Héroes en terreno 8
Sandra Evelyn Garayar: “Los residentes, al no tener contacto con nadie, no quieren comer, no quieren beber, sólo quieren dormir, no hacer nada, se dejan ir”
Las personas mayores de 65 años se han convertido en uno de los colectivos más vulnerables y más afectados por el nuevo coronavirus. En Europa las personas de la tercera edad representan una quinta parte de la población total, según datos de 2019 de Eurostat, La actuación de los gobiernos ante los contagios entre personas mayores ha sido diferente de un país a otro. Bélgica es el país de la Unión Europea con la cifra más alta de ancianos fallecidos por coronavirus: más del 50% de los fallecidos vivía en residencias para mayores. En España se contabilizan más de 16.000 fallecimientos de ancianos en las más de 5.000 residencias que existen, tanto públicas como concertadas o privadas. Hablamos de cerca del 70% de la cifra total de fallecidos por coronavirus, según datos de principio de mayo.
Mientras que en Francia los geriátricos son uno de los focos más importantes de contagio de coronavirus del país: más de un tercio de las personas que han fallecido a causa de la covid-19, alrededor 8.796 (de un total de 23.293) lo han hecho en una residencia de la tercera edad; cifras incompletas a falta de contabilizar todos los centros para personas mayores, unos 7.400 que hay en todo el país, donde residen unos 700.000 ancianos.
Pese a la alta mortalidad en las residencias y en vista del asolamiento que está causando también el duro confinamiento en los centros de mayores, las autoridades del país galo aceptaron a mediados de mayo flexibilizar un poco las férreas condiciones de aislamiento en las residencias (los ancianos no podían salir de sus habitaciones y, desde mediados de marzo, las visitas estaban totalmente prohibidas).
Con nuestra heroína de hoy en Héroes en terreno, Sandra Evelyn Garayar, enfermera en una residencia de ancianos en Francia, conversamos sobre cómo viven el confinamiento los ancianos a su cargo en su centro, así como el impacto que ha tenido la pandemia en su vida personal y profesional. Garayar tenía programado casarse en el Juzgado de Paz el mismo día que concedió esta entrevista por Skype (martes 19 de mayo), pero a causa de la pandemia tuvo que suspender su boda.
De origen peruano, Sandra emigró a España a la edad de 16 años. Aquí estudió enfermería. Las políticas de austeridad impulsadas por los gobiernos españoles, en los últimos años, en nombre de la crisis global del 2007, donde azotaron con fuertes recortes la Sanidad Pública reduciendo drásticamente al personal sanitario, forzaron a Sandra, al terminar la carrera, a emigrar de nuevo; esta vez a Francia, donde lleva 3 años ejerciendo en un centro para personas de avanzada edad.
Pregunta: ¿Qué pensó la primera vez que escuchó hablar del Covid-19 como un virus que ocurría en China?
Respuesta: Pensé que era una epidemia, que sólo sucedería en ese sitio (China) y que no llegaría aquí. Y que, en caso de que llegara, iba a ser como la gripe A, que hubo hace años (2009). Nunca pensé que sería un virus que iba a mutar tan rápido.
P. ¿Y dónde estaba cuando se declaró el estado de cuarentena en Francia?
R. Estaba trabajando, en la residencia. Ya habían decretado el Estado de Alarma en España y en Italia; creo que fue unos dos días después de decretarse en España cuando se hizo aquí. Cuando llegó a Italia ya sabíamos que iba llegar a Francia.
P. ¿En su opinión, cómo se está manejando la crisis pandémica en España y en su país de origen, Perú?
R. En Perú están más atrasados que en Europa, ellos de por sí están ahora llegando al pico alto de contagio, cosa que nosotros ya hemos rebasado. En Perú lo que hicieron fue el aislamiento completo, pusieron el toque de queda, salieron los militares a la calle; la gente sólo puede salir para hacer las compras, las mujeres unos días específicos de la semana y los hombres otros. Creo que eso ha ayudado a que allá no avance tanto el nivel de contagio, porque hay que tener en cuenta que allí el sistema de Sanidad Pública no es tan bueno como en Europa.
