¿Quién educa al pueblo?
La transfiguración del Señor
Segundo domingo de Cuaresma, y las lecturas de hoy tienen que ver con la vocación de Abraham. Dios nos ama y nos ilumina.
Este evangelio nos habla de la transfiguración. Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y se los llevó a una montaña alta. Se transfiguró ante ellos y su rostro resplandeció como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Él. Entonces Pedro tomó la palabra y les dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto, escuchadle”.
Al oír, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándolos les dijo: “Levántense, no teman”.
Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos”.
Esto se les quedó grabado, y discutían que querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos”.
Muchas veces tampoco nosotros entendemos. Sin embargo, por la fe que se nos ha dado, creemos.
No podemos tener a Jesús en la mente y el mal en nuestro corazón. Los discípulos deben bajar del monte para ver la divinidad de Jesús. También nosotros debemos bajar y asumir como Moisés a veces cargados de dificultades.
En la santa eucaristía Jesús se transforma en presencia diaria como con los apóstoles en la transfiguración.
Y decimos con el salmo de hoy: “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”. ¡Amén!