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ANÁLISIS

Lula versus Moro, dos símbolos de un Brasil convulso

La detención de Luiz Inácio Lula da Silva era un final anunciado prácticamente desde que el juez federal, Sergio Moro, tomó las riendas de la investigación de la Lava Jato, el mayor escándalo de corrupción de Brasil.

Lula, de 72 años, de origen humilde y el político más carismático y popular de Brasil, y Moro, de 45, el "juez estrella" que se mira en el espejo de Giovanni Falconni, quien sentó en el banquillo a la mafia siciliana, han librado un pulso durante dos años.

Los golpes de efecto han marcado este duelo entre dos figuras mediáticas, con ambiciones y peso específico.

Un joven abogado brillante, de clase media y con estudios en Estados Unidos, ha puesto un triste final a la novela del viejo sindicalista sin estudios, que llegó a presidente y sacó de la pobreza a 28 millones de brasileños.

Moro encontró en la operación Lava Jato la oportunidad de emprender una cruzada contra la corrupción que salpicó a todo el espectro político en Brasil, pero, según sus críticos, se cebó especialmente en el Partido de los Trabajadores (PT), que gobernó entre 2003 y 2016, cuando se desarrolla el grueso de la investigación por el saqueo de Petrobras.

El primer contacto de Moro con el "modus operandi" de la corrupción política, aunque distante, fue el "mensalao", el pago de sobornos a legisladores a cambio de apoyo parlamentario para el Gobierno, el mayor escándalo del primer mandato de Lula.

Años después, en plena investigación de la Lava Jato, el nombre de Lula volvió a saltar en las delaciones de empresarios y antiguos colabores y Moro comenzó a cercarlo.

El expresidente no le perdona que enviara a la policía a su casa para que le condujeran a declarar a la fuerza cuando se iba a presentar voluntariamente.

La imagen de Lula rodeado de agentes fue premonitoria y mostró la dimensión del colosal problema legal en que el líder del PT estaba inmerso.

El expresidente (2003-2010) tiene siete procesos abiertos por corrupción, pero el juez lo envía ahora a la cárcel por un apartamento en la playa que supuestamente recibió a cambio de beneficiar a la constructora OAS con contratos de Petrobras.

La Fiscalía cree que Lula recibió 3,7 millones de reales (1,16 millones de dólares al cambio actual) de OAS, incluyendo el apartamento en la playa de Guarujá y el pago del almacenamiento de sus bienes personales y de su acervo presidencial entre 2011 y 2016.

Durante el proceso, Moro no dudó en divulgar conversaciones privadas de Lula con la entonces presidenta, Dilma Rousseff, para evitar que fuera nombrado ministro y saliera de su órbita de actuación, ni en bloquear sus cuentas.

Una decisión que le granjeó muchas críticas incluso dentro del círculo judicial, pero que tuvo un impacto contundente en la opinión pública.

Su primer cara a cara, el pasado año, dividió al país y provocó una insólita expectación. El duelo les permitió medirse personalmente y, en apariencia, terminó en tablas, aunque el juez condenó a Lula a 9 años por el caso del apartamento.

A partir de ahí, la presión sobre Lula creció a una velocidad inusual en la Justicia brasileña y los fiscales de la Lava Jato le identificaron como el "comandante" de la monumental trama de corrupción de Petrobras.

"No me están juzgando por corrupción, sino por la forma en que goberné este país", se defendía Lula.

En los últimos meses, los acontecimientos se precipitaron. La condena de Lula fue elevada a 12 años en segunda instancia y la Corte Suprema tumbó el recurso de la defensa para intentar evitar la cárcel.

En apenas 20 minutos, el jueves, Moro dictó un auto de prisión inmediata contra el expresidente.

Hacía semanas, además, que se venía preparando la celda de 15 metros que le espera a Lula en la sede de la Policía en Curitiba, la "capital del Lava Jato".

Sectores de izquierda acusan a Moro de "arbitrariedad", de practicar una "cacería de brujas" y querer acabar con el PT y muchos han rescatado en estos días el flirteo del juez con los grandes poderes mediáticos y con aliados del Gobierno de Michel Temer.

El juez niega un interés personal en Lula y justifica la rapidez porque "el expresidente fue condenado por lavado de dinero y corrupción. Es necesario ejecutar la sentencia. Es muy simple".

Sin embargo, según el diario Folha de Sao Paulo, el auto de prisión contra Lula fue el más rápido dictado hasta ahora por Moro contra los reos de la Lava Jato: Menos de nueve meses desde que fue condenado frente a una media de entre 18 y 30 meses de otros acusados.

Moro ha conseguido su objetivo, llevar a Lula a prisión, pero el expresidente no quiere aparecer abatido: "Entre más días me dejen en la prisión, más lulas van a nacer en este país"

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