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HISTORIA

Una vida en una casa rota iluminada por una vela

Una vela en el salón es lo único que iluminó el piso de Anastasia cuando el pasado 4 de agosto la explosión del puerto de Beirut se llevó su casa por delante.

Una semana después, la mujer de 80 años sigue sentada allí, escuchando la radio en lo que queda de su hogar a la espera de que alguien arregle el lugar en que ha vivido toda su vida.

En pleno corazón del barrio de Gemmayze, en el centro de Beirut, uno de los más afectados por la explosión, Anastasia sigue sin agua ni electricidad desde el pasado martes, un día que fue "peor que la guerra", dice, en alusión al conflicto que sufrió el Líbano durante 15 años, entre 1975 y 1990.

Anastasia Khoury ha vivido las dos guerras que han asolado el Líbano: la civil, que duró 15 años, y la que en 2006 enfrentó al grupo chií libanés Hizbulá con Israel.

"Solíamos correr mi marido y yo hacia los búnkeres bajo el edificio de la compañía eléctrica", una construcción que ha quedado ahora destrozada, recuerda.

Sin embargo y aunque "había muchos ataques aéreos durante la guerra", asegura que no hay "nada como esto", agregando que la "explosión fue peor que la guerra".

Los residentes en el edificio en el que habita Anastasia han dejado sus apartamentos, varios de ellos con los muros colapsados, y han buscado otro lugar donde quedarse ante la imposibilidad de continuar allí.

Forman parte de los alrededor de 300,000 personas que se han quedado sin hogar en los barrios céntricos de la capital, según cifras de la gobernación de Beirut.

Pero Anastasia no quiere hacer lo mismo.

"No quiero irme", afirma sentada mientras una ligera brisa entra en el salón porque las ventanas continúan rotas.

Nacida en Beirut en el seno de una familia ucraniana, Anastasia decidió el día de la explosión quedarse sentada en su casa después de correr a refugiarse bajo el marco de la puerta, rodeada del vidrio de sus ventanas que explotaron por la onda expansiva.

Un grupo de voluntarios limpiaron un poco el lugar, pero la casa sigue desvencijada. Lo único que ha conseguido arreglar es la puerta de entrada y por un precio elevado: 650 dólares.

El marco quedó afectado por el impacto del estallido y la puerta desencajada del marco no pudo evitar que un grupo de ladrones entraran por la noche en su casa, y ella tampoco.

"La puerta de la entrada estaba abierta todo el rato", indica

"Han robado incluso mi comida, blusas, dos vestidos y hasta mis combinaciones de ropa interior", señala impasible.

Ahora pasea por su casa, sin la dentadura postiza ya que no la encuentra, pero sin poder ni siquiera subir las escaleras hacia el tejado donde se encuentran los tanques de agua.

"Nadie ha venido a ver mi casa", lamenta desde un piso que mira al puerto, en el que el que todavía tiene miedo de que otra explosión pueda volver a ocurrir.

Ahora, sola y sin hijos, se ampara en sus sobrinos que ya han ido a la casa para visitarla.

"Vinieron y se fueron. ¿Qué van a hacer sentados aquí? Si es que hasta sus casas están destrozadas en Geitawi", otro de los vecindarios de la capital que quedó arrasado, junto al de Ashrafieh, donde todavía se escucha el ruido de la limpieza de los cristales en las calles.

"Cualquier cosa que ocurra, ocurrirá", afirma sin apenas emoción.

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