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CLAUSURA CUMBRE

Papa promete enfrentar abusos y acabar con encubrimiento

El papa Francisco clausuró el domingo una cumbre extraordinaria sobre la prevención de abusos sexuales del clero comprometiéndose a enfrentar a los agresores con “la ira de Dios”, a poner fin al encubrimiento de sus superiores y a priorizar a las víctimas de este “descarado, agresivo y destructivo mal”.

Francisco realizó sus declaraciones al final de una misa ante 190 obispos y líderes religiosos que fueron citados en Roma luego de que la aparición de nuevos escándalos de abusos provocó una crisis de credibilidad en la jerarquía católica y en el propio liderazgo del pontífice.

El papa jesuita destacó que la gran mayoría de los abusos sexuales ocurren en el seno de la familia y ofreció una visión global del problema social que suponen el turismo sexual y la pornografía en internet, en un intento por contextualizar lo que, según dijo, fue un tema tabú en su día.

Pero este tipo de agresiones a menores son todavía más escandalosas cuando ocurren en la Iglesia católica “porque es totalmente incompatible con su autoridad moral y credibilidad ética”, agregó.

"Tenemos que reconocer con humildad y coraje que estamos cara a cara con el misterio del mal, que golpea con más violencia a los más vulnerables porque son una imagen de Jesús”, apuntó Francisco.

El pontífice reunió obispos de todo el mundo en una cumbre de cuatro días para recordarles que los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y su encubrimiento no son solo un problema que afecte a determinados países, sino que es una cuestión global que amenaza a la misión de la Iglesia católica.

"Hermanos y hermanas, hoy nos encontramos ante una manifestación de un descarado, agresivo y destructivo mal”, declaró.

El papa ofreció un compromiso de futuro de ocho puntos, pidiendo un cambio en la mentalidad defensiva de la Iglesia y una promesa para no volver a tapar los casos. Las víctimas, agregó, deben ocupar un lugar central mientras los sacerdotes deben seguir un camino continuo de pureza en el que “el santo temor de Dios” guíe el examen de sus propios fallos.

"En la ira justificada de la gente, la Iglesia ve el reflejo de la ira de Dios, traicionado e insultado por estas deshonestas personas consagradas”, dijo.