gitanos a protegerse del virus, señalando que en el cénit de la epidemia en el país, en abril, unos 500 residentes gitanos de Tsarevo estuvieron 10 días sin agua corriente.

Ognyan Isaev, activista gitano en Sofía, la capital de Bulgaria, dijo que temía que se reintrodujeran medidas discriminatorias si la pandemia va a peor, señalando que las autoridades locales que las aplicaron encontraron poca oposición.

“La próxima vez”, dijo Isaev, “podría ser incluso peor”.