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Análisis

Final de juego catalán mantiene a España tensa

El presidente derechista español Mariano Rajoy busca aplastar las ambiciones independentistas de Cataluña con la destitución del gobierno, la disolución del parlamento y la convocatoria a elecciones anticipadas.

Pero con ello podría haber abierto una caja de Pandora que bien pudiera explotarle en la cara.

Como escribió el comentarista Ricardo de Querol en El País, España se encuentra en “una situación de alto riesgo”.

En medio de la incertidumbre que reina en el país, hay una cosa segura: a pesar de la intervención, no se advierte un final a los roces y tensiones entre Madrid y Barcelona después que un Parlamento desafiante, haciendo caso omiso de la Constitución, votó por la independencia unilateral el viernes. Las semanas que restan hasta las elecciones previstas para el 21 de diciembre prometen abundancia de incidentes.

Rajoy tiene el derecho de su parte. Pero los líderes independentistas catalanes tienen el apoyo fervoroso de mucha gente en su región del noreste de España.

Las protestas independentistas han atraído a cientos de miles a las calles de Barcelona. Pero las manifestaciones de los partidarios de seguir siendo parte de España también atraen a muchos en la capital de Cataluña.

Rajoy, un político de carrera alto y severo, de barba y gafas, tiene el apoyo del Partido Socialista, principal de oposición a nivel nacional; del partido derechista Ciudadanos, que a su vez es el principal opositor en Cataluña, y de los gobernantes de la Unión Europea en su lucha contra las ambiciones de Cataluña de crear una república con Barcelona como capital.

Las encuestas indican que la región de 7,5 millones de habitantes, que aporta la quinta parte del PIB español, está dividida en forma pareja en cuanto a la secesión. En todo caso, los independentistas promueven su causa con mayor energía.

El presidente catalán destituido, Carles Puigdemont, es de alguna manera lo contrario de Rajoy. El experiodista, guitarrista de rock aficionado, se ha mostrado astuto en su enfrentamiento con el gobierno central al jugar al gato y el ratón con los nervios de Rajoy. Es probable que Puigdemont y sus aliados mantengan esa estrategia.

Los partidos independentistas podrían boicotear las elecciones de diciembre para restarles legitimidad. También le podría salir el tiro por la culata a Rajoy si resulta elegido un parlamento de fuerte mayoría independentista.

Los empleados públicos regionales podrían adoptar una táctica de desobediencia o negativa de cooperar con el gobierno central, que intervendrá Cataluña. Los manifestantes podrían tratar de impedir físicamente que la policía retire a los funcionarios catalanes de sus oficinas.

El sentimiento populista que impulsa a los secesionistas catalanes podría escapar rápidamente a todo control. Querol, el comentarista de El País, escribió que “uno no puede enjaular al monstruo que ha ido engordando y dejado suelto”.

Cataluña martirizará a Rajoy por algún tiempo más. La salida del impasse es un camino lleno de obstáculos. Debe sopesar las ventajas de someter a Cataluña con las desventajas de crear héroes que se presentan como combatientes por la libertad, ávidos de sacudirse el yugo de Madrid.

En el fondo, persistirá el temor a la violencia en las calles, aunque hasta el momento el movimiento separatista se ha enorgullecido de su pacifismo.

Finalmente, los más perjudicados por la crisis constitucional más grave de las últimas décadas podrían ser los propios catalanes.

Los inversores aborrecen la incertidumbre política y la conflictividad social. Para fines de la semana pasada, unos 1.700 negocios _incluidos bancos y grandes empresas_ habían trasladado sus sedes fuera de Cataluña para asegurarse de seguir operando bajo las leyes europeas en caso de una secesión.

Los votantes catalanes podrían pensar en el dinero en sus bolsillos al ir a votar cuatro días antes de Navidad.

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