¡Señor, ¿a quién iremos?!
Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros sabemos que Tú eres el Santo Consagrado por Dios.
Este Evangelio siempre me ha gustado. San Juan, mi apóstol favorito es el que más habla de la divinidad de Jesús. El discípulo que más amó a Jesús, fue Juan, y al que le entregó a su Madre Santísima. Y eso no creo que se le hace a todo el mundo. Pero, claro, Él era el Mesías, el que tenía que venir al mundo.
Las lecturas de este domingo son todas maravillosas porque hablan de cómo debemos servir al Señor Dios que es nuestro Dios.
La primera lectura tomada de Josué, quien le pregunta a la gente, ¿a quién desean servir? Y como todos insisten en servir al Señor que es nuestro Dios. “El nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto: El hizo a nuestra vista grandes signos; nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: Él es nuestro Dios.
En la segunda lectura, San Pablo nos refiere un gran misterio: a Cristo y a su Iglesia. Es una carta que escribe a los Efesios y es como debe de ser la vida del Cristiano. Es una lectura que se utiliza en muchas bodas sacramentales: Como deben de amarse entre sí las parejas que se casan: “Marido amar a tu mujer es como amarse a sí mismo. Pues, nadie ha odiado jamás a su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la iglesia porque somos miembros de su Cuerpo. “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Ese es un gran misterio. Vamos a vivirlo como se merece. Amen