P. ¿Y en España?
R. La verdad es que desde España me llega información de mis compañeros de promoción, algunos me dicen que están trabajando en IFEMA (Industria Ferial de Madrid), y la verdad es que los pobres han estado desbordados, sin buen material de trabajo, no tienen equipo de protección individual (EPI) suficientes, faltan respiradores. Las condiciones en que están trabajando es frustrante y encima ahora que empieza la desaceleración del confinamiento veo que la gente empieza a salir a lo loco, en la fase 0; te frustra porque tu quieres hacer lo mejor para los pacientes que están ingresando en los hospitales y, al mismo tiempo, ves que a la gente le da igual y empiezan a hacer sus vidas normales, como si nada hubiera pasado. Tanto como persona y como profesional sanitario te sientes mal, sientes que tu trabajo no vale nada.
P. ¿Qué le dirías a las personas que niegan a estas alturas el impacto del Covid-19?
R. Creo que esa gente no lo ha vivido con alguien cercano, con un familiar. Si tu ves que tu madre, un hermano, tu tío, ha pasado por ello (el contagio) tu verías lo terrible que es: ver a la gente que no puede respirar, que esta agonizando, no es nada agradable. Hay que sentir empatía por el que está sufriendo, hay gente que está muriendo. Opino que deberíamos tomarnos un poco de tiempo para reflexionar. Habrá muchos veranos, muchas vacaciones, pero si me contagio puedo infectar luego a mi madre, a mi padre… y hasta provocarles la muerte.
P. ¿Cómo ha sido el abastecimiento del equipo personal de protección (EPI) en su centro de trabajo?
R. La verdad es que sucedió un poco igual que en España. De un momento a otro nos quedamos sin mascarillas, la FFP2 se acabaron muy rápido. Al principio sólo teníamos mascarillas quirúrgicas de las cuales solo podíamos usar dos al día. Incluso, llegamos a usar una mascarilla al día. Lo mismo pasó con el EPI (blusa, bastas, gorros…) El personal sanitario que trabajamos en geriátricos se nos suministra lo mínimo porque tienen prioridad los hospitales, para las plantas enteras que están en primera línea con el coronavirus.
P. Menos suministros para ustedes; sin embargo, tanto la situación de contagio como las medidas restrictivas de la residencia de ancianos en Francia ha sito bastante draconianas ¿no?
R. La verdad, eso es lo que yo también me pregunto muchas veces. Por suerte en la residencia en la que trabajo hemos tenido solo cinco personas positivas, de los cuales dos fallecieron, dos estuvieron hospitalizadas y una todavía sigue ahí, pero es asintomática completamente. Hemos tenido suerte en comparación con otras residencias que han tenido plantas enteras de contagiados. Con la paciente positivo que tenemos solo entramos tres del personal a su habitación, la auxiliar para bañarle, la persona que limpia el espacio y yo para medicarla y entramos lo mínimo para así no hacer despilfarro de material, pues prevenimos por si tenemos un brote y se nos llena la planta.
P. Más que suerte parece ser que su residencia ha actuado bien. ¿Qué se debe hacer para evitar que surjan brotes en las residencias?
R. Creo que lo más importante es que el personal tome consciencia. Cuando se declaró el Estado de Alarma, ya desde semanas antes nosotros empezamos a cerrar la residencia, no permitíamos ninguna visita de los familiares, los residentes todavía podían circular en las áreas comunes, pero casi siempre favorecíamos que permanecieran el mayor tiempo posible en sus habitaciones; mientras que el personal sanitario tomamos medidas en conjunto, como el lavado de manos y el uso de mascarilla. Cada vez que comenzábamos la jornada, nos tomábamos la temperatura directamente, y al mínimo síntoma nos devolvían a la casa. En nosotros un síntoma leve puede no ser nada, pero para una persona de avanzada edad, con problemas cardiacos, con otras patologías, puede ser su fin completamente.
P. ¿Cómo viven los residentes estas restricciones?
R. La verdad es que algunos, los que tienen demencia, no se enteraban, pero al pasar los días, esas personas empezaron a pasarlo mal porque ya no había paseos comunes ni actividades.
