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Análisis

Merkel, doce años en el poder bajo el signo de la reacción a crisis externas

La canciller alemana, Angela Merkel, busca la reelección el domingo tras doce años en el poder marcados por su reacción ante crisis globales como las del euro y los refugiados, y decisiones no siempre digeribles por sus filas conservadoras.

La primera legislatura de Merkel (2005-2009) se vio sacudida por la crisis de la eurozona, precipitada por el hundimiento en 2007 del mercado hipotecario estadounidense y a la que Berlín respondió con una férrea austeridad, a cambio de evitar la insolvencia de cualquier Estado miembro.

El dogma del ahorro no fue decisión exclusiva de Alemania, pero se convirtió en una seña de identidad del país y fue visto como una imposición orquestada desde la primera potencia europea, el mayor contribuyente a los sucesivos rescates aprobados para los países más castigados por la crisis.

Alemania cerró 2009 con una contracción de su Producto Interior Bruto (PIB) del 5,6 %, de la que se recuperó ya al año siguiente, y con este expediente terminó también la primera gran coalición del bloque conservador de Merkel con el Partido Socialdemócrata (SPD).

La articulación de soluciones de emergencia y de instrumentos para evitar hundimientos futuros marcó también la segunda legislatura de Merkel, quien tras las generales de 2009 pudo formar coalición con sus aliados naturales, los liberales, mientras el SPD quedaba hundido en su peor resultado histórico -un 23 %-.

En esa segunda legislatura, llegó la segunda crisis, con epicentro en la central nuclear de Fukushima (Japón).

Mientras gobernó en gran coalición, la canciller "respetó" el apagón nuclear pactado con las eléctricas por la coalición socialdemócrata-verde de su antecesor, Gerhard Schröder, pero poco después de abrir su mandato con los liberales, formación cercana a la industria, tumbó el plan para cerrar progresivamente las 17 plantas nucleares.

Bajo el impacto de la catástrofe en 2011, rectificó de nuevo y sentenció al cierre progresivo, hasta 2022, a todas las plantas atómicas alemanas, lo que los Verdes calificaron irónicamente de "apagón del apagón del apagón".

Alemania se convirtió así, bajo el liderazgo de una canciller conservadora, en la primera potencia que trazaba de forma vinculante el adiós a la energía atómica, mientras se improvisaba la transición hacia otras fuentes que garanticen el suministro en el futuro.

En esa segunda legislatura se aprobó también la suspensión del servicio militar obligatorio, otra decisión considerada un hito en Alemania y que estuvo precedida de fuertes tensiones en las filas conservadoras.

En 2013, Merkel logró la reelección casi con mayoría absoluta, mientras que el Partido Liberal (FDP) quedaba relegado a extraparlamentario, situación inédita para una formación que había apuntalado como socio minoritario tanto a Gobiernos conservadores como socialdemócratas.

La canciller volvió a la gran coalición, manteniendo al conservador Wolfgang Schäuble como ministro de Finanzas y guardián de la línea de la austeridad frente a la persistente crisis de la zona euro.

Se habían aprobado ya cinco planes de rescate económico -dos a Grecia y uno a Portugal, Irlanda y Chipre, además de la ayuda a la banca española-, cuando Alemania quedó inmersa en la siguiente gran crisis global, la de los refugiados.

El 4 de septiembre de 2015, Merkel adoptó la decisión que más ha minado su poder dentro de sus propias filas: la apertura de las fronteras a columnas humanas de decenas de miles de peticionarios de asilo atrapados en Hungría.

Fue una medida humanitaria -ha defendido desde entonces la canciller- a la que siguió la llegada al país de hasta 1,3 millones de peticionarios de asilo y la exigencia a Merkel, desde las propias filas conservadoras, de poner un límite.

Las presiones de la Unión Socialcristiana (CSU), partido bávaro hermanado a la Unión Cristianodemócrata (CDU), han perseguido a la canciller hasta casi el final de la legislatura.

A Merkel se la ha acusado también de haber propiciado con su línea poco conservadora el auge de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que ha capitalizado el voto xenófobo y que, según los sondeos, se convertirá en la primera formación de ese espectro con escaños en el Bundestag (Parlamento federal).

La legislatura se cerró con un último hito, la aprobación del matrimonio homosexual, impulsado por los socialdemócratas y con el voto negativo de Merkel, quien con la ley ya aprobada por la cámara dijo sentirse satisfecha con la nueva situación.

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