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Suiza votará sobre si las vacas deben mantener sus cuernos

Mientras un cencerro vacío suena hueco por un sendero en la neblinosa provincia suiza, el ganadero Armin Capaul sonríe y hace bromas sobre la proeza que consiguió: usar el sistema de democracia directa de su país para forzar una votación sobre un tema apreciado en su vida: si las vacas deben mantener sus cuernos.

Este ganadero en la localidad de Perrefitte, Suiza, es la modesta mente maestra detrás de una propuesta que tardó años en elaborarse: sobre si los granjeros deben recibir compensación del Estado por permitir que sus cabras y vacas mantengan sus cuernos. El referendo nacional se realizará el domingo.

Los que proponen la medida dicen que los animales deben quedarse tal como los hizo la naturaleza, por su bienestar y felicidad. Los que se oponen _como una importante federación ganadera_ dicen que la medida costará mucho porque tendrían que ampliar los establos para que los animales no se lesionen unos a otros con los cuernos.

Los sondeos indican una contienda cerrada después de que el Parlamento expresó su oposición y de que el apoyo se ha erosionado en semanas recientes.

El tema aborda un emblema de la identidad suiza. En un país alpino orgulloso de sus quesos, leche y chocolates, las vacas son un símbolo de identidad nacional. Hay imágenes de ellas en los suvenires y es común que protagonicen anuncios publicitarios: hace poco, un comercial mostraba una vaca pateando un balón con una estrella de la selección suiza de fútbol.

Los poderes ejecutivo y legislativo de Suiza _desafiando una posible reacción adversa_ criticaron la medida e insisten en que costará demasiado. El gobierno calcula que podría costar a las arcas de 10 millones a 30 millones de francos suizos (de 10 millones a 30 millones de dólares) por año.

El tema se ha vuelto una especie de espectáculo internacional para la prensa, en parte porque Capaul coincide con la típica imagen del ganadero suizo promedio _como el abuelo de Heidi, la niña de las montañas_: tiene barba y cabello despeinados y canosos, viste con camisa sencilla, caperuzas de lana con borlas o un suéter holgado que le cuelga del hombro mientras arrea su ganado.

El impacto del tema es más espectáculo que sustancia. Tres cuartas partes de las vacas criadas en Suiza no tienen cuernos y muchas nacen sin ellos.

En el referendo no se menciona la cantidad que se ofrecerá como compensación ni quién aportará el dinero, lo que dejaría el tema en manos de los legisladores. Los que se oponen a la medida temen que esto se coma subsidios que hay para el ganado, criadores de cabras y otros recursos para el sector agrícola.

Los opositores _incluidos los ganaderos en gran escala_ también prevén elevados costos por adaptar sus instalaciones para permitir que sus vacas conserven sus cuernos con el fin de beneficiarse de los subsidios del Estado. Argumentan, por ejemplo, que se les pediría extender sus establos con el fin de ampliar el espacio entre los pesebres de forma que los animales no se lastimen entre sí con sus cuernos. Los opositores dicen también que no está nada claro qué tan dolorosa es la extracción de éstos.

Pero para Capaul es cuestión de principios. El ganadero asegura que los cuernos les sirven a los animales para comunicarse e intercambiar calor, y que están en juego el destino de las vacas y el sustento de él.

“Es acerca de respetar la dignidad del animal que nos alimenta, ¿no es así?”, afirmó Capaul. “Uno debería apoyar a los que les dejan el cuerno, de forma que (las vacas con cuernos) no desaparezcan completamente”.

Reconoció sentirse un poco abrumado por toda la atención que ha recibido, después de que él y aliados suyos reunieron las 100.000 firmas requeridas para poner ese tipo de temas en las boletas en Suiza, cuya forma de democracia directa le da a los votantes el derecho a expresarse en asuntos de importancia e interés nacional. También se siente sorprendido de que haya tanta oposición.

“Supuse que el 80% de los votos serían para el ‘sí’, pero parece que estoy un poco en el planeta equivocado”, dice riendo.

Gilbert Christen, que cría a unas 50 cabezas de ganado lechero y para carne en el poblado de Cheseaux-Noréaz, donde se habla francés, se burla de la propuesta, calificándola de “asnal”.

“Estas son cosas que deberían ser solucionadas en el mundo agrícola, pero no en una votación pública”, afirmó.

Se opone incluso a pesar de que se beneficiaría financieramente con los subsidios: él no les corta los cuernos a sus vacas Simmental. Dice haber sido entrenado para cortar cuernos y lo ha enseñado a otros, pero prefiere dejárselos a su ganado.

“No voy a oponerme a recibir dinero porque permito que mis vacas conserven sus cuernos, pero ciertamente pienso que en cualquier caso ese dinero le será quitado a la agricultura en alguna parte; reducirá el financiamiento en otros lados”, afirmó mientras acariciaba el pelambre café claro de una becerra.

Y, ¿el procedimiento es doloroso?

“No duele más que cuando uno acude al dentista y le aplican una inyección para taparle una muela, supongo”, afirmó. “Pero no estamos en los zapatos de un becerro ni un animal para saber a ciencia cierta si es doloroso o no”.

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