Fábulas en alta voz
Las aceras ahora son propiedad de algunos negocios

Marta Quéliz, editora L2
Lo que se ve en este país, creo que en ningún otro podría verse. Desde hace un tiempo para acá, no es raro ver cómo, algunos dueños de negocios se apropian de la acera que les queda al frente.
Esto por lo regular se observaba en sectores no tan céntricos, pero de unos años a la fecha, parece que les están “sacando papeles” a esa propiedad urbana a la que todos tenemos derecho.
Si no lo cree, visite el Ensanche Quisqueya, el Evaristo Morales o el Millón y se dará cuenta de que, si usted compra uno de esos establecimientos, le sale con todo y frente, a veces hasta con su pedazo de calle.
Dueños y señores
El problema puede verse en la conocidísima, Doctor Defilló, en el Paseo de los Locutores, en la Carmen de Mendoza, la Gustavo Mejía Ricart o la Bohechío, por mencionar algunas, pues si me pongo a citar, la columna sería sólo una lista larga de nombres de vías afectadas.
Tanto se han adueñado que, no hay quien diga nada porque si emites una crítica, te expones a la ira de quien “compró” el pedazo, que es lo que le da la potestad de defender “lo suyo”. Quédese callado, tírese a la calle, que es lo que nos queda, porque las autoridades ni miran este problema que arropa a la población.
Van un día y después…
Al menos por el Quisqueya pasó la gente del Ayuntamiento en una ocasión, se aseguró de que quedaran libre de vehículos algunas vías, pero, como todos sabemos que no se les da seguimiento a nada en este país, todo está igual o peor.
Y por supuesto, las aceras, que hasta su piso tienen, al gusto de sus “dueños”, se quedaron igual. Ni caso le hacen a esto. Es como si salvaguardaran la inversión que hacen esos propietarios de negocios, ¿y a los transeúntes? Que se las arreglen cómo puedan.
¡Ay de usted si la pisa!
La actitud del dueño de la acera de una de las calles del Quisqueya, es tan descarada que, cuando él limpia “su propiedad”, es decir, el piso de cerámica que puso encima de ésta, no hay quien pase por ahí. Hay que bajarse a la calle exponiéndose a que un vehículo le choque.
Todo eso es amén. Son de las cosas que llenan de impotencia a la gente, y que, de verdad, nos hacen querer irnos para siempre a vivir en una ciudad fabulosa donde sí funcionen los derechos de la población y donde hay autoridades que velan por esos derechos y hacen cumplir los deberes. La propiedad privada se respeta, pero igual debe suceder con la pública, y sobre todo, con el libre tránsito.