DEFENSA
El deseo de las familias de soldados caídos de EEUU: que nadie se quede atrás
Empujados por la esperanza y el deseo de encontrar respuestas, cientos de familiares de soldados desaparecidos en las diversas guerras en las que ha participado Estados Unidos se dan cita en alguna de las reuniones que organiza el Pentágono con un claro objetivo: que nadie se quede atrás.
La Agencia de Contabilización de Desaparecidos en Combate y Prisioneros de Guerra del Departamento de Defensa (DPAA, por sus siglas en inglés) organiza anualmente 9 encuentros para mantener informadas a las familias de los desaparecidos en las II Guerra Mundial, la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam y la Guerra Fría. Siete de esas reuniones abarcan todos estos conflictos y son regionales, por lo que se celebran en distintas ciudades del país. Los otros dos tienen lugar siempre en la capital, Washington. Uno se centra en los desaparecidos durante los años de la Guerra Fría y el otro en aquellos cuyo rastro se perdió en Vietnam. En todos ellos, los familiares tienen la ocasión de solicitar información sobre su pariente, pedir que se abra un expediente e, incluso, aportar muestras de ADN para facilitar su posible identificación. "He estado buscando a mi padre toda mi vida. Su búsqueda ha guiado mi vida. Cuando terminé el instituto viajé a todos los lugares en los que él estuvo porque necesitaba seguir sus pasos", contó a Efe Melody Raglin, que estos días se encuentra en Arlington, a las afueras de Washington, con la esperanza de tener noticias de su progenitor. Su padre, técnico de las Armada estadounidense, fue uno de los diez militares desaparecidos en los años cincuenta cuando una pareja de cazas rusos abatió su avión mientras realizaban una misión de reconocimiento en la costa de Japón. Melody tenía apenas quince meses cuando su padre desapareció con 33 años de edad. Por ese motivo, explicó, nunca llegó a conocerle, ni tan siquiera tiene una foto de los dos juntos a la que aferrarse. La misión de la DPAA es intentar recuperar los restos de los estadounidenses desaparecidos en combate "para traerlos de vuelta a casa con sus familias e intentar ofrecer una explicación sobre qué les pasó", declaró a Efe el científico jefe de la agencia, John Byrd. Sin embargo, subrayó el experto, cuando un soldado desaparece en alta mar, rara vez es posible recuperar sus restos. Por este motivo, de los cerca de 80.000 militares desaparecidos en esos cuatro conflictos, la gran mayoría de ellos en la Segunda Guerra Mundial, la DPAA considera que solo unos 30.000 son expedientes viables. A pesar de que en algunos casos hayan pasado cerca de 80 años desde la desaparición, Byrd no duda en recordar la máxima castrense de que nadie se queda atrás. "Es importante que cuando le pedimos a un ciudadano que se ponga el uniforme, que arriesgue y, en muchas ocasiones, sacrifique su vida por el país; su nación no acabe dándole la espalda y que le prestemos nuestro apoyo a las familias", opinó el científico. Laura González, quien también acudió al encuentro en Arlington, representa la cuarta generación de su familia que no pierde la esperanza de recuperar los restos de un ser querido. El sargento del Ejército de Tierra Uvaldo Muñoz Mungia desapareció un lejano 26 de noviembre de 1951, cuando combatía con su unidad en la Guerra de Corea. "Mi bisabuela, que era su madre, le pidió a mi abuela, que era su hermana, que continuará con la búsqueda y cuando ella murió -en 2011- con su último aliento le pidió a su hija, que es mi madre, que siguiera hasta traerle de vuelta a casa", relató a Efe Laura. Son ya décadas buscando a su tío abuelo, pero Laura se mostró optimista y apuntó a la reciente entrega por parte de Corea del Norte de 55 urnas con supuestos restos de soldados estadounidenses como una puerta abierta a la esperanza. "Si mi tío abuelo está entre ellos sería maravilloso", dijo con una sonrisa en los labios. Las posibilidades de encontrar a un pariente desaparecido en territorio enemigo o en alta mar son escasas, y la mayoría de los asistentes a estos encuentros lo saben, pero eso no implica que haya que dejar de intentarlo. "Nunca me voy a rendir, eso te lo puedo decir. Nunca me voy a rendir", aseguró Melody, con lágrimas en los ojos.