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CRISIS VENEZUELA

La crisis empuja a las venezolanas a la “maternidad forzada”

Foto: AP.

AP/ CHRISTINE ARMARIOCaracas, Venezuela

La doctora Saturnina Clemente llega a la pequeña clínica del empobrecido vecindario de Caucaguita armada con uno de los productos más codiciados en Venezuela: implantes hormonales para prevenir embarazos.

En un país donde los contraceptivos escasean, en la barriada humilde de las afueras de la capital venezolana la noticia vuela. Las más afortunadas entran a una lista gestionada por líderes comunitarios. Las menos, esperan que haya de más.

La veterana doctora tiene 104 implantes y no serán suficientes para todas. Como médico en el hospital pediátrico más grande del país, Clemente sabe de primera mano que las consecuencias para las que no consiguen uno son muchas.

“Es una sensación de impotencia, de frustración, cuando tú ves que es insuficiente, que la demanda es mucho más grande”, dijo.

A medida que la crisis en Venezuela se agrava, las mujeres son las más perjudicadas. A pesar de las promesas del gobierno socialista de proporcionar acceso a la planificación familiar a todas, encuestas y entrevistas recientes con profesiones médicos muestran que el acceso a los anticonceptivos sigue sin ser generalizado.

Organizaciones internacionales como el Fondo de Población de Naciones Unidas comenzaron a intervenir importando decenas de miles de contraceptivos este año, pero su labor aún es limitada. La situación tiene cada vez tiene más ramificaciones internacionales ya que un creciente número de embarazadas huyen a países como Colombia buscando la atención que no pueden recibir en Venezuela.

“Las mujeres que se están embarazando no tienen opciones”, señaló Luisa Kislinger, activista por los derechos de la mujer. “Les queda maternidad forzada”.

A sus 15 años, Nicol Ramírez ya es madre. Su nombre está en la lista de Clemente, pero para obtener el implante tiene que mostrar una prueba de embarazo negativa. La joven madre y su hermana llaman frenéticamente a su madre. Necesitan 40.000 bolívares, el equivalente a unos tres dólares, para hacerse un simple análisis en un laboratorio cercano.

“Imagínate la situación ahora del país, no es para tener niños”, dijo Ramírez con su bebé apoyada en la cadena. “Soy una niña”.

Durante la presidencia del fallecido Hugo Chávez, el gobierno amplió las ayudas a las madres pobres con ingresos de efectivo mensuales. Chávez elogió a las mujeres y a las llamadas “madres revolucionarias” que ayudarían a promover su visión.

Su Constitución de 1999 garantiza “servicios de planificación familiar completos” para las mujeres, entre otros beneficios.

“La revolución socialista debe ser feminista”, declaró.

A pesar de estas iniciativas, el gobierno de Chávez llevó a cabo modestos avances en el mejor de los casos, mejorando el acceso a los anticonceptivos. Los datos del gobierno muestran que los embarazos adolescentes siguieron incrementándose de forma constante durante su presidencia.

“Hubo un importante avance con la Constitución, con todos esos nuevos derechos y obligaciones estatales”, apuntó Rachel Elfenbein, autora de un libro de próxima publicación sobre programas sociales para mujeres creados en el mandato de Chávez. “Pero en lo que a su puesta en marcha se refiere, si se llevó a cabo algo, fue aislado”.

El presidente Nicolás Maduro ha luchado para avanzar en la agenda de su predecesor en medio de una paralizante contracción económica peor que la de la Gran Depresión de Estados Unidos. Pocas mujeres, si es que alguna, siguen recibiendo las transferencias de efectivo salvo por “bonos” ocasionales equivalentes a uno o dos dólares. La tasa de mortalidad materna subió por encima del 65% entre 2015 y 2016.

“Con Maduro hemos visto un retroceso sin precedentes”, agregó Kislinger.

Los profesionales médicos creen que Venezuela podría recudir en un tercio la mortalidad entre las madres haciendo una cosa: proporcionar contraceptivos.

El alcance de la escasez de los anticonceptivos en el país y el impacto que esto tiene sobre las mujeres es difícil de cuantificar en parte porque el gobierno no publica información ni indicadores clave, como los embarazos en adolescentes, desde 2012. Según esas cifras ahora obsoletas, poco más del 23% del total de los nacimientos en Venezuela se dio en mujeres de menos de 20 años.

Algunas organizaciones médicas independientes y grupos de derechos de las mujeres señalan que esta tasa podría ser ahora hasta del 28%. Un estudio realizado en cuatro hospitales el año pasado halló que en más de un cuarto de los nacimientos, la madre era adolescente.

El reporte más reciente de población mundial de la ONU estima que la tasa de embarazos adolescentes en la nación sudamericana es de alrededor 85,3 por cada 1.000 jóvenes de entre 15 y 19 años. Esa cifra supondría un ligero descenso, aunque sigue siendo el doble que la tasa global. En comparación, en Colombia la cifra es de 66,7 por cada 1.000 adolescentes de entre 15 y 19.

