Tara Reade
La compleja historia de la acusadora de Joe Biden
Una cosa está clara en la complicada y caótica historia de Tara Reade: No ha tenido una vida fácil. Su padre abusó de ella mental y físicamente, según le dijo a su exmarido, un hombre al que luego dejaría por abusar de ella también.
Después de conseguir un trabajo de bajo nivel con el entonces senador Joe Biden en 1992, Reade dice que nuevamente fue víctima de una agresión sexual por parte de Biden en un pasillo, denuncia que Biden rechaza.
Reade hizo su denuncia en marzo y puso nuevamente sobre el tapete lo difícil que es evaluar este tipo de afirmaciones en la era del #MeToo (#Yotambién). También expuso su historia a la vista de todos. Algunos que la conocen la describen como hipócrita y mentirosa, mientras que otros la consideran una sobreviviente heroica.
No hay testigos ni una denuncia policial del supuesto abuso, de modo que todo depende de su credibilidad.
Este relato se basa en entrevistas con más de una docena de amigos, parientes y antiguos colegas, entrevistas con Reade y una amplia revisión de documentos legales, correos electrónicos y otros escritos de Reade.
“No soy una mentirosa ni una manipuladora”, sostuvo Reade el miércoles en una entrevista con la Associated Press. “Sé lo que es ser pobre y pelearle a la vida. Traté de ayudar a otros en la medida de lo posible. Sobre todo a los animales”.
Reade, de 56 años y cuyo nombre original es Tara Moulton, nació en Monterey, California, pero dice que pasó la mayor parte de su infancia en Wisconsin, hasta que sus padres se divorciaron cuando ella era una adolescente.
Se fue a California a los 17 años decidida a ser actriz. Hizo pruebas para ser aceptada en un programa de la exclusiva escuela de actuación Julliard de Nueva York y se sintió destrozada cuando su padre se negó a pagar la matrícula.
No hay muchos rastros públicos de los años siguientes en la vida de Reade.
Dice que estudió en el Pasadena City College antes de conseguir una pasantía con el representante Leon Panetta. Su ambición era trabajar para Biden.
Stacey Ertel, quien trabajaba en otra dependencia del Senado, dijo que comían juntas, iban de compras o a algún juego de béisbol. Otra amiga, que habló a condición de no ser identificada para proteger la privacidad de su familia, la describió como una californiana despreocupada.
A lo largo de los años Reade habló favorablemente de su experiencia trabajando para Biden.
Margie Estberg, de Monterey Bay, California, dice que llegó a conocer a Reade tras contratarla a fines de 2017 para que cuidase a su perro. Durante una cena en el 2018, Estberg le preguntó a Reade cómo era Biden y si era “uno de los malos”.
“Le dije, ‘¿es un buen tipo?’ Y ella me respondió, ‘sí, lo es’”, cuenta Estberg.
Pero la amiga que pidió no ser identificada dijo que Reade le contó una historia muy distinta en 1993. Le dijo que una vez le pidieron que le llevase a Biden una bolsa del gimnasio a su oficina en el Senado y que él la besó y la penetró con los dedos.
La mujer, que ha hablado con la prensa desde que Reade hizo pública su denuncia en el 2019, en principio solo confirmó lo poco que había dicho Reade. Cuando Reade dijo en marzo que había sido agredida sexualmente, la amiga expandió su versión.
Reade afirma que trató de hacer una denuncia en su momento pero sufrió represalias. Que le aconsejaron que se buscase otro trabajo.
Esa misma primavera, conoció a Ted Dronen, otro empleado del Senado, y se fue con él a Dakota del Norte, donde él trabajaba en una campaña, según documentos legales.
Se casaron en 1994 y tuvieron una hija. Dos años después ella dijo que su marido la había agredido y consiguió una orden de protección, por la cual él no podía acercarse a ella.
Dejó a Dronen y se fue al estado de Washington. Las dos últimas décadas de su vida fueron tumultuosas.
Su hoja de vida dice que completó el ciclo universitario básico en la Universidad Antioch y luego enseñó en el campus de ese centro educativo en Seattle. Pero empleados de centro dicen que ella no completó estudios allí y que nunca enseñó. Reade insiste en que hizo las dos cosas.
Fue admitida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Seattle a través de un programa alternativo de admisiones y se graduó en el 2004, pero le costó conseguir un trabajo estable. Su historia de abusos generaba la solidaridad de la gente, pero tenía problemas para cumplir sus obligaciones financieras.
Para marzo del 2006 estaba de vuelta en California, trabajando con la división de ayuda a víctimas de la Asociación Cristiana de Mujeres Jóvenes del condado de Monterey, donde hizo varias denuncias de acoso y discriminación por parte de sus jefes a los pocos meses de tomar el trabajo.
En el 2008 conoció a Austin Chung, quien le alquiló una cabaña de su propiedad. Ella le había dicho que estaba escapando de relaciones abusivas y que no tenía un historial bancario, pero sí un título de abogada y un empleo.
A los cinco meses ya estaba retrasada con el alquiler. Perdió su empleo y Chung inició un proceso de desalojo cuando la deuda llegó a 3.600 dólares.
Los años siguientes estuvieron marcados por problemas financieros y legales.
--En el 2001, su pareja fue acusada de agresión física durante una riña que involucró a Reade y a su hija, según documentos legales. Siguió viviendo con él y lo cuidó cuando sufrió un derrame cerebral, de acuerdo siempre con documentos legales.
--En el 2012 Reade fue desalojada de nuevo por no pagar el alquiler. Se declaró en bancarrota y dijo que tenía deudas por 406.407 dólares.
--En el 2014 se ofreció como voluntaria en una caballeriza sin fines de lucro llamada Pregnant Mare Rescue. Se destacó en el cuidado de caballos maltratados, pero “siempre tenía historias locas en su vida privada”, según Lynn Hummer, la fundadora de la organización.
Las dos se pelearon en el 2016 luego de que Reade le cobrase 1.400 dólares por cuidar a los caballos, según facturas.
Reade dice que su decisión de hacer pública su denuncia de Biden le ha generado más problemas. Pero que, tras una vida luchando contra la adversidad, ahora se siente más fuerte.
“Me ha complicado la vida en muchos sentidos, pero lo hago más que nada por razones existenciales”, afirmó. “Me siento liberada de esta carga, de este secreto que llevaba conmigo”.