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“Quienes tienen que dirigir el desarrollo de la Frontera son los mismos comunitarios”
Para Pedro Cano, coordinador de proyectos de la Fundación Frontera Sur, el desarrollo de la frontera debe ser dirigido por los propios comunitarios a partir de su realidad y sus necesidades. “Personas capacitadas las tenemos, y el capital humano está. Lo que hace falta es lo que tradicionalmente no se le ha dado, y es la oportunidad para liderar esos procesos de cambio”.
Su norte es fortalecer las capacidades de los grupos juveniles y de las organizaciones comunitarias desde los cimientos de la sociedad: su gente. Que sean las personas de las comunidades los sujetos de su propio cambio.
Con esta filosofía nació en 2015 en Jimaní la Fundación Frontera Sur (FFS), cuya labor de incidencia abarca las provincias Independencia, Pedernales, Elías Piña, Bahoruco y los bateyes de Barahona en República Dominicana, así como las comunidades de Fond Parisien, Belladere y Anse-a-Pitre en Haití.
Pedro Cano, coordinador de proyectos de la ONG, dice en el Encuentro Verde de Listín Diario que su misión es forjar el liderazgo y gestionar el desarrollo; “que los grupos comunitarios, las juntas de vecinos, las madres y los jóvenes se formen y se emancipen para ser sujetos de su propio cambio”.
“Muchas veces, las organizaciones sin fines de lucro o las instituciones quieren liderar los procesos y, por lo general, para que los procesos duren en el tiempo y sean sostenibles tiene que ser la gente la que tome la bandera de las propias luchas sociales que tienen sus comunidades”.
Si no es así, comenta el abogado con master en Gestión de Proyectos de Cooperación utilizando la herramienta GESPRO, todo funcionará durante un tiempo, pero cuando desaparecen los recursos o el proyecto que da motivo a esa línea de acción; o desaparece la institución o la fundación que lleva a cabo o que acompaña el proceso, este se cae.
“Nosotros surgimos desde esa perspectiva. Uno: entendiendo que las personas tienen que ser sujetos de los propios cambios que ellos propugnan para sus comunidades, y dos: involucrar a los jóvenes, porque a los jóvenes no los vemos como una promesa de futuro, sino que lo entendemos como una realidad; eso hace también que el proceso tenga muchísimo más recorrido, porque la trayectoria del joven es mucho más larga que la de las personas que abanderan la causa”.
Indica que muchos de los líderes de las comunidades que hoy tienen la bandera de acción son los mismos de los últimos 25 y 30 años.
“Entonces, sí apostamos al empoderamiento y a la gente porque eso mejora la calidad de vida suya, de las comunidades y de sus familiares; y apostamos a que los jóvenes tengan un rol protagónico, que haya un 50 % de jóvenes dentro de la dirección o dentro del movimiento; queríamos que los jóvenes tuvieran al poder de su proceso y para eso había que empoderarlos y formarlos”.
Agrega que, desde esa perspectiva, surgen muy impregnados del talante de la iglesia católica y de la mística ignaciana de los jesuitas. Cano fue coordinador de la Oficina del Servicio Jesuita con Migrantes en Jimaní entre 2012 y 2016 y misionero de la iglesia católica a través de la Conferencia Episcopal Española durante seis años en el Sur dominicano.
Un cambio de modelo hacia la gente
La fundación fue creada, explica Cano, por un grupo de personas vinculadas desde siempre a otras instituciones que propugnaban por un cambio de modelo en la región, por una idea menos apegada a la financiación y sí más apegada a la gente.
“La gente tiene que creer en el proceso y en las capacidades que tiene. Para mí la frontera está llena de hombres y mujeres con un potencial enorme. Si algo caracteriza a la frontera es el capital humano que tiene”.
Por eso, expresa Cano, promueven la necesidad de un desarrollo a través de la gente de la frontera, “no a través de fórmulas prefabricadas que traigan desde fuera ni tampoco de programas y políticas que se hacen desde un despacho en Santo Domingo con aire acondicionado y que luego va enlatado”.
