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Un cura español sexagenario se vale de las redes para unir familias en Brasil

Hay que continuar la vida" sentencia con énfasis el padre José María Martínez, un sexagenario cura español con alma carioca que, desde una pequeña parroquia de Río de Janeiro, se apoya en las nuevas tecnologías para ayudar a las familias a estar unidas en plena pandemia del coronavirus.

A sus 65 años el padre "Zé María" -como le llaman cariñosamente sus fieles- celebra misas por Instagram, o ayuda a que un hijo pueda despedirse de su padre, víctima de la COVID-19, utilizando otras plataformas.

"La pandemia frenó la vida, cuántas cosas no hemos tenido que cancelar por culpa del coronavirus", señaló a Efe el padre Martínez, un sacerdote de la congregación Legionarios de Cristo que ha causado sensación entre sus fieles por la modernidad que le acompaña en pensamiento, palabra y obra.

"Hay que continuar la vida", agrega, mientras recuerda la conmemoración de unas bodas de oro en las que reunió vía Zoom a una familia que estaba dispersa en varios países del mundo.

"Esa familia tenía planeada una gran fiesta a la que iban a asistir familiares de Estados Unidos, Gran Bretaña, y tuvieron que cancelar todo por el virus. Yo les dije: vamos a celebrar y lo celebramos de la forma que podemos", relató.

Para este madrileño de corazón italiano y alma carioca, la "conectividad" no llegó a su vida "por mérito propio", sino "por necesidad" cuando tuvo que dejar el púlpito de lado para ayudar en toda la labor de administración de escuelas y universidades de su congregación en México, el primer país donde fue enviado a cumplir misión en los años 80.

"Si eres responsable de la contabilidad, o entras y aprendes y pasas a conocer, o cómo vas a hacerlo. No ha sido un mérito", asegura.

Desde entonces ha sido un largo proceso de ajustes y actualizaciones tecnológicas que si bien en los últimos años lo acercaron a las redes sociales, nunca pensó en tener una cuenta en Instagram porque "con Facebook apenas tenía tiempo".

El sacerdote, al ver que la gente ya no podía asistir a la capilla del Centro de Evangelización Nossa Senhora de Guadalupe, más conocido como "la casa da Gávea", optó por llegar a ellos vía internet y con la ayuda de unas voluntarias, abrió la cuenta en Instagram el 21 de marzo.

La sencillez y el humanismo de este sacerdote, que no tiene pelos en la lengua y que se expresa con sus feligreses como si fuera uno más de la familia, han hecho del padre Martínez una persona muy popular, una característica que su modestia niega.

Proveniente de una familia de ateos, el sacerdote español se decidió por los hábitos luego de estudiar Economía en la Universidad Complutense.

"Mi familia no tiene fe, ni se casaron en la iglesia ni bautizaron a sus hijos. Cuando me convertí, hacía años que no practicaba", explicó.

El padre Martínez exalta la sensibilidad, el humanismo y la compasión del papa Francisco, así como la eterna búsqueda, según él, de las libertades que lideró Juan Pablo II y el desarrollo de los pueblos por el que tanto luchó Pablo VI.

Por eso es un convencido de que el lenguaje "clerical" no puede atribuirse a alguien tan "humano como lo fue Cristo", por lo que promueve el "diálogo espontáneo y abierto" para llevar el mensaje de Dios.

FALTA DE UNIDAD NACIONAL, EL PEOR VIRUS PARA BRASIL

Este moderno sacerdote cree que el nuevo coronavirus ha traído muchas enseñanzas para la gente en el mundo y destacó el espíritu de solidaridad.

No obstante, cree que ese sentimiento "se levantó con más fuerza en Europa" que en Brasil, por culpa de los discursos encontrados a favor y en contra del confinamiento.

Con unos 850.000 infectados y bordeando las 43.000 muertes, Brasil es hoy el segundo país con más casos y muertos de COVID-19 en el mundo.

Sin todavía alcanzar el "pico" y en un evidente crecimiento de los casos, muchos de los gobernadores regionales han relajado las medidas de distanciamiento presionados por los empresarios que quieren reactivar la economía.

La desescalada, también promovida por el presidente Jair Bolsonaro que considera al virus una "gripita" y defiende que la gente salga a trabajar porque "Brasil no puede parar", también ha sido frenada en algunas ciudades por la Justicia previendo un aumento de contagios.

"Eso crea en Brasil una gran confusión y ha empeorado la situación porque aquí no saben a quién creerle y a quién no", aseguró.

Con 23 años en el gigante suramericano, de los cuales 18 en Río, este sacerdote español dice que ya no sale de Brasil, un país al que fue enviado a cumplir misión en 1997, del que se enamoró y que no quiere abandonar.