La visita de la CIDH que mostró al mundo el terrorismo de Estado en Argentina
En agosto de 1979, la dictadura argentina se apresuró a reconstruir su principal centro clandestino de detención para engañar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que llegaba en septiembre. No lo consiguieron y esa visita marcó un antes y un después para dictadura y víctimas.
Por ese lugar, la antigua Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), pasaron cerca de 5.000 personas que forman parte de los 30.000 detenidos-desaparecidos -número calculado por los organismos humanitarios- entre 1976 y 1983.
Uno de los que estuvo allí esos meses del '79 fue Alfredo Ayala, quien recordó este viernes con Efe que los militares estaban "apurados" ante la visita de la CIDH.
"Sabían que la comisión venía por muy poco tiempo y que iban a estar en todos lados, entonces se sentían apurados por modificar. Nosotros lo sentimos en carne propia porque el martirio y la tortura fue doble, nos exigían hacer las cosas rápidamente", afirmó Ayala, uno de los pocos supervivientes de la ESMA.
El día en el que se cumple el 40 aniversario de aquella visita de la CIDH, directivos de la organización, con su presidenta, Esmeralda Arosemena de Troitiño, a la cabeza, regresaron a Buenos Aires para conmemorar un momento que resultó crucial para Argentina, cuatro décadas después de que sus colegas no tragaran con la intentona de la dictadura.
Su informe posterior empezó a confirmar al resto del mundo que en Argentina existía terrorismo de Estado, señaló la existencia de miles de desaparecidos y consideró que los militares tenían un "plan sistemático" para sus crímenes. Además, mencionaron que en la ESMA habían visto "partes en proceso de reconstrucción".
Los militares reformaron las instalaciones de la ESMA con rapidez para ocultar los sectores destinados a la tortura y detención que después devenían en exterminio con los llamados "vuelos de la muerte", en los que miles de personas fueron arrojadas vivas al mar desde aviones.
La CIDH recibió en su visita a Buenos Aires a familiares de los desaparecidos, que hicieron largas filas ante la sede del organismo. En esos mismos días, la delegación visitaría la ESMA, pero para que no notaran que allí se retenía a gente, los militares quitaron ascensores, escaleras para cortar los accesos al sótano, donde estaban los presos, a quienes escondieron en una isla del delta del río Paraná, al norte de la capital.
Ayala fue uno de los detenidos que trabajó forzosamente en el acondicionamiento de la isla "El silencio", un nombre que ya tenía desde antes de la dictadura y donde los detenidos, sin voz, estuvieron durante 30 días en condiciones insalubres.
"Fuimos llevados a la isla de 'El silencio' (...), la visitamos varias veces y nos mostraron dos casas que teníamos que hacer unos arreglos. No nos decían que era para llevar a gente durante la visita de la comisión. Sí nos enteramos prácticamente un mes antes, cuando los llevaron", relató Ayala, conocido como "Mantecón" por sus compañeros revolucionarios.
El superviviente, sordo de un oído por los golpes de los militares y que perdió parte de la voz por las descargas eléctricas con las que lo torturaban, cuenta que durante esos días llegó a trabajar 36 horas para modificar la fisonomía de la ESMA sin parar.
"Si no, mi vida iba en eso. Si yo no cumplía esa exigencia, me mataban o me anotaban en el próximo traslado", puntualizó Ayala. Esos 'traslados' era, en realidad, el eufemismo que los militares utilizaban para los "vuelos de la muerte".
La comisión fue una oportunidad histórica de la cual los presos estaban privados: "no teníamos ni voz ni forma para hacer llegar nuestras denuncias, pero estábamos muy esperanzados que desde afuera estaban haciendo las cosas para mostrarles lo que realmente pasaba en este país".
Durante la visita de este viernes al antiguo centro de detención, hoy espacio de memoria, la presidenta de la CIDH se emocionó al dirigirse hacia una audiencia entre la que había líderes sociales como la referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Nora Cortiñas, y la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
"Creo que lo valioso de este monumento a la memoria, a la verdad y a la justicia es que es un emblema de la lucha de la sociedad argentina", indicó De Troitiño.
La titular de la CIDH, que durante la tarde participó junto al presidente argentino, Mauricio Macri, en otro acto con el mismo motivo, alertó que "el tema de las detenciones (...) sigue siendo en el continente un tema que hay que atender como una deuda a la dignidad humana".
Para mantener presente la memoria, el antiguo centro clandestino acoge desde hoy y hasta diciembre una exposición que rememora esos días decisivos de 1979 durante una visita internacional que, como reconoció la directora ejecutiva del Museo de la ESMA, Alejandra Naftal, solo se valoró "muchos años después".
"En ese momento no fuimos suficientemente conscientes de la importancia que tuvo esta visita, que fue un antes y un después en la historia de nuestro país", reflexionó.