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'Acaba de salir de la nada': Black Lives Matter en los pueblos pequeños de Estados Unidos

Sin embargo, una tarde a principios de junio, justo en el centro de la cabecera municipal, se topó con una multitud de personas blancas que exigían justicia para las vidas negras.

The New York TimesEstados Unidos

Nikki Wilkerson solía considerarse la “niñita negra” que crecía en la zona rural de Pensilvania.

La han mirado con desconfianza cuando va de compras y la policía la ha interrogado sin ninguna razón aparente. Pero se había resignado a quedarse callada con respecto al racismo que, al parecer, sus amigos blancos nunca notaban, ni siquiera cuando sucedía justo frente a ellos. Nadie de por aquí hablaba de nada de eso. Así eran las cosas y ya.

Sin embargo, una tarde a principios de junio, justo en el centro de la cabecera municipal, se topó con una multitud de personas blancas que exigían justicia para las vidas negras. Se les unían estudiantes negros de bachillerato, hijos de campesinos hispanos, gente “gay, lesbiana, ‘queer’, transgénero o lo que fuera”, mencionó Wilkerson, de 34 años. “Este no era el Chambersburg donde yo crecí. No tenía idea. Todas estas personas acaban de salir de la nada”.

La escena era inspiradora, comentó. Pero también frustrante. “¿Por qué no estábamos haciendo esto desde hace mucho más tiempo?”.

Black Lives Matter (Las vidas negras importan) es quizá el movimiento de protesta más grande en la historia de Estados Unidos, el cual se desató en incontables ciudades y pueblos pequeños después de que la policía asesinó a George Floyd en mayo. Aunque las manifestaciones callejeras han disminuido poco a poco en la mayoría de los lugares, los nuevos grupos de activistas siguen planeando más eventos o participando en las juntas del ayuntamiento, que de otra manera estarían vacías, para exigir reformas al sistema policial.

No obstante, independientemente de cualquier cambio en las políticas, los cuales podrían tardar tiempo en llegar, un resultado importante de las últimas semanas podría ser la toma de conciencia por parte de muchos estadounidenses en los pueblos pequeños de que sus vecinos son más multirraciales y están menos dispuestos a permanecer callados de lo que asumía la mayoría de la gente.

En el estado de Pensilvania, en Lehighton, un pueblo cuya población es un 95 por ciento blanca, Montreo Thompson, de 26 años, a principios de junio colocó una silla de jardín en la entrada de su casa y colgó un cartel de Black Lives Matter. Unos días después, estaba ayudando a organizar marchas en los pueblos de toda la zona y protestando junto con personas negras que nunca antes había visto, algunas de las cuales vivían en su misma calle.

“Estaban literalmente a unos pasos de nuestra casa y yo nunca me percaté de que estaban ahí”, comentó Thompson.

Los pueblos pequeños de Estados Unidos nunca han sido una estructura monolítica en materia racial ni política. Después de las elecciones de 2016, y sobre todo en los estados donde el presidente Donald Trump arrasó, miles de mujeres, consternadas por el resultado, empezaron a participar en la política por primera vez en su vida, reuniéndose en sótanos de bibliotecas y organizando mítines, pequeños pero frecuentes. Sin embargo, ese movimiento, impulsado principalmente por mujeres de mediana edad de clase media, en los suburbios y zonas aledañas, en muchos aspectos fue solo un preámbulo a la ola masiva de las protestas posteriores a la muerte de Floyd.

Durante semanas, los manifestantes de Chambersburg se reunieron en la acera frente a la iglesia central presbiteriana, un monumento de referencia con una torre de bronce edificado en 1871, justo siete años después de que los soldados confederados redujeron el pueblo a cenizas. Scott Bowerman, quien ha sido pastor de esa iglesia durante ocho años, definió la elección de Trump como “un momento apocalíptico”. Mencionó que deliberadamente eligió esa palabra por la raíz del significado de apocalipsis: una revelación.

Bowerman señaló que las elecciones de 2016 revelaron que el condado de Franklin, donde se ubica Chambersburg, no solo era conservador sino que estaba prendado de la política de “Estados Unidos primero”, misma que en verdad emocionó a muchos de los electores blancos, quienes desplegaron banderas de Trump como nunca antes lo habían hecho por ningún otro candidato. Trump ganó en ese condado por más de 45 puntos, el 71 por ciento contra un 25 por ciento.

