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Cuando pelea la pareja política más extraña de Estados Unidos, las chispas que salen son de verdad

El presidente Donald Trump camina hacia el Marine One para hacer un viaje rápido de la Casa Blanca, en Washington, a Charlotte, Carolina del Norte, el viernes 7 de febrero de 2020. (T.J. Kirkpatrick/The New York Times)

The New York TimesWashington, Estados Unidos

George T. Conway III ha descrito el trabajo de su esposa, Kellyanne Conway, con el presidente Donald Trump en términos que por lo general se reservan para situaciones que involucran rehenes: lavado de cerebro de una secta, síndrome de Estocolmo, una madre abrumada que protege a un niño adulto destructor.

Y si ustedes creen que todo esto es un numerito, un acto de complicidad por parte de una pareja que pelea en el día y se acurruca en la noche, por el cual recibirá un pago después de que Trump abandone el cargo, piénsenlo de nuevo, según dicen algunas personas cercanas a la pareja política más rara de Estados Unidos.

“Quienes creen que este es un juego de ajedrez de catorce dimensiones están equivocados”, señaló Rick Wilson, quien junto con George Conway y varios otros republicanos formó el Proyecto Lincoln, un esfuerzo para vencer a Trump en las elecciones de 2020.

George Conway “ha tomado medidas inequívocas e irreversibles que han establecido su buena fe como alguien que se opone a Trump, y ella va a estar con Trump hasta el final”, comentó, y añadió una pregunta que han planteado muchos estadounidenses acerca de los Conway: “¿Quién sabe los secretos del corazón humano?”.

En cierto sentido, las pasiones en la casa de los Conway son una representación de las tribulaciones de la sociedad en la era de Trump, una pareja y un país muy divididos, angustiados por las tormentas en torno a la presidencia y preguntándose si podrá haber una reconciliación cuando termine todo esto.

nos recuerdan a otra pareja que en otra época dominó la escena en Washington/a otra pareja que estuvo de moda en Washington

Los Conway nos recuerdan a otra pareja que estuvo de moda anteriormente en Washington: Mary Matalin, quien trabajaba para el presidente George W. Bush, y James Carville, el estratega demócrata que ayudó a maquinar la victoria de Bill Clinton frente a Bush por la presidencia en 1992. Matalin y Carville convirtieron su disonancia política en una imagen lucrativa al bromear sobre sus enormes diferencias.

En materia política, los Conway están de acuerdo en casi todo porque George Conway, a pesar de todas sus actividades en contra de Trump, sigue siendo profundamente conservador. Pero, al parecer, la pareja no la está pasando tan bien.

“La política en 1992 era muy diferente a la de 2017”, señaló Carville. “La gente de Trump se fija mucho más en el ataque personal o el agravio, y los opositores de Trump están segurísimos de estar haciendo lo mejor para el país. Ya ni siquiera se pueden contar chistes al respecto”.

Kellyanne Conway, la alta asesora y coordinadora de la campaña de 2016 de Trump, de 53 años, ha guardado silencio sobre su esposo, pese a que en 2018 le dijo a The Washington Post que sus críticas “le faltan el respeto a su esposa”.

En los últimos meses, George Conway, un abogado constitucional de 56 años y ferviente opositor de Trump , se ha vuelto más despiadado y más público. Durante el juicio político, hizo comentarios en Twitter y CNN en los que llamó a Trump un “delincuente”, “mentiroso patológico” e “imbécil supremo”.

En respuesta a la absolución de Trump por parte del Senado, Conway escribió una columna sarcástica y encarnizada en la que concluyó: “Creo que la decisión del presidente fue perfecta. Creo que está muy preocupado por la corrupción en Ucrania”. George Conway transmitió en vivo por Twitter su ridiculización cuando el presidente celebró la semana pasada en la Sala Este de la Casa Blanca. “Que se sepa, @realDonaldTrump. Que se sepa todo”, se burló.

Para alguien que trabajó durante décadas en las áreas legales republicanas (en los noventa fue abogado de Paula Jones, quien acusó a Clinton de conducta sexual inapropiada), George Conway no atrajo mucha atención en los círculos sociales de Washington. Se aprovechó del éxito de su esposa en la capital del país.

Pero recientemente, la ha superado en el circuito de las fiestas en Washington.

“Durante dos años y medio, ella fue la gran estrella y ahora lo es George”, señaló Sally Quinn, periodista, escritora y presentadora en Washington que ha estado invitando a George Conway, pero no a Kellyanne Conway, a sus fiestas en Georgetown.

Los Conway se conocieron en 1999, cuando George Conway era abogado bursátil y socio en la empresa neoyorquina Wachtell, Lipton, Rosen & Katz y Kellyanne Conway era una encuestadora republicana que salía con frecuencia en televisión. George Conway le dijo a una amiga en común, la comentarista conservadora Ann Coulter, que quería conocer a Kellyanne, quien en ese entonces usaba su nombre de soltera, Kellyanne Fitzpatrick. Ella fue en su auto hasta una casa de playa en Los Hamptons, que rentó Coulter, y la pareja se instaló en la mesa de la cocina de la casa y conversó durante horas.

