IGLESIA CATÓLICA
El papa Francisco visitará una Irlanda diferente
Cuando el papa Juan Pablo II visitó Irlanda en 1979, la Iglesia católica era tan poderosa que varios temas _como la homosexualidad, el divorcio, el aborto y la anticoncepción_ eran casi innombrables, ni qué hablar de aceptables. Los obispos católicos habían asesorado a los redactores de la constitución irlandesa y aún llevaban la batuta. Ahora, en vísperas de la visita del papa Francisco, esa influencia se ha desvanecido.
A medida que un país aislado se abría al mundo encaramado sobre una ola de secularismo y expansión económica, la Iglesia iba perdiendo su lugar central en la vida irlandesa.
Aunque conservaba sus fueros en la educación y la salud, la Iglesia había perdido credibilidad tras las revelaciones de los abusos sexuales a menores en los templos, la tortura física de jóvenes en las escuelas y la humillación de las mujeres en sus talleres.
Para colmo, una historiadora que investigaba la muerte de unos 800 niños descubrió una fosa común entre las cloacas de un asilo para huérfanos administrado por la Iglesia ¿Cuál había sido su pecado para que los encerraran allí y los enterraran en una fosa sin nombre? Eran hijos de madres solteras.
Ese pasado alucinante confrontará a Francisco el fin de semana cuando visite Irlanda para clausurar la gran reunión de familias católicas organizada por el Vaticano. El evento fue planificado hace tres años con el fin de apuntalar la visibilidad y la voz de la Iglesia, pero se realizará bajo la sombra de una nueva ola de escándalos al otro lado del Atlántico.
“Yo no tengo inconveniente en proclamar que soy una católica devota”, dijo Carmel Dillon, directora de la escuela St. Mary’s en la pintoresca localidad de Blessington, al suroeste de Dublín. “Pero en ciertos círculos se hace cada vez más difícil afirmar que uno es católico”.
Una campaña de “dígale no al papa” ha ganado mucho apoyo y se planifican manifestaciones pacíficas. Por todo Dublín aparecieron carteles con una bandera de la Santa Sede puesta al revés para “simbolizar los sufrimientos y la angustia persistentes que dejan los abusos del clero”.
Según el vocero del Vaticano, Greg Burke, Francisco sabe muy bien que “la familia no será el único tema en una visita a Irlanda”, pero la vida familiar seguirá siendo el centro de la visita de 36 horas, aunque Francisco prevé reunirse con víctimas de abusos.
El cardenal Kevin Farrell, un prelado nacido en Irlanda, criado en Estados Unidos y que está a cargo de los asuntos de familias en el Vaticano, dijo que Francisco previsiblemente hablará sobre los abusos de todo tipo sufridos por los irlandeses, incluso las familias que perdieron hijos durante la época de “los problemas”, el sangriento y prolongado conflicto sectario que desgarró Irlanda del Norte.
“No creo que esas heridas sanen fácilmente”, dijo Farrell a la AP. “Pero sí creo que es hora de que la Iglesia vuelva a hacer oír su voz, muestre una nueva imagen: una imagen más abierta, más atenta, más comprensiva de la realidad de la vida actual”.
Esa no es la Iglesia católica del pasado en Irlanda.
En los últimos 10 años, una serie de investigaciones iniciadas por el gobierno han sacado a la luz los secretos horrendos que la Iglesia había intentado enterrar, como el de los restos de niños hallados en el asilo Bon Secours en Tuam, County Galway.
Los informes han explicado con detalle cómo decenas de miles de niños padecieron abusos en asilos para pobres, cómo los prelados trasladaban conocidos curas pederastas a distintas partes del país o a parroquias en Estados Unidos o Australia y cómo los obispos en Dublín no denunciaron los delitos de los curas a la policía hasta verse obligados por una serie de juicios a mediados de la década de 1990.
Al final, la Iglesia irlandesa aprobó una medida que obligaba a denunciar toda sospecha de delito sexual a la policía, pero el Vaticano la rechazó en 1997. Ante esa medida y la negativa a cooperar en las investigaciones, se declaró a la propia Santa Sede culpable de promover una cultura de encubrimiento.
El entonces primer ministro Enda Kenny atacó furiosamente al Vaticano ante el Parlamento en 2011, cuando lo acusó de minimizar la violación de niños con tal de proteger su propio poder y reputación.
El discurso en el que Kenny denunció “la disfunción, la desconexión, el elitismo... el narcisismo que dominan la cultura del Vaticano hasta la actualidad” provocó un enfrentamiento diplomático y el cierre de la nunciatura apostólica durante tres años, hasta 2014.
Fue, según los académicos, el fin de la relación otrora simbiótica entre la Iglesia y el Estado que había caracterizado la vida irlandesa.
Desde entonces, los votantes irlandeses han derogado la prohibición constitucional del aborto y legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo. Han despenalizado la homosexualidad y legalizado la anticoncepción y el divorcio.
Si bien el arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, ha ganado elogios de algunos sobrevivientes de abusos sexuales por encabezar el saneamiento de la Iglesia, éstos quieren por parte de Francisco una expiación de los pecados de encubrimiento.