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BOLIVIA

El Alto, bastión de Evo Morales, espera el regreso de su líder

Una pared en Bolivia que destaca en grande el nombre del expresidente Evo Morales. / EFE

Una pared en Bolivia que destaca en grande el nombre del expresidente Evo Morales. / EFE

Un grupo de mujeres reza de rodillas en medio de una carretera bloqueada para que no puedan pasar los militares, antes de que comiencen a arder las barricadas de que quienes exigen que Evo Morales vuelva a Bolivia.

El Alto, unos de los bastiones electorales de Morales, está dividido entre quienes desean que regrese la normalidad y los que solo ven como salida a la crisis en Bolivia que retorne su líder.

EL APOYO INDÍGENA

Las mujeres, muchas indígenas aimaras, lloran mientras rezan arrodilladas en la carretera que comunica el altiplano con El Alto, la segunda mayor ciudad de Bolivia con cerca de un millón de habitantes.

Sus manos sostienen la whipala, la bandera de las comunidades indígenas, en esta ciudad vecina de La Paz fundada hace solo 34 años en su mayoría por emigrantes del campo.

La lucha tocaba este domingo frente a una refinería de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), para que no lleguen a abastecerse los militares, que junto con la Policía están en las calles de un país convulso, con su gente dividida.

Lo peor no es que haya dos "fejuves" en El Alto, dos federaciones de Juntas Vecinales, sino la división en toda Bolivia entre los que solo quieren tranquilidad y los que no están dispuestos a rendirse hasta que retorne "el hermano Evo", asilado en México.

TENSIÓN EN LA CALLE

Senkata es como se llama el punto de bloqueo frente a los tanques de combustible, ante la mirada incrédula de unos pocos soldados desde el interior de la refinería.

Gritos de libertad, consignas para que se vayan los militares de las calles y con ellos la presidenta Jeanine Áñez, la sucesora provisional del líder indígena.

"Qué se vayan, carajo, Bolivia no les quiere", proclaman desde un improvisado escenario en medio de la carretera, con la consigna de que "tiene que haber una lucha constante".

La multitud se sobresalta cuando alguien alerta de que "están viniendo los pacos", los policías, pero los que aparecen son dos militares que pese a no ir de uniforme han sido descubiertos y son llevados a empujones.

Atados con manos a la espalda con una cuerda y un cinturón, tienen que disculparse ante la multitud demostrando que ellos también son alteños, solo quieren llegar a casa y no están actuando como infiltrados del ejército.

Muchos se acercan a las cámaras para que el mundo conozca qué pasa en esta ciudad a casi 4.100 metros de altura, aunque pocos dan sus nombres.

UN PAÍS DIVIDIDO

Áñez tiene que irse y que vuelva Morales, aunque para ello tengan que estar indefinidamente en las calles, mantienen unos.

Otros como Justina, una mujer mayor, lamenta que sus hijos sufren, incluso de noche lloran, porque sea quien sea el que gobierne, solo quieren vivir en paz.

"Sufren los inocentes", exclama, por un conflicto que se prolonga desde las elecciones del 20 de octubre, con al menos 23 muertos, más de setecientos heridos y más de 1.100 detenidos según datos oficiales.

Unas cifras que tienen nombres, como el de Andrea, una mujer de mediana edad, que denuncia que estuvieron a punto de lincharla, no por alguna cuestión política, sino por incontrolados que aprovechan el caos en las calles del extrarradio de El Alto.

"Evo, te estamos esperando en tu querido El Alto", sentencia una joven, para arengar a la multitud: "El Alto en pie, nuca se rinde".

Para ellos sigue siendo su presidente aunque anunciara justo hace una semana que dejaba el poder, tras las fallidas elecciones en las que primero fue proclamado vencedor para un cuarto mandato consecutivo y luego quedaron invalidadas tras las denuncias de fraude a su favor, para acabar saliendo rumbo a México

"Te esperamos con los brazos abiertos", se escucha entre los congregados.

El camino de regreso a la vecina La Paz deja atrás la carretera bloqueada para mostrar otra cara de El Alto, con comercios y restaurantes abiertos en una imagen bien distinta en espera del devenir de un país dividido.