REPORTAJE
Así puedes conservar a tu gato para siempre
Cuando me enteré de que Frances, mi gata negra de 13 años, iba a morir de una enfermedad cardiaca —su corazón es demasiado grande y late con mucha rapidez— mi primer impulso fue pensar en cuál sería la mejor manera de recordarla, cuando llegara su hora.
Para distraerme de un pronóstico vago, pero grave, dirigí mi ansiedad hacia Google, donde encontré que las modalidades de duelo estaban profundamente trastocadas por toda clase de modernos “memento mori” (el término en latín para un recordatorio artístico o simbólico de la inevitabilidad de la muerte).
¿Quería convertirla en un diamante? ¿O en tinta para un tatuaje? No estaba segura. Además, después de pagar las cuentas del veterinario, probablemente no me alcanzaba el dinero.
Sin embargo, en Etsy existe una alternativa mucho más asequible: una comunidad de artistas que ofrecen una cura para el dolor en forma de estambre hilado a mano llamado chiengora. La palabra tiene dos vocablos: “chien”, que significa perro en francés, y “angora”, el nombre que se le da a la lana hilada del pelo suave del vientre del conejo de Angora. “Catgora” es la lana hilada de pelo de gato.
Para Theresa Furrer, de 45 años, de Nine Lives Twine, hilar pelo de gato y de perro para crear estambres de lana y recuerdos textiles se ha convertido en un trabajo de tiempo completo. Trabaja un promedio de 60 horas a la semana en el estudio que adaptó en el tercer piso de su casa, acompañada de dos gatos esfinge sin pelo (Fergus y Poppy), su amada gata devon rex disecada (Cleo) y la hermana de Cleo de 20 años (Lupe).
“Lo veo como mi templo”, dijo Furrer. “Si puedo ayudar a sanar el corazón de alguien, habré cumplido mi cometido”.
En 2013, mientras estaba en reposo tras donarle parte de su hígado a su padre, Furrer, quien había hilado y tejido toda su vida, sacó una rueca que compró por un capricho. Como ha sido vegana durante varias décadas, Furrer no usa prendas de lana de oveja y tampoco quería hilarlas.
Así que consiguió entre sus conocidos pelo de gato y de perro, porque pensó que así aprendería una nueva técnica. Hiló su primera chiengora con pelo negro obtenido de Rose, la poodle difunta de un cliente. “El pelo de los poodles es el más difícil de hilar”, dijo Furrer sobre los famosos rizos despeinados del can. “Pensé: ‘Si puedo hilar el pelo de este poodle, puedo hacer lo que sea”.
Furrer puede llegar a tener una docena de piezas diferentes en distintas etapas del proceso de hilado a la vez; sus textiles se venden a partir de 23 dólares por onza (28,3 gramos).
Además de hilar los estambres de lana, hace un triple lavado de las madejas terminadas y a veces combina el pelo de las mascotas con una fibra de apoyo, que le ayuda a extender una cantidad limitada de pelo a una proporción de lana con la que pueda trabajar, además de que ayuda a que la tela sea transpirable.
El pelo que más le gusta hilar a Furrer es el de los huskys, los malamutes y los perros de montaña de los Pirineos. “Su estructura celular cortical y de cutícula es perfecta para la lana”, explicó.
El pelo de gato se enmaraña con solo tocarlo y casi nunca se produce en grandes cantidades, pero ella acepta hilarlo y a menudo lo complementa con fibras de alpaca o bambú, para producir una madeja suave. “No me gusta decir que no, jamás”, admitió Furrer.
También teje artículos para los clientes que no saben hacerlo: ofrece bufandas, cobijas, almohadas, guantes, cintas para el cabello y hasta osos de peluche por una cuota adicional.
Aunque estos productos quizá suenan extraños, los recuerdos de luto hechos de pelo o cabello no son una novedad. Las alhajas que contenían un mechón trenzado del cabello de un ser amado estaban de moda en las épocas victoriana y georgiana, y se usaban en anillos o en medallones.
Katie Jane Thomas, de 55 años, de Lynchburg, Virginia, encontró a Furrer mientras buscaba en línea un hilandero de chiengora que le ayudara a conmemorar al “alma gemela canina” de su esposo, Yobee, una cruza de labrador y chow chow.
Furrer le pidió el pelo cepillado —aquel que se acumuló en el cepillo que se usaba para acicalar al perro en vida— y una fotografía de Yobee, porque le gusta pasar algo de tiempo con el animal sobre el que está trabajando.
“Fue un proceso muy reverente”, narró Thomas. “Ver a mi esposo abrir el regalo fue un obsequio en sí mismo. Solo lo he visto llorar dos veces en la vida, y esta fue una de ellas”. Desde entonces, usaron el estambre de lana de Yobee, combinado con alpaca del mismo tono para extender la madeja con el fin de tejer una bufanda que la pareja planea conservar en una caja de cristal.
Antes de que Gina Murphy, de Huntington Beach, California, abriera su negocio de joyería de cremación, era profesora de ciencias de nivel bachillerato para madres adolescentes. Ahora es la dueña de Close By Me Jewelry: restos cremados de humanos y mascotas fundidos en resina y colocados en joyería de oro o plata fina.
“Siento algo de consuelo con cada pieza”, expresó Murphy, de 41 años, cuyos padres murieron cuando ella era joven. “Soy egoísta al hacerlo porque me hace sentir bien, como que tengo un propósito”.
Como madre soltera de tres hijos, Murphy mantiene a su familia abasteciendo de 150 a 200 pedidos al mes, de los cuales la mitad son fabricados con cenizas de mascotas.
Además, los estadounidenses no son los únicos que están incursionando en este negocio. “Me impactó la frecuencia con la que solicitan mis servicios las personas que han perdido una mascota muy querida”, escribió en un correo electrónico Anke Bawa, de 58 años, una hilandera de chiengora que vive en la Selva Negra en Alemania. “Creo que quizá mi aura contiene algo de esto (me refiero a los sentimientos y pensamientos mudos que transmito en mi arte)”.
Kim Hines, de 54 años, de Simply Handspun Yarns, en Crossville, Tennessee, comenzó a hilar chiengora en 2011. Pero dijo que su negocio comenzó a prosperar en los últimos tres años.
“Quiero que la gente pueda tener algo para recordar a sus mascotas”, dijo. “Me hace sentir muy satisfecha saber que puedo hacer algo para mantenerlos vivos en la memoria”. Hace poco, hizo un trabajo para un hombre cuyo perro de montaña de los Pirineos, Gryffindor, acababa de morir. Planeaba usar su estambre para tejer algo para su esposa como regalo de Navidad.
“Cepillar y acicalar a tu mascota es un ritual íntimo”, explicó Furrer. “Lo que yo logro hacer es una continuación de ese ritual. Cuando una mascota fallece, se cierra ese ciclo. El estambre se vuelve parte de su ciclo de vida”.