Cámaras de vigilancia a nuestro alcance

Cristóbal, un compañero de labores, se sentía feliz porque estaba a punto de inscribirse en una maestría que había sido su gran anhelo, alegría que se fue disipando cuando un conocido le comentó que a su edad “ya para qué”.

Tanto caló este comentario que consideró desistir.

A menudo, las vecinas chismosas no son las únicas “cámaras de vigilancia” que ejercen un mecanismo de control sobre nuestras acciones. Existen otras más letales que dañar la reputación ajena, como son todos aquellos dispuestos a matar los sueños y metas de los demás apenas se avizoran en el horizonte.

Son personas que con su carga de negatividad nunca querrán que alcances las expectativas de vida que ellos mismos no están dispuestos a sobrepasar. Así, te animarán a quedarte en trabajos y relaciones fallidas, a no emprender ningún negocio. Porque bajo la óptica de sus miedos y de un “Dios lo quiso así”, salir de la zona de confort es inadmisible.

Hay vigilantes apostados en todos lados, uno para cada caso. Por fortuna, mi amigo sobrepasó el desaliento inoculado y pudo iniciar y concluir sus estudios satisfactoriamente.