VIEJOS ENEMIGOS
Trump trata a Kim Jong-un como a un igual en una cumbre coreografiada
El presidente estadounidense, Donald Trump, trató hoy como a un igual al líder del país más aislado del mundo, el norcoreano Kim Jong-un, en una cumbre llena de gestos amistosos que fue cuidadosamente coreografiada para evitar cualquier apariencia de superioridad de la principal potencia del mundo.
Como una obra teatral por actos, la histórica cita se abrió con un largo apretón de manos y culminó en la firma de un acuerdo entre viejos enemigos, y estuvo salpicada de halagos del poderoso Trump a Kim, un dictador hasta ahora ninguneado que se fue de Singapur con un álbum de fotos digno de un líder internacional destacado.
"Estamos desarrollando un vínculo muy especial", aseguró Trump al término de la primera cumbre entre ambos países.
Los dos líderes estaban serios y parecían algo nerviosos cuando llegaron a primera hora de la mañana al hotel Capella de la isla de Sentosa (Singapur), y se saludaron en un escenario digno de una visita de Estado.
Ante doce banderas estadounidenses y norcoreanas, Trump y Kim se estrecharon la mano durante 13 segundos, posaron ante las cámaras con caras serias y no se permitieron sonreír hasta el final de un corto paseo hacia la sala donde se reunieron por primera vez.
"Creo que tendremos una relación estupenda, sin duda", vaticinó Trump al comienzo de una cita de 38 minutos a solas con Kim.
Su discurso simple y repetitivo contrastó de inmediato con la retórica poética y grandilocuente que caracteriza a los norcoreanos.
"Las viejas malas prácticas y los prejuicios han tapado nuestros ojos y oídos y han obstaculizado nuestro camino, pero hemos logrado superar todo eso", valoró Kim.
Ante el buen ánimo de Trump, el líder norcoreano pareció relajarse e incluso se permitió bromear sobre el carácter extraordinario del encuentro.
"Mucha gente en todo el mundo pensará que esto es algún tipo de fantasía de una película de ciencia ficción", afirmó el mariscal mientras se dirigía con Trump hacia la segunda reunión de la cumbre.
El presidente estadounidense también quiso hacer un chiste al comienzo del almuerzo de trabajo, pero a Kim no pareció hacerle gracia.
"¿Están tomando buenas fotos? ¿Salimos bien, guapos y delgados? Perfecto", dijo Trump a los fotógrafos admitidos en la sala, que captaron la reacción perpleja del líder norcoreano.
El patriotismo de Kim pareció inspirar respeto en Trump, a quien le encanta exigir pleitesía al himno y la bandera estadounidense, y que destacó ante los periodistas que el norcoreano es un líder que "ama mucho a su país".
Desde el número de banderas frente a las que se hicieron la primera fotografía -seis de cada país, intercaladas- hasta la cifra de periodistas que entraron en las reuniones -siete estadounidenses y siete norcoreanos-, los detalles de la cumbre fueron negociados minuciosamente para proyectar una sensación de paridad.
"Querían asegurarse de que, tanto en lo ceremonial como en la seguridad, dábamos al mundo una imagen que les presentara como iguales. Los norcoreanos insistieron mucho en eso", afirmó a la cadena CNN un funcionario estadounidense implicado en las largas negociaciones previas a la reunión.
Pero Trump no se deja encasillar fácilmente, y acabó por romper ese delicado guión con una búsqueda de protagonismo durante el paseo más largo que compartió con Kim, hacia el final de la cumbre.
Tras asegurar a los periodistas que las reuniones habían sido "lo máximo" y deparado "muchos avances", Trump condujo a Kim hasta la comitiva de vehículos aparcados frente al hotel Capella.
Allí abrió la puerta de su limusina blindada, conocida como "La Bestia", en un gesto de vanidad que también dejaba entrever su superioridad, materializada en las nueve toneladas a prueba de balas y bombas del Cadillac presidencial estadounidense.
Los norcoreanos también desafiaron el protocolo cuando la hermana del líder supremo, Kim Yo-jong, apartó el bolígrafo proporcionado por Estados Unidos para la firma del acuerdo final y le entregó otro al mariscal, aparentemente debido a que la primera pluma tenía inscrita en el costado la rúbrica de Trump.
Ese pequeño gesto dejó clara la determinación de Pyongyang de salir de la cumbre en pie de igualdad con Washington, en un intento de legitimar su régimen y dar alas a un proceso de distensión que ha convertido a Kim en el líder más solicitado del momento.