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Trump aborda debate sobre igualdad racial desde la economía

En esta imagen de archivo, tomada el 1 de junio de 2020, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llega al Rose Garden de la Casa Blanca para una comparecencia, en Washington. (AP Foto/Patrick Semansky, archivo)

En esta imagen de archivo, tomada el 1 de junio de 2020, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llega al Rose Garden de la Casa Blanca para una comparecencia, en Washington. (AP Foto/Patrick Semansky, archivo)

En sus declaraciones desde la muerte de George Floyd, Donald Trump ha mencionado la necesidad de “ley y orden”, la lucha contra la delincuencia y las peligrosas ideas de la “izquierda liberal”. Pero cuando se trata de abordar el racismo, no ha dicho mucho.

El presidente de Estados Unidos ha permanecido casi en silencio sobre ese tema, excepto para alegar que una economía fuerte es el mejor antídoto. E insiste en que ha “hecho más por la comunidad negra que ningún presidente desde Abraham Lincoln”.

Pero la falta de una discusión relevante sobre racismo por parte de la Casa Blanca ha expuesto al mandatario a las críticas de que ha fallado a la hora de mostrar liderazgo durante los disturbios por la muerte de Floyd, y que ha avivado la situación con su mantra de “ley y orden” y sus tuits sobre saqueos y balaceras, perros viciosos y armas siniestras.

La alcaldesa de Atlanta, la demócrata Keisha Lance Bottoms, señaló que el relativo silencio de Trump sobre el racismo y su dura retórica hacia los manifestantes han creado una dinámica confusa para una conversación nacional relevante.

“Creo que tenemos que tener la conversación con él ausente”, dijo Bottoms. “Tener una conversación con él sería como tener una conversación con un loco. No significaría nada”.

Por su parte, Trump, se ha apresurado a citar una economía en plenitud antes del brote de coronavirus, que beneficiaba a todos los grupos raciales, además de su trabajo para asegurar financiación permanente para universidades históricamente afroestadounidenses, zonas de oportunidades en ciudades y la reforma de los procedimientos de sentencia penales.

Pero los que inundaron las calles tras la muerte de Floyd quieren saber cómo planea abordar el racismo sistémico que creen que tiene la culpa de lo ocurrido, que es lo mismo que cree el dirigente.

En un acto reciente para resaltar la creación de empleo en el mes de mayo, Trump fue preguntado por su plan para abordar la desigualdad racial, y presentó su respuesta a través de un prisma económico.

“Lo que le sucedió a nuestro país, y lo que ahora ven, ha estado sucediendo; es lo mejor que podía pasar para las relaciones raciales. Para la comunidad afroestadounidense, para la comunidad asiática-estadounidense, para la comunidad hispana-estadounidense, para las mujeres, para todo, porque nuestro país es muy fuerte, y ese es mi plan”.

El secretario de Vivienda, Ben Carson, el funcionario afroestadounidense de mayor rango en el gobierno de Trump, sugirió durante el fin de semana que el mandatario abordaría los problemas “con cierto detalle” esta semana y que los estadounidenses deberían “reservar sus juicios”.

Según funcionarios del gobierno, Trump está revisando varias propuestas. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, ha evitado responder de forma directa al ser preguntada por si Trump cree en la existencia de un racismo sistémico, respondiendo solo que el presidente denuncia una “injusticia” cuando la ve.

Algunos asesores de Trump han hablado internamente de hacer que el presidente se dirija a la nación para abordar la relación entre la policía y las comunidades y la injusticia racial, pero otros han aconsejado lo contrario señalando que no serviría de nada.

Mucho antes de Trump, otros presidentes han tenido que hacer frente al racismo y sus efectos, desde la comisión Kerner creada por Lyndon B. Johnson para investigar los disturbios raciales de la década de 1960, a la “Iniciativa sobre raza” de Bill Clinton o la “cumbre de la cerveza” organizada por Barack Obama en la Casa Blanca en 2009 con el profesor afroestadounidense de Harvard Henry Louis Gates y el sargento blanco de la policía de Cambridge, Massachusetts, que lo detuvo tras un malentendido fuera de su casa.

Se necesita más discusión, dijo Meena Bose, historiadora presidencial de la Universidad Hofstra.

“No sé si Estados Unidos ha tenido realmente una conversación sostenida sobre raza y abordó estas cuestiones, realmente, de la forma extendida que vimos en las décadas de 1950 y 1960”, afirmó Bose.

El presidente ha dicho que Derek Chauvin, el agente de la policía de Minneapolis que fue despedido y acusado de asesinato en segundo grado por inmovilizar a Floyd en el piso colocándole la rodilla sobre el cuello durante varios minutos, debe haberse “quebrado”.

En más de dos semanas de protestas diarias, decenas de miles de estadounidenses, desde centros urbanos a pequeñas localidades, han pedido una reforma policial y reevaluar la injusticia racial.

Trump, por su parte, se ha centrado en los manifestantes organizados de izquierdas e intentó presentar el desastre que le espera al país si le da la espalda en noviembre y elige al demócrata Joe Biden. Desde su cuenta de Twitter, el presidente reclamó el martes sin evidencia alguna que un manifestante de Buffalo, Nueva York, de 75 años que sufrió una herida grave en un incidente con la policía pertenecía a la Antifa radical y que los demócratas deberían “dejar que la policía haga su trabajo”.

“A veces se ven algunas cosas horribles como las que vimos recientemente”, dijo el lunes, refiriéndose a la muerte de Floyd, durante una reunión con fuerzas de seguridad en la Casa Blanca. “Pero el 99, yo digo el 99,9, pero dejémoslo en el 99% de ellos son grandes personas”.

Trump, un exempresario inmobiliario que asistió a escuelas de alto nivel y vivía en un ático en Manhattan antes de mudarse a la Casa Blanca, ha tenido una larga y complicada relación con la comunidad afroestadounidense.

En 1989, sacó un anuncio a página completa en los diarios de Nueva York tras la detención de cinco jóvenes afroestadounidenses y latinos por el asalto de una mujer blanca que hacía deporte en Central Park, en el que pedía la reimposición de la pena de muerte. Las condenas a los conocidos como “Los cinco de Central Park” fueron anuladas en 2002 tras la confesión de otro hombre. Trump nunca se disculpó.

Al principio de su carrera inmobiliaria, Trump y su padre fueron demandados por el Departamento de Justicia por violar las leyes de vivienda justa al discriminar a solicitantes afroestadounidenses. El asunto se zanjó firmando un decreto de consentimiento, pero no admitieron su culpa.

Antes de su campaña presidencial de 2016, Trump pasó años defendiendo la falsa acusación de que Obama, el único presidente negro del país, no nació en Estados Unidos.

El reverendo Darrell Scott, un pastor de Cleveland que fungió de enlace entre Trump y la comunidad afroestadounidense, dijo que antes del asesinato de Floyd, había una “distensión” relativa en la conversación porque el presidente había hecho avances para atajar la desigualdad económica.