mensaje
ánimo en dos minutos: “Lo apartó de la gente”
Después de encontrarse con el Señor, ¿cómo quedó aquel hombre? ¿Igual, peor, o mejor que antes…? A María Magdalena le pasó lo mismo. También a Zaqueo, a la viuda de Naim, a Bartimeo y a muchos, muchos otros.
Algo para recordarle y luego preguntarle.
El tipo era buena gente, pero era sordo como una tapia, y hablaba con dificultad.
Tenía amigos que lo estimaban e intercedieron por él. Lo llevaron donde el Señor, y le pidieron que lo curara. El Señor lo apartó de la gente, y lo curó.
“Se le abrieron sus oídos, se le soltó la traba de la lengua, y hablaba normalmente”. (Marcos 7, 31-37). Es lo que quería recordarle y le pregunto:
Después de encontrarse con el Señor, ¿cómo quedó aquel hombre? ¿Igual, peor, o mejor que antes…?
A María Magdalena le pasó lo mismo. También a Zaqueo, a la viuda de Naim, a Bartimeo y a muchos, muchos otros.
Todo aquel a quien el Señor “aparte de la gente”, queda mejor que antes.
¿Cómo reaccionaba la gente ante esta realidad? En Marcos 7, 37: “El entusiasmo de la gente era increíble, y decían: todo lo hace bien, los sordos oyen y los mudos hablan”.
Y ahora, ¿Qué pasa? ¿Continúa el Señor curando a las personas en momentos en que las “aparta de la gente…?
El momento más adecuado que tenemos para encontrarnos con el Señor es en la soledad y en el silencio.
El Señor “lo apartó de la gente”, y el hombre no se resistió. No tuvo miedo, se dejó conducir a la soledad y el silencio. Allí, el Señor lo curó.
Allí le habló, y el hombre pudo escucharlo. Se le curó la sordera. Dicen que el ciego se separa de las cosas, pero el sordo se separa de las personas. En este sentido, es peor la sordera. El hombre estaba solo. ¿Se siente usted solo?
La pregunta de hoy:
¿Qué necesitamos para oír
la voz que habla en nuestro interior?
Necesitamos soledad y silencio.
El Señor no le habló a Elías en un huracán. El huracán es una emoción que produce un entusiasmo pasajero.
Tampoco le habló en un terremoto. La vida espiritual no es una conmoción que se mezcla con ambición de protagonismo. Tampoco es un aluvión de palabras con las que quiero impresionar.
Finalmente, el Señor no le habló a Elías en medio de un fuego. Elías había pretendido usar el fuego para aniquilar a sus adversarios, pero la agresión no viene de Dios, y a Dios no usa para combatir a nadie.
El Señor le habló a Elías en el susurro de una brisa suave. Y esa suave brisa sólo se percibe en la soledad y el silencio. El silencio es el verdadero lugar donde acontece la experiencia de Dios. Allí nace Dios en nosotros, allí experimento mi verdadero ser, que es libertad y que es amor.
Y allí, apartado de la gente, un día, finalmente, me doy cuenta de que no estoy solo.