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Los sandinistas gobernantes de Nicaragua son víctimas de COVID-19, lo que pone de relieve la propagación de la enfermedad

En un intento por evitar el colapso económico, el gobierno continuó organizando eventos masivos, incluso después de que la pandemia ocasionara estragos en todo el mundo.

The New York TimesManagua, Nicaragua

Una serie de muertes recientes en toda Nicaragua –de alcaldes, jueces, autoridades policiacas, deportistas, rectores de universidades y burócratas gubernamentales– muestran la fría realidad de que el coronavirus está devastando a ese país centroamericano, aunque el gobierno no lo reconoce de manera pública.

Para los críticos del gobierno, las muertes son el resultado de la respuesta caótica y politizada del presidente Daniel Ortega a la pandemia, quien no ha incentivado el uso de mascarillas o instaurado medidas de distanciamiento social; además, se han realizado pocas pruebas y no se han dado órdenes de cierres o permanecer en casa. En su lugar, el gobierno ha fomentado reuniones masivas.

Esa respuesta parece haber afectado con más fuerza a los miembros del partido gobernante, el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Varios jóvenes epidemiólogos, virólogos y especialistas afines dijeron en la revista médica The Lancet que el manejo del coronavirus en Nicaragua “ha sido quizá el más errático de cualquier país del mundo hasta la fecha”.

“Eran los únicos que andaban por ahí sin mascarillas”, dijo Dora María Téllez, exministra de sanidad de los sandinistas que se separó de ese partido, “ya que la mascarilla llegó a ser considerada como un signo de oposición”.

Francisco Aguirre Sacasa, exembajador de Nicaragua en Washington, dijo que las muertes de los funcionarios públicos eran sorprendentemente obvias al ver cómo en la Asamblea Nacional hay muchas sillas vacías en el lado sandinista.

“No puedes ignorar eso”, dijo. “No puedes ocultarlo. No puedes encubrirlo. Es obvio, obvio, que los sandinistas han estado muriendo”.

Sin embargo, solo la muerte de pocos funcionarios se ha atribuido públicamente al COVID-19, lo mismo sucede con la mayoría de las muertes por el virus en Nicaragua. Muchos son oficialmente clasificados como “neumonía atípica”.

Oficialmente, el gobierno informa que únicamente 99 personas han muerto a causa del virus, aunque el Observatorio Ciudadano COVID-19, un grupo anónimo de médicos y activistas en Nicaragua, ha registrado 2397 muertes probables.

Sacasa dijo que uno de los legisladores sandinistas que murió de COVID-19 a finales de mayo fue su prima, María Manuela Sacasa de Prego, aunque también tenía cáncer.

“Sus hijos me dijeron que murió de COVID”, refirió Sacasa.

El gobierno ahora ha creado unidades hospitalarias solo para COVID, y los militares están organizando campañas de desinfección masiva. Pero muchos críticos dicen que una clara señal de que esas medidas llegaron demasiado tarde son las muertes de alto perfil de los propios miembros del partido.

El gobierno se está preparando para su celebración anual del 19 de julio, en la que se conmemora la victoria de la revolución sandinista, que derrocó la dictadura de la familia Somoza en 1979.

En el evento, que se celebra todos los años en una plaza pública de la capital, Managua, hay cientos de miles de personas que son llevadas en autobús desde todo el país. Se visten con camisetas a juego y llevan banderas de fiesta negras y rojas ante una tarima donde se sientan los principales funcionarios del gobierno.

Pero este año, por primera vez en sus 41 años de historia, la celebración se llevará a cabo como un concierto virtual, y sin la presencia de los principales miembros del partido que han fallecido en las últimas semanas.

Menoscabando aún más el ambiente festivo, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó el viernes al hijo de Ortega y a su esposa, Rosario Murillo, que además es la vicepresidenta del país.

El hijo, Juan Carlos Ortega, dirige una empresa de medios de comunicación “que utiliza para sofocar las voces independientes, difundir la propaganda del régimen y defender la violencia y la represión de los Ortega”, afirmó el Secretario de Estado Mike Pompeo en un comunicado.

Nicaragua, que pasó los dos últimos años luchando contra un levantamiento popular, fue uno de los pocos países que nunca cerró escuelas y empresas y nunca emitió órdenes para que las personas se quedaran en casa.

En un intento por evitar el colapso económico, el gobierno continuó organizando eventos masivos, incluso después de que la pandemia ocasionara estragos en todo el mundo.

En mayo, el gobierno publicó un informe que justifica su enfoque de la pandemia. El documento señalaba que un país desesperadamente pobre como Nicaragua no podía permitirse un cierre económico. Mucha gente en Nicaragua debe trabajar para comer y no puede quedarse en casa, sostiene el gobierno.

Pero no explicaba por qué permitía que continuaran las grandes reuniones, considerando que en todo el mundo se estaban cancelado eventos igualmente populares y concurridos.

Entre las muertes recientes de funcionarios sandinistas se encuentra la de Orlando Noguera, exalcalde de Masaya, una ciudad situada a 24 kilómetros al sur de la capital de Nicaragua. Se le conocía sobre todo por liderar la represión de los manifestantes antigubernamentales hace dos años, que dejó siete muertos en su ciudad.

Los parientes de Edén Pastora, un aliado del gobierno y una figura prominente en la guerra civil de la nación, dijeron que él no tenía la enfermedad. Pero su certificado de defunción, que fue leído a The New York Times por un familiar, mostraba que Pastora murió de “neumonía atípica” que es la designación oficial que se suele usar para las muertes por coronavirus.

Orlando J. Castillo, el jefe de la oficina de telecomunicaciones del gobierno que había sido recientemente sancionado por violaciones a los derechos humanos por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, murió el 2 de junio. Los medios locales, citando fuentes familiares, dijeron que la causa era COVID-19.

Cuando un alto funcionario de la policía, Olivio Salguera Hernández, murió en mayo, su familia insistió en que había sufrido un infarto fatal al miocardio. Pero los medios de comunicación informaron que su cuerpo fue enterrado el mismo día que murió, como es costumbre en Nicaragua cuando la gente muere de COVID-19, lo cual sugiere que pudo haber tenido la enfermedad.

Téllez, la exministra de salud sandinista, proporcionó al Times una lista de 38 sandinistas que se cree que fallecieron por el coronavirus y dijo que unos 200 nombres han circulado en las redes sociales.

También dijo que Ortega no parece estar siguiendo la estrategia de su gobierno porque no se le ha visto en público durante más de un mes. Es la segunda vez que desaparece durante la pandemia.

Carlos Fernando Chamorro, editor de Confidencial, un importante medio de comunicación, dijo que su equipo ha contabilizado unas 100 muertes de sandinistas, incluyendo unas 10 personas conocidas.

“El problema es que aquí oficialmente nadie muere de COVID-19”, dijo.