“No tenemos la realidad para el 2019. Y eso nos preocupa”, dijo Nelmary Díaz, directora de programas de la Asociación Civil de Planificación Familiar, una organización fundada en 1986 que gestiona varias clínicas.

Tras años negando la existencia de una crisis humanitaria, Maduro empezó a permitir recientemente la entrada de ayuda internacional. Aunque gran parte de la asistencia de emergencia son alimentos y medicamentos, una pequeña parte se destina a la salud reproductiva.

Por el momento, el Fondo de Población de la ONU importó 45.000 implantes hormonales con la autorización del ejecutivo. Y se estima que ya se han distribuido 17.000 en hospitales y clínicas como la de Caucaguita, donde las mujeres hacen fila desde antes del amanecer.

“No quiero tener más hijos”, manifestó Yailyn Salas, de 20 años y madre de un niño de nueve meses, mientras esperaba. “Ya quiero cerrar la fábrica”.

Entre los millones de venezolanos que optaron por huir del país hay miles de embarazadas. En Colombia, más de 26.000 venezolanas dieron a luz desde agosto de 2015. Esto agota los recursos del ya de por sí frágil sistema de salud colombiano y pone a prueba el enfoque en su mayoría receptivo del país hacia sus vecinos.

En los últimos meses, el alcalde de una gran ciudad colombiana comparó a los venezolanos con “una fábrica de chinitos pobres”, mientras que una columnista de un popular diario imploró a los migrantes que “paren de parir”.

“Si ustedes se siguen reproduciendo como lo están haciendo, seria aún más difícil verlos como oportunidad para el desarrollo que como problema”, escribió la periodista Claudia Palacios.

Ramírez se enteró de que estaba embarazada de su novio de un año a los 14. Los preservativos y las píldoras anticonceptivas eran o muy difíciles de encontrar o demasiados caros. Cuando le dio la noticia a su pareja, Ramírez dijo que él respondió con frialdad. Tenía 23 años y ya era padre, y más tarde le dijo que no podía asumir una nueva responsabilidad.

No ha vuelto a saber de él desde entonces.

Las madres adolescentes de menos de 15 años tienen el doble de probabilidades de morir durante la gestación. Aunque Ramírez tuvo acceso a cuidados prenatales, los médicos tuvieron que practicarle una cesárea de emergencia cuando los latidos del corazón del bebé se volvieron irregulares.

“Prácticamente nació muerta”, dijo Ramírez con un tono sombrío en su voz.

La odisea de Ramírez para encontrar anticonceptivos no es inusual. Una encuesta independiente realizada en 151 farmacias en un periodo de cinco meses el año pasado determinó que encontrar algunos contraceptivos como el parche era imposible en todo el país, mientras que de otros como las píldoras había una escasez casi total.

Incluso con el aumento del acceso a la ayuda este año, los expertos señalan que el país necesitaría mucho más para abordar las necesidades de las cerca de 9 millones de mujeres en riesgo de embarazo.

“Es un impacto muy reducido”, señaló Jorge Díaz Polanco, sociólogo del Observatorio Venezolano de la Salud, una institución independiente.

La brigada de Clemente puso conseguir un puñado de los implantes proporcionados por la ONU, que previenen la ovulación y duran al menos cuatro año. En dos días recientes, su equipo se instaló en una clínica donde los carteles en apoyo a los líderes socialistas llenaban las paredes. Se pusieron a trabajar de inmediato, inyectando un anestésico a cada una de las pacientes antes de colocarles un pequeño tubo de metal en la parte superior del brazo para poder introducir el implante.

A las 11:30 de la mañana, ya no quedaban más contraceptivos.

″¡Se acabaron los implantes!”, gritó un organizador vestido con una desgastada camiseta de la banda Stone Temple Pilots.

Pero en la fila quedaban todavía alrededor de 40 mujeres. Algunas suspiraron. Otras estaban visiblemente enojadas.

“Me siento decepcionada”, dijo Salas, que no pasó el corte.

Una organización médica cercana vendía implantes anticonceptivos a un precio subvencionado de alrededor de 90.000 bolívares, o 6,5 dólares, explicó. Pero eso es poco menos de lo que gana su esposo en una semana.

“Si me lo pongo, no como”, señaló.

Ramírez y su hermana estuvieron entre las pocas afortunadas que lograron los últimos implantes tras mostrar la prueba negativa al equipo de Clemente luego de que su madre les consiguió el dinero.

Otras tres mujeres se enteraron ese mismo día de que estaban esperando un bebé.

Ramírez se encogió cuando la enfermera le inyectó el anestésico antes de colocarle el implante. Justo cuando terminó el procedimiento, las luces de la clínica se apagaron en el segundo apagón en el vecindario en esa semana.

Ramírez salió de la clínica a oscuras con su bebé en brazos, aliviada porque no volverá a ser madre pronto.

“No me siento apta para tener un niño”, dijo mientras su hija comenzaba a llorar. “Soy una niña que tiene 15 años”.

La periodista de The Associated Press Christine Armario está en