Señala que, muchas veces, los expertos de la frontera no viven en la frontera ni trabajan en la frontera.
“Se consideran expertos porque hacen cuatro viajes a la frontera y les enseñan una parte de la realidad, que muchas veces no es la verdadera realidad, y con eso vienen con una tesis doctoral a Santo Domingo, para hacer planes de desarrollo de la frontera pero sin contar con las características peculiares de la frontera ni contar muchas veces con los hombres y mujeres de la frontera y con todo ese capital humano que al final es el que permite el desarrollo”.
La diferencia está entre dirigir y orientar, considera.
“En ese sentido, las políticas públicas orientan el desarrollo, pero quienes tienen que dirigir el desarrollo de la frontera tienen que ser los mismos comunitarios, porque personas capacitadas las tenemos, y el capital humano está. Lo que hace falta es lo que tradicionalmente no se le ha dado, y es la oportunidad para liderar esos procesos de cambio como los conocedores de la zona”.
¿Qué hace la FFS?
Para contribuir con este proceso, confían en el desarrollo compartido y coordinan alianzas junto a instituciones con experiencia y buenas prácticas en el trabajo comunitario, entre ellas el Comité de los Derechos Humanos de los Dominicos Haitianos (CODHA), Plataforma Vida, la Red Fronteriza Jano Sikse o el Centro de Investigación y Educación Popular (Ciepo) en República Dominicana. En Haití lo hacen con el Grupo de Apoyo a Refugiados y Repatriados (GARR), el servicio jesuita y centros educativos.
“No vamos de Quijote, entendemos que juntos vamos a llegar siempre más lejos. Hacemos alianzas estratégicas con otros actores porque al final la sostenibilidad no es solamente de la zona, sino también de las instituciones”.
FFS realiza acciones de empoderamiento con la mujer, reproducen materiales de campaña por una vida sin violencia y trabajan en la formación de jóvenes y adolescentes en los centros educativos. “Trabajamos con los jóvenes para que aprendan a comunicar y exponer sus ideas de manera atractiva para el oyente; les damos el micrófono para que sean ellos los que compartan las problemáticas de sus comunidades desde la perspectiva joven”.
“Hay que construir un modelo diferente de desarrollo más sostenible, más eficiente, más equitativo más respetuoso con los recursos naturales y nuestra biodiversidad y que no deje a ninguna persona atrás”.
En los últimos dos años, solo con el proyecto “Cohesión social y cultura de paz en la frontera a través del fomento del deporte”, auspiciado por la Unión Europea, han impactado a más de 2,000 jóvenes en estas provincias, formándolos en derechos humanos, en temas de supervivencia, resolución pacífica de conflictos y medios de vida sostenibles”.
“Hemos trabajando de la mano de 93 organizaciones y líderes comunitarios, articulando en diferentes áreas porque entendemos que si no es en compañía de otras organizaciones que tengan los mismos intereses que nosotros –que es único y exclusivo el desarrollo de la zona fronteriza y la mejora de la calidad de vida de la gente-, no llegaremos a ningún sitio”.
La región más pobre
La planificación de los proyectos de desarrollo se extiende entre 15 y 25 años, mientras que los proyectos de la cooperación permanecen entre uno y cinco años, a veces prorrogables si hay fondos disponibles para continuar la iniciativa.
Esa temporalidad tan corta no va de la mano de los procesos de desarrollo, opina Pedro Cano.
Apunta que cuando llegó a trabajar al Sur, en 2012, los índices de pobreza de entonces se parecían muchísimo a los de ahora: Elías Piña: 79 %; Bahoruco 74 %; Independencia: 72% y Pedernales: 71 %. Entonces y ahora, estas cuatro provincias están consideradas las más pobres del país y en conjunto conforman la zona con el Índice de Desarrollo Humano Provincial (IDHp) más bajo.
“Esto significa que, una década después, la pobreza en estas provincias del Sur no se ha reducido significativamente, que las tasas de pobreza se mantienen o son idénticas”.