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Playa Esmeralda: un tesoro de la naturaleza

Alerta. Hace falta una soga de salvamento, pues ‘el mar engaña”, según señala un miembro de Politur.

Playa Esmeralda, en Miches.

Playa Esmeralda, en Miches.FOTO: Ángel Ramos B.

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CARMENCHU BRUSÍLOFFMiches, El Seibo

Hay una playa de aguas de hermosas tonalidades y arena blanca que extendida en unos dos kilómetros lleva el nombre de una joya: Esmeralda. De ella me entero por mi hijo Ángel y Rossy que años atrás la disfrutaron.

Así que, tras almorzar en Miches, al trasladarnos por la carretera de vuelta para regresar a Punta Cana Village, estamos atentos al letrero que, a varios kilómetros, avisa la ruta hacia la playa. Hay que doblar a la izquierda.

El entorno a la vista luce sin urbanizar. En el trayecto un letrero, aposentado sobre el terreno señala: Grupo Puntacana. A pocos metros hay una trocha abierta. Ha de ser la que lleve al punto donde estará el hotel Zemi Miches All-Inclusive Resort, Curio Collection by Hilton, que construye Frank Elías Rainieri Kuret. Proseguimos. Junto a un portón una tarja dice Club Med Exclusive Collection. Es el Club Med Miches Playa Esmeralda.

No se divisa ni la silueta de sus construcciones. (El resort cuenta con cuatro hoteles boutique). Proseguimos por la carretera, pero empieza a estrecharse y en malísimas condiciones. Nos devolvemos hacia una bifurcación que, sin señales, habíamos visto.

Tomamos por la derecha: una ancha carretera en construcción, con un carril apisonado. Mas no hay costa a la vista. Ni vehículo alguno en la zona. Nos devolvemos para enfilar la ruta antes descartada. Resulta ser un camino adoquinado y el que precisamente lleva al estacionamiento de Playa Esmeralda. De frente: el puesto de la Armada. Es de madera. A un lado, el letrero: Playa Esmeralda y el camino que conduce a la playa, hacia la cual Rossy sale rauda.

Yo, sofocada por el calor, me detengo. Olvidé en el auto mi suero hidratante. Ángel se queda conmigo. Estamos sobre tierra sin pavimentar. No hay donde sentarse. A los pocos minutos decido continuar caminando. ‘¡Mira el mar!’, dice Ángel. ¡Qué belleza!

Por la fatiga, en vez de acercarme al agua subo a la construcción que funciona como garita. Un miembro de Politur vigila sentado en la única silla existente, la cual me cede. Así, relax, contemplo embelesada el magnífico paisaje y veo también el área delimitada sobre el terreno para desovar las tortugas. ¡Qué interesante! (Mi hijo Ángel Ramos Brusíloff toma las fotos para este artículo en Listín Diario).

Soga de salvamento

Un miembro de Politur, (no sé si Guerrero o Angelito), dice que “el mar engaña. Se han ahogado varias personas”. Necesitan ‘una soga de salvamento, pues no hay salvavidas, y también las banderas de aviso sobre las condiciones del mar’, detalladas en un cartel junto al asta.

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