¿Quién educa al pueblo?

“¡Oh, Dios, crea en mí un corazón puro!”

Maruchi R. de Elmúdesi

Maruchi R. de ElmúdesiArchivo LD

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María Teresa R. ElmúdesiSanto Domingo, RD

Este fin de semana trae lecturas maravillosas, comenzando el jueves 25 con la conversión del apóstol San Pablo, seguido por el viernes de San Timoteo y San Tito, ambos obispos; el sábado, con este Salmo 50 maravilloso, precioso y que espera a que a mí me llegue la alegría de la salvación.

Me encanta esta frase del salmo: “¡Apiádate de mí, Oh Dios, por tu amor, por tu gran compasión, borra mi falta!”. Es un salmo con una enorme carga teológica.

En él, el salmista pide al Señor que lo purifique y lo renueve interiormente, para que él, a su vez, pueda dar testimonio de la misericordia divina y trabajar por la conversión de los pecadores.

Se atribuye al Rey David, que fue el segundo del reino de Israel y que vivió aproximadamente entre los años 1040 y 970 antes de Cristo. Es un canto de un arrepentido después de que el profeta Natán le reprendiera por haber cometido adulterio con Betsabé.

“Miserere”, expresión latina que se traduce como ‘apiádate’ o ‘ten piedad’, es usado en la liturgia romana en los Laudes de todos los viernes del año, dado su carácter penitencial, más amado, cantado y meditado. Se trata de un himno al Dios misericordioso, compuesto por un pecador arrepentido.

Este salmo 50, a cada momento de mi vida lo recito, al menos algunos párrafos, que llevan a estar en paz conmigo misma y con mi Padre Dios, mi Hermano Jesucristo y el Santo Espíritu consolador y misericordioso, lento para la cólera y rico en clemencia. ¡Aleluya!