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BRUSELAS

Situación de Puigdemont en Bélgica puede desestabilizar a Gobierno coalición

La presencia en Bélgica del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont y de cuatro exconsellers puede desestabilizar el Gobierno de coalición logrado con muchos esfuerzos por el primer ministro Charles Michel, a tenor de las reacciones encontradas entre los miembros del Ejecutivo belga.

Todo parece indicar que Puigdemont ha abierto la caja de los truenos, a pesar de que el propio Michel ha pedido que sus ministros dejen de hablar sobre la situación catalana y sobre la gestión en España de esa crisis, pero sin éxito.

La disciplina dentro del Ejecutivo belga brilla por su ausencia, especialmente porque el primer ministro pertenece a una fuerza minoritaria y francófona y el partido mayoritario en el país, el N-VA, es nacionalista flamenco y ve con buenos ojos a los nacionalistas catalanes.

La coalición de Gobierno la componen cuatro partidos de centroderecha, pero que sean todos de la misma ideología se ha demostrado que es insuficiente para preservar la paz interna que desea Michel.

Después de cuatro meses de negociaciones, Charles Michel, presidente del partido liberal francófono MR se convirtió en octubre de 2014 en el nuevo primer ministro de un Ejecutivo formado también por tres formaciones flamencas (los nacionalistas del N-VA, los democristianos del CD&V y los liberales Open VLD).

El caso Puigdemont logró colarse en la política belga incluso antes de que el político catalán llegara a Bruselas, ya que el secretario de Estado de Asilo e Inmigración, Theo Franken, ya le ofrecía a Puigdemont la posibilidad de pedirlo en Bélgica, lo que acarreó la intervención de Michel, quien dijo que su Gobierno no iba en esa línea.

Cierto o no, es evidente que el traslado a Bruselas de la crisis catalana ejerce presión tanto en las relaciones con España como entre los partidos coaligados en el Gobierno belga y de hecho es muy probable que Charles Michel aborde esta cuestión en el Parlamento Federal antes de que finalice esta semana.

Cuando se cumplen siete días de la llegada de Puigdemont a Bélgica las reacciones se suceden día sí, día también y hoy mismo el presidente de la N-VA, Bart De Wever, ha apoyado al viceprimer ministro y ministro del Interior, Jan Jambon, también de ese partido, por sus declaraciones sobre la crisis catalana y la gestión de la misma por parte del presidente español, Mariano Rajoy.

Jambon, en declaraciones al canal VTM este domingo, se mostró crítico con el Gobierno español; dijo que está ocupando el lugar de un Gobierno catalán "encarcelado" y "elegido democráticamente".

Y tuvo también palabras duras para la Unión Europea por no pronunciarse sobre este asunto al afirmar que "me pregunto a qué espera Europa para pronunciarse. Si lo mismo pasara en Hungría o Polonia, habría reacciones", consideró.

El ministro belga de Asuntos Exteriores, Didier Reynders, lamentó hoy que miembros de su Gobierno "estén haciendo comentarios" sobre el tema catalán "cuando ese no es su papel" y advirtió de que "el alboroto sobre este asunto excede los límites" de Bélgica, en declaraciones a la radio belga RTL.

En parecidos términos se expresó la ministra belga de Energía, Marie Christine Marghem, quien defendió a la Justicia española al indicar que "está funcionando hasta donde yo sé de acuerdo con los principios democráticos", y añadió que "en ningún caso Bélgica puede mezclarse en los asuntos de un país soberano y democrático", con referencia a España.

Sin embargo, el presidente de la región de Flandes, Geert Bourgeois (N-VA), dijo a la cadena pública de televisión VRT que le preocupa el "silencio de la Unión Europea" respecto a la situación en Cataluña y agregó que "la solución es el diálogo".

Da la sensación de que los partidos belgas en la coalición de Gobierno están aprovechando la presencia de Puigdemont y de los exconsellers para ajustar cuentas internas, lo que podría incluso poner en peligro la estabilidad del Ejecutivo y por tanto de la política belga.