EE.UU.

MÉDICOS CORONAVIRUS

Los médicos temen llevar el coronavirus a sus casas: ‘Soy una especie de apestado en mi familia”

The New York TimesSeattle, Estados Unidos

Luego de sus guardias en la sala de urgencias, una doctora de Utah se desnuda en la entrada de su casa y va directo a la ducha con el fin de no contaminarla.

En Oregón, un médico de urgencias cuenta que recientemente se inclinó sobre un adolescente borracho para suturarle una herida en la cabeza, cuando se percató, con un temor repentino, de que el paciente tenía tos y fiebre. Hace poco tiempo, un médico del estado de Washington se despertó durante la noche porque tuvo pesadillas en las que estaba rodeado por pacientes con tos.

“La mayoría de los médicos nunca ha vivido este nivel de miedo y angustia en su trayectoria profesional”, señaló Stephen Anderson, un médico con 35 años de servicio en las salas de urgencias en un suburbio de Seattle. “Soy una especie de apestado en mi familia. Me sumerjo en el pantano todos los días”.

Mientras el coronavirus se propaga por todo el mundo, los médicos y las enfermeras que trabajan en las salas de urgencias de pronto desconfían de todos los que entran tosiendo a esas instalaciones y tienen que tomar decisiones rápidas y angustiosas no solo para salvar las vidas de los pacientes, sino también para salvaguardar sus propias vidas.

La tensión se incrementó el domingo cuando el Colegio Estadounidense de Médicos de Emergencia reveló que dos médicos de urgencias, en Nueva Jersey y el estado de Washington, estaban hospitalizados y muy graves a consecuencia del coronavirus. Pese a que el virus se está propagando en esa comunidad y no había forma de determinar si estuvieron expuestos en el trabajo o en algún otro lugar, ambos casos originaron nuevas preguntas que requieren respuesta inmediata entre los médicos acerca de cuántas precauciones son suficientes.

“Ahora que vemos al personal de primera línea en los respiradores, de verdad está quedando muy claro”, comentó Anderson.

Los médicos, las enfermeras y otros miembros del personal de una diversidad de departamentos enfrentan una nueva incertidumbre. Por ejemplo, en las unidades de cuidados intensivos, los profesionales de atención médica seguramente han aumentado su exposición a la gente que ha contraído el virus. Pero saben de antemano el riesgo al que se enfrentan.

En las áreas de urgencias, los peligros vienen de lo desconocido.

Los pacientes llegan con síntomas, pero no con diagnóstico y, en ocasiones, los miembros del personal deben atender las necesidades urgentes como curar heridas, antes de tener tiempo para hacerle pruebas de COVID-19, la enfermedad causada por el virus, a algún paciente. En ocasiones, los protocolos que deben seguir cambian en pocas horas.

La tensión personal aumenta conforme el virus llega a cada vez más partes del país. “Todos sienten la tensión, pero todos están aunando esfuerzos”, afirmó K. Kay Moody, una doctora de urgencias en Olympia Washington, quien tiene un grupo de Facebook con 22.000 médicos de urgencias. “Es lo que nos mantiene bien”.

Unos cuantos médicos dijeron que estaban pensando poner literas en hospedajes de Airbnb a fin de instalar departamentos para “médicos sucios” y evitar poner en peligro a sus hijos cuando van a casa. Algunos les están diciendo a sus compañeros dónde encontrar sus contraseñas y seguros en caso de terminar en terapia intensiva. Moody señaló que conocía el caso de un médico cuya exesposa lo estaba amenazando con quitarle a sus hijos si iba a trabajar.

Muchos médicos de urgencias trabajan como contratistas, no como personal del hospital, así que no necesariamente les pagarán si están en cuarentena. “En la actualidad, es una de las cosas que provoca más angustia”, comentó Moody, “más que el temor por perder la vida”.

Luego de que apareció el coronavirus en un asilo cerca de Seattle, Anderson se reunió con los directores de su hospital, MultiCare Auburn Medical Center, para hablar sobre la urgencia con la que debían prepararse. El hospital está rodeado de asilos y otras instalaciones médicas, y mencionó que quienes corren el mayor riesgo de morir por el virus son los varones de más de 60 años y las personas con problemas cardiopulmonares. “Literalmente dejé de decir lo que estaba diciendo y me di cuenta de que yo estaba incluido”, comentó.

Señaló que su hospital tenía un suministro de cubrebocas para dos días, ya que usa uno por cada turno. “Se supone que son desechables”, señaló. Ahora debe quitarse con cuidado el cubrebocas y limpiarlo cada vez que se lo quita y se lo pone. “Eso puede ser engorroso, pero cuando es muy probable que estés tocando algo que tiene el virus que puede matarte, y lo haces 25 veces en un turno, se te crispan los nervios”, comentó.

Su esposa se ha mudado a su cabaña en las montañas y han cancelado su crucero de retiro a Europa. “No he dormido más de tres horas en las últimas dos semanas”, dijo.

En las primeras horas del lunes, no podía dormir. Habían llegado más de 200 correos electrónicos a su buzón desde que se fue a dormir, incluyendo noticias de que otros tres profesionales de atención médica repentinamente habían sido internados en el hospital.

Sin embargo, piensa asistir a su próximo turno.

“Lo he hecho durante 35 años”, afirmó, “y no voy a dejar de hacerlo ahora”.