Ninguna crónica, foto o video transmite con fidelidad las sensaciones que genera internarse en la Cueva de las Maravillas, recorrerla y en lo que dura el paseo sentir que se forma parte de ese mundo subterráneo misterioso, fascinante y sobrecogedor. Todo a la vez.
La historia y características de la caverna de origen pleistocénico son plasmadas de manera recurrente en publicaciones turísticas y culturales.
Ubicada en el municipio Ramón Santana, al sureste de la provincia San Pedro de Macorís, la cueva descubierta en 1926, explorada en 1949, habilitada en el año 2000 y abierta al público en el 2003 está considerada uno de los grandes patrimonios naturales de República Dominicana.
La intervención del lugar, en la que destacan el alumbrado y disposición del recorrido para los visitantes, le han merecido el reconocimiento internacional.
Sus formaciones geológicas son impresionantes y sus pictografías (472) y petroglifos (19) son un referente del arte rupestre prehispánico en las Antillas.
Pero poco se habla del bien cuidado y acogedor entorno verde que rodea la cueva. De los senderos dispuestos sobre la explanada donde se inicia el recorrido, con sus parches de rocas ‘dientes de perro’ que recuerdan el origen cárstico de la zona; con muchas especies propias del bosque seco y una enorme colección de guáyiga (Zamia debilis) que pinta de verde intenso el paisaje. ©RAÚL ASENCIO/LD
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O de las raíces de los higüillos (Ficus aurea) que penetran a la caverna y dibujan “culebrillas” marrones sobre la piedra caliza. En la imagen: las escalinatas que llevan al interior de la cueva. ©RAÚL ASENCIO/LD
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O de la sobrecogedora impresión que provoca contemplar la catedral que sirve de marco al espejo de agua más grande de la gruta, el manantial (jagüeyes) donde los visitantes tientan a la suerte tirando monedas. ©RAÚL ASENCIO/LD
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O de la buena disposición y conocimientos que manejan los guías (como Henry Castro) que responden a la avalancha de preguntas de los curiosos visitantes. ©YANIRIS LÓPEZ/LD
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¿Cuántos miles de años tardarán las estalactitas y estalagmitas en encontrarse y formar nuevas y majestuosas columnas? ©YANIRIS LÓPEZ/LD
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¿Qué mensajes querían transmitir los aborígenes en las figuras para nosotros “ininteligibles” de sus galerías de arte? ¿Qué hay detrás de aquel recodo? ¿Qué esconden los nichos cerrados al visitante? ©RAÚL ASENCIO/LD
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¿Por qué dicen que no se puede tomar fotos? ¿Se han perdido personas en la cueva? ¿Por qué hay limo sobre algunas rocas a 25 metros bajo tierra? ©RAÚL ASENCIO/LD
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El trabajo realizado por el arquitecto dominicano Marcos Barinas en la cueva (plan de manejo y habilitación turística) recibió el primer premio y medalla de oro en la categoría Arquitectura Paisajista en la Bienal Internacional de Arquitectura Miami + Beach 2003. ©RAÚL ASENCIO/LD
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Protegida. El sistema de cavernas forma parte del monumento natural Río Cumayasa y Cueva de Las Maravillas (Ley-202-04), área protegida que comparten las provincias San Pedro de Macorís y La Romana con una extensión aproximada de 88.5 kilómetros cuadrados. ©YANIRIS LÓPEZ/LD
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La terraza arrecifal de roca caliza donde se encuentra la cueva tiene un millón de años de antigüedad. La temperatura dentro de la caverna se mantiene a unos 19 grados Celsius todo el año. ©YANIRIS LÓPEZ/LD
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Recorrido. De los 800 metros de extensión registrados para la cueva, solo 240 metros están habilitados para los visitantes. El ascensor construido para personas con discapacidad motora se encuentra actualmente fuera de servicio. El costo de la entrada: 300 pesos los adultos y 100 pesos los niños hasta los 12 años. ©RAÚL ASENCIO/LD
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Arte. Se estima que las pictografías y grabados sobre las rocas tienen entre 800 y 500 años de antigüedad. ©RAÚL ASENCIO/LD
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La cueva está ubicada en el kilómetro 16 de la Autovía del Este, la carretera que comunica San Pedro de Macorís y La Romana, a cinco kilómetros de la costa caribeña. Es uno de los atractivos ecoturísticos del municipio Ramón Santana. Unas 50 mil personas la visitan cada año. ©RAÚL ASENCIO/LD
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