Las familias nos llaman cada día para saber cómo evoluciona su pariente, cómo lleva el aislamiento y si no se ha contagiado. A su vez, nosotros, que estamos también bajo mínimo de personal, tenemos que estar informando a las familias y a los propios residentes de que sus familiares han llamado preocupándose por ellos y de que están bien ahí fuera. Aunque algunos no se enteran porque tienen algún tipo de demencia y ni siquiera reconocen a sus familiares en las visitas, pero sí que están acostumbrados a esa visita semanal. Ahora lo que están haciendo es verse por Skype, los que pueden, los que no tienen ningún tipo de demencia. Pero están también los que no escuchan bien, entonces no pueden hablar tampoco por teléfono o plataformas digitales… Es aquí donde entra la empatía del personal sanitario, en la escucha, en acompañarlos, en darles a entender que no están solos, que estamos ahí para apoyarles y hacer de sus familias.
P. ¿Ha sentido miedo de contagiarse?
R. De contagiarme no, o sea, de tenerlo no, pero sí de pasárselo a otra persona en caso de que lo tuviera. De hecho, tengo mucho cuidado para cumplir estrictamente todo el protocolo; una vez llego a casa me lavo las manos, me desinfecto, dejó la ropa apartada, me duchó… para no infectar a la pareja con la que convivo, si lo trajese (el Covid-19). Al mismo tiempo, mi pareja también hace los mismos cuidados para no contagiarme a mi, para que cuando yo vaya a trabajar no contagie también a los residentes mayores, que son población muy vulnerable por su edad avanzada.
P. ¿Qué es lo que más le ha impactado de esta crisis generada por la pandemia?
R. El cómo a los residentes les choca el hecho de no estar cerca de sus familiares, incluso a las personas con demencia senil, que no reconocen a sus familiares, pero están acostumbrados a esa visita semanal. Pues esa ausencia provoca que el residente se deje morir, no quiera comer, no quiera beber, no quiera hacer nada, quiere estar todo el día en la cama durmiendo. A pesar de que cuando su familia venían a verlo, antes de la pandemia, no tenía conciencia de que es su hijo, por ejemplo. Es como que tiene algo en su interior que le dice esa persona es algo tuyo. Y al no tener contacto con nadie de su sangre, pues, se deja ir.
P. ¿Qué opinión le merece la gestión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ante la pandemia?
R. Han reaccionado un poco lento. Quizá no han estado preparados para una pandemia porque no han reaccionado como todo el mundo esperaba de una institución como ellos. Opino que no lo están haciendo tan bien, pero también entiendo que para ellos también es algo nuevo. Esperemos que, tanto para ellos, como para todos, esto sirva para que si en un futuro vuelva ocurrir una crisis como ésta no se comentan los mismos errores.
P. ¿Qué les diría hoy a los gobernantes que hicieron los recortes en el Sistema Sanitario español que la forzaron a inmigrar a Francia?
R. En estos momentos, se esta visualizando quienes son las personas, los profesionales, primordiales para el bien público, el bien de todos los ciudadanos: una enfermera, un médico, incluso hasta una persona que trabaja en un supermercado, porque no veo ningún político estar en primera línea, hacer lo que estas personas están haciendo.
No he visto a ningún político yendo a hospitales. Por ejemplo, el Ministro de Interior francés (Christophe Castaner) visitó un hospital y los profesionales sanitarios le dieron la espalda, le hicieron el vacío, como un signo de protesta, porque nunca nos han escuchado. Pero, claro, ahora que estamos en pandemia apoyan la labor de los sanitarios, pero luego cuando superemos estas crisis, será otra vez como si nada, vendrán los recortes. De hecho, ya se esta viendo los despidos a los enfermeros que se contrataron de manera puntual cuando el pico estaba más alto.
P. ¿Cómo cree que será el mundo después del Covid-19?
R. Creo que algunas personas cambiarán. Sobre todo, las personas que les ha tocado muy de cerca, como un familiar que haya fallecido a causa de coronavirus. También nosotros, el personal sanitario, ya que hemos visto la otra cara, la fragilidad de la otra persona, que han muerto solas. El resto de la gente va a seguir igual. La raza humana es egoísta y va a seguir siendo egoísta.