Pero las elecciones también evidenciaron una minoría silenciosa que no manifestaba sus ideas desde hacía mucho tiempo. Muchas personas ya se conocían (“los sospechosos habituales”, comentó Bowerman), pero empezaron a formar grupos liberales de manera abierta —la Coalición del Condado de Franklin para el Progreso, la Unificación de la Comunidad, los Ciudadanos Comprometidos del Condado de Franklin— que organizaron eventos para celebrar el mes del orgullo, por ejemplo, y profundizaron en temas como la reforma a la delimitación de distritos. Una nueva organización llamada Racial Reconciliation (Reconciliación Racial) empezó a coordinar grupos de debate en la iglesia presbiteriana, en los cuales la mayoría de los asistentes eran blancos.

Pero luego comenzaron las manifestaciones por George Floyd. Los manifestantes no apoyaban a Trump ni tampoco eran miembros de la llamada resistencia. Al principio, no tenían ningún reconocimiento.

“No podía creerlo”, señaló Linda Thomas Worthy, fundadora de Racial Reconciliation y una de las figuras más francas del condado en temas raciales.

Durante la primera semana de las manifestaciones, Thomas atravesaba en auto el centro del pueblo para tratar de reconocer quiénes eran todas estas personas que salían a protestar contra el racismo.

“Quería ver cómo se desarrollaba esto”, comentó.

Los manifestantes eran blancos en su mayoría, pero no todos; no en un pueblo donde más de la tercera parte de los estudiantes de las escuelas locales son minorías. Ahí estaba Lexi Leydig, una joven mestiza de 23 años que fue criada por un padrastro guatemalteco, al igual que Maricruz Cabrera, una mesera mexicoestadounidense de 26 años que trabaja en Falafel Shack, den la misma calle.

Las protestas siguieron en casi todos los pueblos del condado de Franklin: en Shippensburg, más adelante en la misma calle, en los pequeños municipios de Greencastle y Merecrsburg, y en Waynesboro, donde apareció un Gran Dragón del Ku Klux Klan para que se burlaran de él.

Las ideas políticas de los manifestantes eran muy eclécticas. Muchas de las personas que estaban en las manifestaciones en Chambersburg eran apolíticas declaradas, con poca confianza en cualquiera de los partidos políticos importantes o sin convicciones electorales. En Shippensburg, a una joven negra asistente de enfermería que anunció la movilización se le unieron un republicano, un libertario, un demócrata y un joven que se autodenominó como “cristiano radical”; todos se mostraron a favor de recortar el financiamiento de la policía.

Tal vez el participante más inesperado ha sido el fiscal de distrito del condado de Franklin, el republicano Matt Fogal. Durante semanas, Fogal había estado insatisfecho, a disgusto por lo partidista que se ha vuelto la respuesta a la pandemia y por las provocaciones del presidente. Entonces, una tarde escuchó la manifestación afuera de la ventana de su oficina.

“Escuché a la gente y los bocinazos de apoyo, todo de manera pacífica, a diferencia de algunas de las imágenes que habíamos estado viendo”, comentó. Envió un comunicado a la prensa local. “Las vidas negras importan. Punto”, escribió, y exhortó a la gente a poner al país por encima del partido en noviembre. El expresidente del Partido Republicano local dijo que este comunicado era “en verdad repugnante”.

Pocas personas que participan en las manifestaciones creen que la política del condado se transformaron de algún modo de la noche a la mañana. Las banderas de Trump seguían colgando de las terrazas de todo el lugar, y en las páginas locales de Facebook, muchos comentaristas se burlaban de los manifestantes diciendo que eran ignorantes y que estaban perdiendo su tiempo. Muchos de los jóvenes dudan que se obtenga gran cosa de todo esto.

“Ya que todo se tranquilice”, afirmó Leydig, “la gente regresará a su vida cotidiana”.

No obstante, hay algunos avances. El fiscal de distrito está formando un grupo de asesoría sobre temas raciales. Las reuniones de Racial Reconciliation, que celebró una manifestación multitudinaria a fines de junio, son considerablemente más grandes de lo que eran. Los grupos liberales han comenzado campañas para enviar cartas a los negocios del centro exhortándolos a respaldar de manera pública a Black Lives Matter.