Se casaron en 2001 y se mudaron a una de las torres de Trump en Manhattan. George Conway le causó una buena impresión al futuro presidente cuando se puso de su lado en una batalla de la junta administrativa del condominio para quitar del edificio el nombre de “Trump”, y le presentó a Kellyanne Conway.

En ese entonces, la política era menos agresiva. En 2005, Kellyanne Conway, junto con Celinda Lake, una encuestadora demócrata, escribió un libro sobre la manera en que las mujeres estadounidenses estaban borrando las fronteras políticas. Kellyanne Conway tenía la reputación de ser inteligente y empática, de esas personas que recuerdan los cumpleaños y las bodas.

Ahora los Conway tienen cuatro hijos: los gemelos, George IV y Claudia, de 15 años; Charlotte, de 11; y Vanessa, de 10; y un par de corgis, Skipper y Bonnie, a quienes George Conway apoda Preocupado y Afligido, por los términos que ha usado la senadora republicana de Maine, Susan Collins, para describir su reacción ante el comportamiento de Trump.

Sus amigos dicen que los Conway siguen juntos por sus hijos, aunque la pareja no siempre está en la misma ciudad. George Conway pasó algunas temporadas del año pasado en Nueva York antes de dejar su empresa, mientras que Kellyanne Conway se quedó en Washington, donde la gente de Trump ha boicoteado en gran medida a su marido.

El distanciamiento entre los Conway se fue dando poco a poco antes de convertirse en un abismo. Luego de la victoria de Trump, los Conway no dudaron en mudarse a Washington y compraron una casa de 1400 metros cuadrados, ocho recámaras y once baños. “Kellyanne Conway acaba de comprar esta mansión de ocho millones de dólares en Washington D.C.”, publicó la revista Town & Country, pese a que la participación de George Conway en su despacho jurídico constituye la mayor parte del patrimonio neto de la pareja, el cual asciende a 40 millones de dólares.

George Conway lloró de alegría la noche de las votaciones y calificó el logro de su esposa como “lo mejor que le ha sucedido en la vida”. Rechazó dos puestos posibles en el Departamento de Justicia, por considerar al gobierno “un gran caos”, aunque en ese momento le dijo al presidente que lo apoyaba.

Al principio publicó en Twitter su desaprobación de los tuits del presidente sobre la Orden Ejecutiva 13769 (que prohibía que las personas provenientes de Irán, Somalia, Sudán, Yemen, Siria y Libia ingresaran al país), pero luego se apresuró a tuitear su apoyo al presidente y a “mi maravillosa esposa”.

En febrero de 2019, en una fiesta de la embajada británica para las congresistas, Kellyanne Conway se aproximó a Quinn, a la columnista de The New York Times Maureen Dowd y a la periodista de NBC News, Andrea Mitchell.

“Primero hablamos de los zapatos tan bonitos, la encantadora bolsa, etcétera, etcétera”, recordó Quinn, hasta que le preguntó a Kellyanne Conway por su esposo y ella se enojó de que se lo hubiera mencionado, señaló Quinn. “Simplemente se fue y nos dejó a las tres. De verdad se puso muy mal”.

“Yo le dije: ‘Kellyanne, están casados, tú trabajas para el presidente, y él escribe en su contra. ¿Adivina qué? Eso es una noticia’”, recordó Quinn.

Al parecer, al mes siguiente, el matrimonio de los Conway se convirtió en un problema en la Casa Blanca. Trump había pasado el fin de semana del 16 de marzo retuiteando a teóricos de la conspiración e insultando al senador John McCain cuando George Conway escribió en Twitter: “Su enfermedad está empeorando”.

Al día siguiente, Brad Parscale, quien ahora coordina la campaña de reelección de Trump, tuiteó que George Conway “lastima a su esposa porque tiene envidia de su éxito”. El presidente le echó leña al fuego: “¡Es un fracasado!”.

Luego, en una entrevista con The Washington Post, George Conway afirmó que tuitea “para poder desahogarme y continuar con mi vida”. Y, en referencia a su esposa, añadió: ”Con franqueza, lo hago para no terminar gritándole a ella”.

Trump volvió a atacar: ”George Conway, a quien sus conocidos suelen llamar señor Kellyanne Conway, tiene MUCHA envidia del éxito de su esposa y le enoja que yo, con ayuda de ella, no le haya dado el puesto que tanto quería. Casi no lo conozco, pero solo véanlo, ¡un FRACASADO rotundo y un esposo del demonio!”.

Le correspondía a Kellyanne Conway responder a los ataques de Trump hacia su esposo.

“No comentó nada al respecto durante meses por respeto a mí”, dijo Kellyanne Conway sobre el presidente en una entrevista con Politico. “Pero, ¿creen que no debe contestar cuando alguien que no es un profesional de la salud lo acusa de tener una enfermedad mental?”.

George Conway no ha cejado. En octubre, usó términos médicos en The Atlantic para decir que el narcisismo de Trump lo convertía en alguien que no estaba capacitado para el cargo.