TURISMO BOTÁNICO
Un laberinto de plantas vivas en la Ciudad Corazón
Lo que esconden los muros de cipreses del Jardín Botánico de Santiago: una invitación a la exploración y al disfrute de la flora caribeña
Un túnel de tumbergias moradas (Thunbergia grandiflora) da paso al laberinto del Jardín Botánico de Santiago Prof. Eugenio de Jesús Marcano Fondeur.
Parece fácil no perderse, pero una vez los cipreses cierran el paso y el visitante comienza el recorrido, la búsqueda de la salida se convierte en un reto que tiene mucho de turismo botánico, ciencia y exploración.
Ubicado al lado del rosedal, en el costado derecho de la vía central, es uno de los muchos ‘grandes rincones’ repartidos en los 650,000 metros cuadrados del arboreto cibaeño inaugurado en 2018.
¿La primera impresión de quienes se internan en los túneles verdes? La acertada combinación de especies florales usadas en el paisajismo del laberinto.
Porque el paseo es mucho más que recorrer los senderos de piedra y grama hasta encontrar el hueco del escape.
Entre los muros de pinos (Cupressus sempervirens) y los montículos de piedras los ojos se pierden –o se detienen- en los círculos repletos de lenguas de vaca (Sansevieria trifasciata), en las largas hileras de amaranto (Gomphrena globosa) y maguey (Agave mexicana) y en los parchos de trinitarias (Bougainvillea), Isabel Segunda (Plumbago capensis), kalanchoes y campanitas (Ruellia simplex) repartidos por doquier.
Cada especie aporta tonalidades al diseño floral, desde el verde intenso del fukien tea (Carmona retusa) al morado de la cucaracha (Tradescantia spathacea).
Pequeños jardines con tinajas o piedras a modo de asientos ‘acorralan’ al visitante cuando menos lo espera y le obligan a parar, respirar el aire puro del parque y tomar fotografías.
Y así, entre parterres y flores el tiempo pasa y solo cuando las imágenes se repiten y los meandros de los senderos parecen alargarse demasiado te das cuenta que, efectivamente, te perdiste…
Del espacio
Se trata del primer laberinto de especies vivas de República Dominicana. Ocupa unos 3,600 metros cuadrados y para los muros o setos vivos se usaron más de 2,000 cipreses.